Los viejos fantasmas regresan a Wembley
Inglaterra, bajo el influjo del fallo de su entrenador en 1996, recibe a una Alemania que no carbura pero confía en su peso histórico
El miércoles por la noche, mientras se decidía si el rival de Inglaterra era Francia, Portugal o Alemania, el campamento inglés observaba con interés a Cristiano Ronaldo respirar con los ojos cerrados. Dos veces. Antes de tirar sus dos penaltis contra Francia. Los futbolistas ingleses estaban de barbacoa en los jardines de St. George’s Park, en su primer día libre, con el Alemania-Hungría en una pantalla gigante y el Portugal-Francia en otra. Ed Sheeran, amigo de Kane, les había cantado unos temas. Pero cuando Cristiano se disponía a lanzar, las miradas de los jugadores se fueron a la rutina del portugués, en la que apreciaron el uso de técnicas de visualización, esa respiración extra con los ojos cerrados. Pum, pum: dos goles nítidos.
Unos minutos más tarde supieron que su rival de este martes en octavos sería Alemania (18.00, Cuatro), lo que daba más sentido a la detallada dedicación a la suerte de los penaltis de sus entrenamientos. Hace 25 años, en la semifinal de la Euro de 1996, en el viejo Wembley, Gareth Southgate falló el sexto en la tanda de desempate contra Alemania e Inglaterra se quedó sin jugar la final. Antes de aquel, el hoy seleccionador inglés había lanzado otra vez desde los 11 metros. Tres años antes, con el Crystal Palace. Al palo.
Media vida después, Southgate, con 50 años, ha dispuesto todo para evitar que aquello se repita, y ya tiene listas de lanzadores, de qué personas pueden estar en el campo en esos instantes, quién puede hablar con los futbolistas, cuáles querrán que los traten los fisios. Los días posteriores a la barbacoa, sus jugadores han ido dando detalles de cómo se preparan casi a diario para ese trance.
Realizan el paseíllo desde el centro del campo hasta el área y allí aguardan un silbatazo. Como explicó Declan Rice, centrocampista del West Ham, en ese punto, el de la respiración de Cristiano, es en el que el futbolista toma el mando: “Cuando el árbitro pita, no tienes por qué ir. Te das un par de segundos extra, con técnicas de respiración, para relajarte. Y luego es todo visualización, cómo vas a poner la pelota en la red”.
En Alemania miran esta meticulosidad con cierta condescendencia: desde 1970 siempre han eliminado a Inglaterra de los grandes torneos (en tres Mundiales y dos Eurocopas).
Los germanos tienen sus propios problemas: no dan con un modelo de juego y aún esperan la prometida renovación generacional que Löw no ha acometido. Los clásicos Hummels (32 años) y Müller (31), a la baja, siguen apareciendo en las alineaciones, mientras los desequilibrantes Sané (25) y Musiala (18) viven orillados. Pero el periodista Alex Steudel, en Bild, se lo toma con sorna: “No confío en las habilidades alemanas, confío en los nervios de los ingleses. Siempre puedes confiar en ellos contra Alemania”.
Southgate les quitó este lunes peso: “La mayoría de estos chicos no habían nacido cuando se jugaron esos partidos”. En Inglaterra, preocupa la escasez anotadora de unos atacantes que deberían librarles de alcanzar los penaltis: dos goles en tres partidos. Kalvin Phillips apuntaba dos razones: “Debemos asumir más riesgos, yo en particular, girarme y dársela a Harry [Kane] y Sterling. Pero soy nuevo en el equipo, y no quiero perder la pelota demasiado”, dijo. “Gareth [Southgate] era defensa y sus equipos son defensivos”.
Llegan tan ensimismados en los traumas históricos que les ha infligido Alemania que apenas mencionan la ocasión, gigantesca, en la que sí la tumbaron: la final del Mundial de 1966, también en Wembley. Con gol fantasma a favor incluido.
Aunque para aquello también han encontrado antídoto los alemanes. Constanze Stelzenmüller, hija de un diplomático alemán destinado entonces en Londres, contó al día siguiente de la barbacoa inglesa la preocupación del embajador: “Si ganamos, todo nuestro trabajo aquí habrá sido en vano”. Según Stelzenmüller, cuando perdió Alemania, “toda la embajada se fue al primer pub y se emborrachó hasta perder el sentido de puro alivio”.
My young diplo dad was in London for ‘63. Ambassador grimly told GE Embassy staff: if we win, all our work here will have been in vain & we can start over again.
— Constanze Stelzenmüller (@ConStelz) June 23, 2021
When GE lost, the entire Embassy went round the corner to the next pub and drank itself senseless out of sheer relief.
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