La entrega extrema del capitán Morata
El desgaste del futbolista, el delantero de la Eurocopa que más se exprime en la presión y el que más balones recupera, activa el entramado defensivo de la selección española, clave en el éxito del equipo
Las primeras celebraciones del pase de España a la final de la Eurocopa en el césped del Allianz Arena dejaron un susto y un hombre apesadumbrado. Al acabar el partido contra Francia apareció en el campo el gamberro del día a intentar cazar selfis con los jugadores españoles. Un empleado de seguridad de la federación española corrió a interceptarlo, se resbaló y terminó golpeando a Álvaro Morata, que se quedó cojeando, desconcertado al no entender de dónde le había venido el golpe mientras andaba mirando para otro lado. Al empleado de seguridad le aplastaba la angustia de haber lesionado al capitán de la selección. “Como no juegue la final por mi culpa...”, decía.
Pero había sido solo un golpe. Y un susto. Y Morata pasó a fijarse en la preocupación del otro: desde entonces no ha dejado de bromear con él sobre la dura entrada. Se ocupó de él como se ocupa de todo. También dentro del campo, claro. Es el delantero de la Eurocopa que más se ha exprimido en las tareas defensivas, un punto fundamental para que funcione el entramado de presión ideado por Luis de la Fuente, la selección que más arriba ha defendido nunca en una Eurocopa, según los registros de StatsBomb: España ha realizado las acciones de contención a 51,30 metros de su portería de media.
Para sostener esta tensión resulta determinante la entrega de Morata, al que ayer elogió Dani Vivian: “Creo que su manera de defender es la manera que tiene de vivir”, dijo. “Acaba cada partido casi entre lágrimas, porque tiene tanta responsabilidad, tanto deseo de que todo salga bien... Y lo refleja en el campo”.
No ha habido delantero en la Eurocopa que se haya lanzado tan a menudo a la presión, 28,5 por partido, si se ajustan los datos en proporción a la cantidad de posesión que tiene el equipo. También es el atacante que más balones recupera en esas presiones, 4,2 por encuentro, casi el doble del segundo, el rumano Denis Dragus.
Hay otro dato que subraya la importancia de Morata en la activación del sistema defensivo de España: es el jugador de la selección que más veces reacciona para ir a presionar en los primeros cinco segundos que siguen a una pérdida de balón, y el delantero que más lo hace de todo el torneo, 5,4 veces por partido. “Más comprometido no se puede estar”, dijo Vivian sobre ese efecto interruptor del capitán. “Él es el primero en defender, y es el delantero. Creo que eso dice mucho de él y habla muy bien al equipo de cómo tenemos que hacer todos los demás”.
El liderazgo con el ejemplo de Morata cunde en el equipo, como explicó Vivian: “Estamos mucho tiempo en campo rival, pero la implicación que tiene todo el grupo en los partidos se ve en cómo son las vueltas cuando perdemos el balón, cómo acabamos llegando a la fase defensiva”.
Para el delantero tiene un coste. El pasado noviembre, antes de un partido clasificatorio para este torneo contra Georgia, Morata dejó una comparecencia que fue casi una meditación de final de carrera: “Hay partidos en los que a lo mejor hago 12 o 13 kilómetros presionando sin parar de correr. Y tienes dos ocasiones claras, y las fallas... Pues bueno, el fútbol es así”. Aquella tarde en Valladolid mostró una madurez enorme, en particular con los efectos que puede tener su derroche físico defensivo en su efectividad anotadora: “En muchas partes de mi carrera he estado jugando para evitar las críticas, para buscar el 6, pasar desapercibido, para evitar llamar la atención de manera negativa. Ahora no tengo que intentar justificarme ni dar explicaciones a gente que no me conoce, yo trato de hacer mi trabajo lo mejor posible”, dijo. “Al final, también he ganado muchas cosas sin meter una gran cantidad de goles, ni tirar penaltis, ni ser una persona egoísta”.
En esta Europa marcó el primero de España, a los 29 minutos del estreno, contra Croacia, en el Olímpico de Berlín, adonde regresa el domingo para la final. Abrió la cuenta de la selección del mismo modo que es el que toca la corneta para que el equipo se remangue y se tire a recuperar la pelota. Morata defiende para todos, aunque eso le consuma. Y también ataca para todos, aunque eso le aleje de las zonas calientes de remate.
El delantero ha marcado un tanto en el torneo después de disponer de ocasiones que valen 1,2 goles esperados (xG), menos que Harry Kane, Kai Havertz, Cristiano Ronaldo, Memphis Depay, Romelu Lukaku, Kylian Mbappé y otros diez jugadores.
No ha estado tan cerca del gol como los delanteros de las otras selecciones principales, pero sus movimientos han resultado determinantes para que se hayan aproximado otros. Su trabajo en la zona ciega, de descargas y brega cuerpo a cuerpo con los centrales, ha permitido al equipo ganar tiempo y desordenar las defensas. Sus movimientos fuera del ojo del espectador sediento de highlights han contribuido a la explosión de Nico Williams y Lamine Yamal en los extremos. En noviembre dijo algo que parecía premonitorio: “Si tengo que estar de aquí a final de temporada sin meter un gol y que ganemos la Eurocopa y cualquier título con el Atleti, lo firmo ahora mismo”.
Sus maniobras, con las que arrastra a los centrales, también despejan el carril central, por el que han aparecido Dani Olmo, que lleva tres goles y es el máximo anotador del torneo, y Fabián Ruiz, que suma dos. Ellos, como el empleado de seguridad angustiado, como Vivian y los demás centrales, celebrarán que vuelva a estar el domingo sobre el campo en la final pendiente de todos, a un solo partido de la felicidad.
Hace unos días le preguntaron a Luis de la Fuente en la Cope en qué futbolista le gustaría reencarnarse: “Álvaro Morata”.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.