Modric, el patriarca en su refugio sentimental

Cuando Luka Modric entró en su habitación de la concentración de Croacia dos días después de celebrar su sexta Copa de Europa por las calles de Madrid, le tenían preparada una sorpresa: empezó a sonar el himno de la Champions y de detrás de las cortinas aparecieron sus compañeros para abrazarlo. El futbolista es venerado en la selección, con la que ha jugado 175 veces. Nunca ha contemplado siquiera colgar la camiseta ajedrezada para centrarse en su club. Con ellos fue finalista del Mundial de Rusia en 2018, tercero en el de Qatar en 2022; y finalista de la Nations que ganó España el año pasado.

Su entusiasmo con Croacia es incombustible. Al día siguiente, la federación publicó en X dos fotos suyas en el gimnasio con una frase que parecía una respuesta al runrún sobre la duración de su carrera que le ha acompañado toda la temporada en el Madrid: “La edad es solo un número”. Había llegado a su refugio sentimental.

Venía de un curso complejo: salvo en el 2014/15, cuando se perdió seis meses por dos lesiones, nunca había jugado menos, apenas 2.249 minutos. “La gente que dice que cuando los jugadores no juegan están contentos miente. No puedo decir que estaba contento”, dijo a finales de mayo en una entrevista en la Cope.

Solo una semana después de la final de Wembley volvió a jugar de titular. Con Croacia. Y marcó de penalti. El amistoso de preparación de la Euro, donde debuta esta tarde contra España (18.00, La1), deparó un reencuentro cariñoso que subraya su inacabable apetito por las zonas calientes del fútbol. Se enfrentaba a Cristiano, que cumplió 39 años en febrero. Desde diciembre de 2022 milita en el Al Nassr saudí, con el que había perdido la final de Copa días antes de ver a su excompañero. Modric, que alcanzará los 39 en septiembre, venía de celebrar su segunda Orejona desde que el portugués se fue del Bernabéu en 2018.

También llegaba después de haber cerrado unos días antes de la final su renovación con el Madrid. Fue el colofón no tan evidente de un curso tomado como punto de giro definitivo por Ancelotti en su plan de transición generacional. El mensaje fue nítido desde el clásico de pretemporada en Dallas: ni Kroos ni Modric aparecieron en el once inicial. Tampoco en el de la primera jornada de Liga en agosto en San Mamés. El croata deambulaba enfurruñado por Valdebebas. “Al principio me costó entenderlo y asumir este nuevo rol, aunque nunca lo puedes asumir”, dijo en la entrevista.

Mientras mascaba su descontento, recibía de manera constante voluminosas ofertas para mudarse al fútbol saudí, cerca de Cristiano. Pero se resistió a dejar Madrid, y sobre todo a dejar el Madrid. En los despachos de Valdebebas se imaginaban una temporada 24/25 sin el 10. Pensaban que era lo más conveniente para una transición por la que se impacientaba Arda Güler. Se inclinaban incluso por no ofrecerle un año más de contrato.

Sin embargo, el viento viró. Él fue encontrando alicientes a desempeñar, papeles quizá más marginales pero todavía en los instantes definitivos. “Estás prácticamente toda tu carrera jugando como titular y jugador importante, pero hay veces que hay que afrontar otras situaciones y pelear. Yo nunca me voy a rendir”, dijo. Aún vibraba con esa tensión. Aún vibraba con el entusiasmo del Bernabéu por él. De modo que en los días previos a la final de Wembley acordó seguir un año más en ese relativo segundo plano de la primera línea competitiva del fútbol de élite.

A la concentración de su refugio llegó con su sexta Champions, y también con la perspectiva de que cuando termine la Eurocopa tendrá en mente prepararse de nuevo para otro curso después de un breve descanso. Como ha hecho siempre. Como amenaza con seguir haciendo sin fecha final. “Siempre digo que si me hubieran dado un papel para escribir lo que quería cumplir en mi carrera, habría tenido miedo de escribir todo esto”, dijo ayer en el estadio Olímpico de Berlín. “No me lo esperaba. Pero estoy aquí después de tantos años, y estoy contento de estar aquí”.

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