Vinicius es un matador y conduce al Madrid a la victoria contra Osasuna
El brasileño lidera con dos goles el triunfo ante el equipo rojillo, que no bajó los brazos y al que varias intervenciones inspiradas de Herrera evitaron una goleada
Vinicius ha ido derritiendo todos los pronósticos sobre los derroteros que podía tomar su evolución. Del extremo atolondrado pasó al ayudante que elevó a Benzema al Balón de Oro y, ya sin el francés, y sin Bellingham, ha devenido en goleador clínico. Con los dos tantos que se llevó de Pamplona, el brasileño suma seis en los últimos cuatro partidos, encuentros en los que, además, ha escapado de las brasas de Mestalla y de sus propios estallidos con los que ha acumulado amonestaciones. Pero sobrevivió a los pronósticos y sobrevive a la agitación, venga de donde venga, y en El Sadar volvió a impulsar al Madrid a una victoria que pudo ser mucho más amplia de no encontrarse Sergio Herrera en la meta rival. A hombros de Vinicius, el equipo de Ancelotti se va al parón de selecciones todavía marcando el paso de la Liga, quizá todavía con más ventaja al Barça, que visita este domingo al Atlético en el Metropolitano (21.00, Dazn).
El brasileño desarmó un partido que venía pintado en las pizarras como una construcción sólida y equilibrada, con Osasuna apoyado sobre una defensa de cinco y el Madrid con una tarde de paciencia por delante para descifrarla. Pero los planes se evaporaron en un instante de despiste de Catena. Perdió de vista la pelota cuando la tenía a sus pies, y cuando volvió en sí Vinicius se la había birlado y corría hacia Herrera. El brasileño se abrió hacia la derecha, el portero se venció un poco y marcó apuntando raso al otro lado. Un parpadeo. Un gol de aquellos de cuando Benzema desvalijaba porteros.
Osasuna no acusó ese golpe, tan tempranero que no había ni terminado de desplegarse. Así que lo retomó donde la había dejado; en realidad, casi en el principio. La calma de Catena era el principio de un plan: no querían precipitarse con la pelota, sino ganar algo de tiempo cuando la recuperaran, para avanzar con Moi Gómez y Torró, siempre con Budimir por delante como referencia, punto de apoyo y buscador de espacios entre la que se perfila como la pareja de centrales hasta que regrese Militão. Nacho se quedó en el banquillo y Tchouameni comenzó otra vez en su lugar con Rüdiger. Con la eliminatoria contra el Manchester City ya en el horizonte, ese apunta a ser el dúo de confianza para duelos crudos con mucha amenaza aérea, como en Pamplona, como Haaland.
Pero a menudo en el fútbol los planes no sirven para nada. A veces no da tiempo a activarlos, a veces una pequeña grieta basta para disolverlos. Osasuna respondió precisamente por el aire, en una jugada que no le había provocado ningún daño hasta el momento. Sacó un córner desde la derecha, Carvajal desvió en el primer palo, pero el rechace le cayó a Herrando en el segundo, que la devolvió al otro lado, donde Budimir encontró la red.
Vinicius estuvo cerca de estirar el desmelene cuando Rüdiger le filtró un pase a la espalda de la defensa y volvió a quedarse a solas frente a Herrera. Trató de desarmarle con una bicicleta, pero esta vez el meta no se venció. Vuelta al comienzo.
Restablecido el equilibrio, apareció el partido imaginado en las pizarras. Osasuna ocupaba su trasera a lo ancho y el Madrid palpaba el muro en busca del punto en el que introducir la cuña. Iban de una banda a la otra con un baile de posiciones líquidas en el que se mezclaban Brahim, Rodrygo, Vinicius, Camavinga, Valverde, Mendy y Carvajal. Sin embargo, las vibraciones de la agitación no lograban desestabilizar los cimientos. Vencer esa resistencia requería un toque menos ortodoxo. Y para eso siempre está a punto Brahim.
El malagueño, en su semana de más enredo, entre su convocatoria para jugar con Marruecos y el relato pantanoso de cómo había desesperado de jugar con España, encontró refugio en la pelota. Brahim es un disfrutón puro que ha añadido a su fantasía natural una entrega defensiva muy notable. Pero ante el muro rojillo lo que apareció fue la magia. Parado ante la pared, como lo estaban todos, imaginó un toque delicado para superarla por encima. Lo alcanzó Valverde dentro del área y la echó atrás con una medio chilena que Carvajal remató a gol con el exterior.
Tampoco eso desinfló a Osasuna, que siguió disponiendo de tramos de control en los que conseguía organizar asaltos al área de Lunin. Areso primero y Arnáiz después, le obligaron a emplearse para sostener la ventaja. El equipo de Arrasate siempre encontró momentos en los que asomar el aguijón.
Aunque esos episodios terminaban resultándole los de mayor amenaza. Saliendo a la contra de uno de ellos, Valverde peinó hacia atrás y Brahim terminó encontrándose solo a la carrera hacia Herrera. Otro mano a mano para el portero, en el que esta vez el malagueño, después de la maravilla del segundo gol, anotó el tercero.
Osasuna no resignaba a aguantar, y en sus estiradas el Madrid encontraba premio. El siguiente fue de nuevo Vinicius, que se citó por tercera vez con Herrera por la izquierda. Mientras se le cerraba el ángulo y parecía que iba quedándose fuera del plano, el brasileño chutó con sutileza fuera del alcance del meta. Herrando, desesperado, persiguió sin éxito una pelota que entró a cámara lenta.
No fue la última maravilla. Siete minutos en el campo le bastaron a Güler para golpear el larguero desde el centro del campo. Vinicius se ha convertido en un arma nuclear, pero en el joven turco hay más arsenal para las cuestas que le llegan a Ancelotti.
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