Un equipo líder en una ciudad orgullosa, Girona
El plantel de Míchel recibe mañana al Madrid en un momento histórico y de plenitud futbolística
La sugerente Girona viste de blanco y rojo, los colores del equipo de fútbol, que ha alcanzado el codiciado escaparate de la ciudad como líder de la Liga. Hay una tienda del club en la misma Rambla, los holandeses pasean con sus bicicletas con la camiseta de Blind, los niños extraños en las escuelas son los que van de azulgrana, blanquiazul o blanco —la alternativa es el amarillo y rojo de la senyera que fue la segunda indumentaria en 2022— e incluso algún empresario acude a Montilivi con aquella zamarra histórica que no se atrevía a poner cuando se competía en Regional.
Hasta Míchel, el entrenador, tiene guardado en su móvil la captura de la clasificación que pone al Girona por delante del Madrid y del Barça. Hay que actualizar las imágenes y los datos a diario porque “casi cada partido es histórico”, como confiesa el presidente Delfi Geli, y mañana llega el Madrid. “Hay que disfrutar”, conviene el presidente del consejo de administración, Pere Guardiola.
Aquella ciudad “petita i delicada”, como la definió Jaume Ministral, o “grisa i negra” según el libro de Narcís-Jordi Aragó, Just M. Casero, Jaume Guillamet y Puis Pujades, es hoy “teatral y calidoscópica” para el escritor Josep Maria Fonalleras. La oferta cultural resulta tan espléndida como la deportiva, turística, monumental y gastronómica, no ajena a la desigualdad por más que trascienda la sensación de joie de vivre —palabra de Fonalleras—, capaz de explicarse por sí sola después de ser comparada con Brujas y después con Florencia. El barrio viejo con su call jueu y las murallas conviven con la joven Universidad en una ciudad distinguida por sus casas colgantes pintadas con colores muy vivos que mezclan con los del Girona FC.
Girona nunca causó indiferencia, y menos a partir de la llegada a la alcaldía de Joaquím Nadal en 1979, cuando muchos de sus visitantes descubrieron la distancia que había entre la Costa Brava y una capital en la que el fútbol ha dejado de estar también a oscuras para gobernar la provincia a la luz del día, tal como clamaba Maurici Durán cuando mandaban el Figueres de D’Alessandro y el Palamós de Waldo Ramos.
Tiempos austeros en Montilivi, estrenado en 1970, después de que se quedara pequeño el entrañable campo de Vista Alegre, inaugurado en 1922. La gente se apretaba en el viejo estadio y poca se contaba en el amplio Montilivi hasta atrapar la Primera División el 4 de junio de 2017. A pesar del descenso dos temporadas después, la vida ya no ha sido igual en el Girona, fundado en 1930, de vuelta a la élite en 2022 y hoy el mejor equipo de la Liga.
Al estadio ya no solo van los aficionados de los pueblos que rodean Girona sino también de las comarcas del Vallés, Osona, Berguedà o la Cerdanya. El número de abonados se limitó a 9.700, los socios superan los 12.000 y las localidades disponibles son 14.000. El presupuesto asciende a 53,5 millones, el 15º del torneo y el 13º a nivel salarial, y el accionariado está formado por el empresario boliviano Marcelo Claure (35%), el Girona Football Group de Pere Guardiola (16%) y el City Football Group (47%), que cuenta con 13 clubes en el mundo, sobre todo el Manchester City.
El sostén del tricampeón es tan importante para la estabilidad del Girona como la autonomía con la que actúan los profesionales liderados por Pere Guardiola —hermano de Pep—, Quique Cárcel, Geli y Míchel. Pere Guardiola es la imagen empresarial del proyecto y el nexo con la parcela deportiva, igual de cercano a Cárcel que a Ferran Soriano, director ejecutivo del City. Tener acceso a los jugadores que están en la órbita inglesa ayuda a armar una plantilla como la que remontó al Villareal. La idea es en cualquier caso inequívoca desde la llegada en 2014 de Cárcel.
El director deportivo, exjugador formado en la cantera del Barcelona, es tan metódico como supersticioso, igual de reconocible en los buenos como en los malos momentos, decisivo para explicar la evolución y el salto cualitativo dado por el equipo desde la huella de Pablo Machín hasta el nombramiento en 2021 de Míchel. El técnico de Vallecas ha calzado como un guante en el Girona FC y en Girona. Míchel, con contrato hasta 2026, no olvida que el director deportivo le ofreció renovar cuando el equipo estaba en zona de descenso en Segunda División.
El entrenador encontró apoyo en el club y consuelo en una afición personificada en una pareja de vecinos que cada viernes le invitaba a una tortilla con pa amb tomàquet. Míchel ya no vive solo como entonces sino que ya se reunió en un piso céntrico con su esposa y uno de sus hijos —juega en el filial del Girona mientras que el otro es una de las figuras de la cantera del Madrid— y cuando puede come en Can Manolo. El técnico se esfuerza por hablar en catalán, sus charlas con los jugadores se han hecho virales y repite que en ningún sitio se había sentido tan querido.
El carisma de Míchel combina muy bien con el sentido institucional de Geli. El presidente ha sido jugador del Girona y también del Barça, el Atlético, Alavés y Albacete, y acude cada día a las oficinas del Girona. Hablan todos el mismo lenguaje en sintonía con el jefe de comunicación David Torras y se mueven en la misma onda para ganarse a la gente con su gestión de la misma manera que los futbolistas lo hacen con un juego armonioso y vibrante. La humildad no está reñida con la grandeza y es igual de importante sumar 40 puntos para asegurar la permanencia —llevan 19— como impulsar la Ciudad Deportiva. Ninguna cifra expresa más el sentido de equipo que 11 jugadores se repartan los 18 goles del equipo después de unos años de dependencia del pichichi Stuani.
Fútbol y baloncesto
El equipo busca a futbolistas que se quieran presentar como jóvenes talentos o veteranos que aspiran a reivindicarse, jugadores como Blind, exdefensa del Ajax, Bayern y Manchester United, o Savinho, delantero del Troyes —del grupo del City—, inédito con el PSV Eindhoven y cuyo regate remite a la figura de Vinicius. Savinho fue captado en el Mundial sub-20 por el equipo de Cárcel mientras que Blind, Portu, Eric García y Pablo Torre —ambos del Barça— encontraron la mejor salida en la puerta del Girona.
El ucraniano Dovbyk, compatriota de Tsyhankov, combate el recuerdo de Taty Castellanos, que partió con Oriol Romeu, Santi Bueno y Riquelme. No son famosos, sino desacomplejados y devotos del orgull gironí y del himno de Josep Thió interpretado por The Gruixut’s, sustituto de la sardana Girona m’enamora de Ricard Viladesau. Girona está prendada de su Girona FC. La Cambra de Comerç estimó en 2020 que el impacto económico que supuso el ascenso de los equipos de fútbol y baloncesto masculino —el de Marc Gasol— fue de 40 millones. También están en la máxima categoría el baloncesto femenino y el hockey patines y ya se sabe del impacto del GEiEG (Grup Excursionista i Esportiu Gironí).
El “deporte luce” en Girona, exclama un periodista con memoria prodigiosa como Jordi Grau. Las banderas de color blanco y rojo mezclan con las senyeres y les estelades en la ciudad que gobernó Carles Puigdemont y ahora dirige Lluc Salellas, exregidor de la Cup, el mismo que expresó su contrariedad con el Barça por el fichaje de Oriol Romeu. La autoestima y la alegría, la plenitud, prevalecen al pesimismo en una ciudad en la que el escritor Joaquím Ruyra situó un hipotético fin del mundo como recordaba Fonalleras. Lo nunca visto hoy en Girona es el liderato del Girona FC.
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