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PAISAJES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dato gana a relato

Un amigo me habló del ‘big data’ y de su capacidad de encontrar los agujeros de los relatos de los entrenadores tras los partidos

Xabi Alonso
Xabi Alonso, entrenador del Bayer Leverkusen observando un dispositivo junto a su asistente.Jürgen Fromme - firo sportphoto (Getty Images)
Andoni Zubizarreta

Hace unos días, en uno de esos eventos que hoy en día se organizan para “conmemorar” 10, 20 o 40 años de un evento que ayer fue grande y hoy es historia, pequeña, minúscula pero historia, un compañero mío me escuchaba hablar de la idea del juego, de la filosofía del Athletic, de las conexiones del futbol con la sociedad y, sobre todo, con las capas más bajas de esa sociedad y tras tantas palabras me espetó: “Andoni, dato gana a relato”. Reconozco que no me lo esperaba, la charla era más de tipo ligero y amable que de debate en el Congreso, lo que me hizo preguntar a qué se estaba refiriendo. Mi amigo me habló del big data y de su capacidad de encontrar los agujeros de los relatos de los entrenadores tras los partidos, cómo esos datos ayudaban a corregir las sensaciones que un partido había dejado en nuestra mente, bien positiva por ganar, bien negativa por la derrota, para encontrar el lunes la auténtica verdad cuando los datos revelaban justo lo contrario de lo que el resultado final indicaba, tal vez una buena noticia cuando has perdido porque te da esperanza, pero difícil de gestionar cuando los datos concluían derrota, el lunes nuestros seguidores seguían felices por esa victoria del fin de semana y mañana tengo rueda de prensa en la que me van a preguntar sobre la marcha del equipo.

Mi amigo, que es un máquina en eso de los números, los algoritmos, las zonas de calor y los espacios a la sombra de la defensa me iba poniendo ejemplos de acciones, momentos, recuperaciones y expectativas de gol para demostrarme cómo el relato del final del partido en la sala de prensa es muchas veces contradictorio con lo que las cifras decían, y que si teníamos un elemento aleatorio como el relato, siempre subjetivo, y lo comparábamos con uno neutral y certero como los datos, la conclusión era sencilla: “Andoni, no te engañes (creo que quería decir no engañes, pero no me atreví a preguntar), dato gana a relato”.

Y justo donde para mi amigo se acababan las preguntas para mi comenzaban a germinar algunas nuevas ligadas a cuestiones como las cuestiones lineales del juego, la lectura a largo plazo de esos datos y de si se compensaban en el tiempo o si permanecían siempre tan aleatorios, tan dispersos aunque tan certeros en su dispersión, tan poco vinculados con todo aquello que era asociativo y que si generaba datos también en la continuidad del juego más allá de la situación puntual analizada o la información momentánea generada, no sé, qué sé yo, si además de saber si el portero rival jugaba el balón corto o largo, a la derecha o a la izquierda, a mí me interesaba conocer si los defensas se sentían seguros pasando el balón a su guardameta o si este se hacía un lío cuando recibía la pelota en su pierna menos hábil o si el público local contenía la respiración cuando el balón viajaba hacia el pie del portero y nadie sabía cómo iba a acabar esa aventura.

Vamos, mi amigo me hizo entender que en este fútbol en el que los mínimos y casuales instantes son decisivos y no su continuidad, donde cada fotograma, ahora frame, es decisivo y no la película que los engloba, donde cada secuencia es definitiva y no su totalidad, ese es el mundo ideal en el que cualquier aficionado, jugador, entrenador o presidente se sienta legitimado para que cada línea, cada repetición, cada imagen ralentizada o no, de espaldas o de frente, reúna todos los elementos necesarios y suficientes para confirmar todas las conspiraciones posibles, todos los mundos oscuros conspiranoicos probables, donde todas las mil sombras de los mundos oscuros sean evidentes y tangibles más allá de lo que la realidad, antes se decía verdad, nos diga.

Como le dije a mi amigo : “No Patxi, lo que pasa es que, ahora, el relato del dato gana”.

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