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Blogs / Deportes
El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

La escaladora Ainhize Belar supera una vía de dificultad 9a+, la primera española de la historia en conseguirlo

La vizcaína se cuela en la élite mundial al batir, 20 años después, la marca de Josune Bereziartu y aspira a conseguir una 9b, el techo que solo cinco mujeres en el mundo han pisado

Ainhize Belar, en la cueva de Baltzola, en Dima (Bizkaia), en una imagen cedida por Hyperaitz/SputnikClimbing.
Ainhize Belar, en la cueva de Baltzola, en Dima (Bizkaia), en una imagen cedida por Hyperaitz/SputnikClimbing.

Ainhize Belar sigue pareciendo la niña que a los ocho años empezó a acompañar a su padre, los fines de semana, camino de las paredes vizcaínas de referencia. Hoy cuenta 18 y aquellos que la conocen desde que la vieron jugar despreocupada a pie de vía, y después descubriendo el mundo vertical, siguen viéndola tremendamente joven. Puede que sea por su talla discreta (1,57m), por su timidez, por su despreocupada serenidad. Pero nada de esto tapa ya el hecho de que acaba de colarse con estrépito entre la élite mundial femenina al convertirse en la primera escaladora española que alcanza la dificultad de 9a+. A su alcance tiene el 9b, el techo absoluto que solo cinco mujeres han pisado.

Su entrenador y los que la siguen con asombro aseguran desconocer donde termina su margen de progresión. De momento, ha borrado una larga espera de casi 20 años para destronar a la también vasca Josune Bereziartu, quien en 2005 encadenó en Suiza la vía Bimbaluna, cotada como 9a/+. Entonces, era prácticamente capaz de escalar tan duro como los mejores hombres. Bereziartu es una de las tres mujeres más influyentes en el desarrollo histórico de la escalada femenina y su nombre puede asociarse al de Catherine Destivelle o al de Lynn Hill. Pero dos décadas de espera se antojaban ya traumáticas.

Por eso, cuando a principios de septiembre Ainhize Belar alcanzó la cadena de la vía Iñi Ameriketan en la cueva de Baltzola, en Dima (Bizkaia), la noticia sacudió las redes sociales como un pequeño terremoto. Esther Cruz, coetánea de Bereziartu, escaladora de competición y también entrenadora, tiene claro por qué la guipuzcoana se adelantó tanto a su época: “Tenía talento, motivación, pero sobre todo la posibilidad de dedicarse a ello de forma absoluta. Incluso tenía un rocódromo y un campus board en casa. Eso fue la clave. El resto de mujeres, llegadas a una edad, sufrían mucha presión por parte de su entorno para que encauzasen su vida, estudiasen o trabajasen, mientras que estaba bien visto que un chico escalase, no parecía tan apropiado para las chicas”.

Ainhize tiene claro que desea un hueco en el profesionalismo, derecho que muy contados escaladores españoles han disfrutado jamás: “Solo si consigo vivir de ello podré seguir mejorando. Por si acaso sigo estudiando un grado superior de dietética y nutrición, pero espero mudarme a Cataluña para seguir en lo posible con mi progresión”, explica al teléfono. Ainhize Belar también ha sido capaz de escalar 8b+ a vista, es decir, afrontar semejante dificultad sin haber probado la vía con antelación, sin conocer sus secretos. “Si ponemos en perspectiva sus dos logros, está entre las 10 mejores escaladoras de todos los tiempos”, contextualiza Pedro Bergua, su entrenador.

Bergua y un equipo de entrenadores, nutricionistas, fisioterapeutas, psicólogos y equipadores de competición trabajan de la mano en el proyecto Sputnik Investigación, financiado por la red de rocódromos Sputnik y con el objetivo de profesionalizar el alto rendimiento de la escalada de hombres y mujeres como la propia Ainhize o Jorge Díaz Rullo. Todos los integrantes del proyecto cuentan con una nómina, extremo que en sí mismo ya es una enorme y feliz novedad: “Una de nuestras metas es aportar un contexto propicio para el rendimiento así como las ayudas que precisen ellos y ellas pero siempre contando con su compromiso personal. A Ainhize no quiero ponerle un límite, de hecho no se lo pongo a nadie que entreno. Con ella, no me atrevo a tratar de adivinar, pero viendo lo rápido que progresa, el poco tiempo que le cuesta, su capacidad de aprendizaje, su motivación y ambición y la ayuda que recibe… prefiero soñar”, reconoce Bergua.

Esther Cruz añade un factor importante: “No se lesiona con facilidad, un dato fundamental”. La joven vizcaína se ha colado en muchos medios de prensa especializada internacionales y se confiesa tan “abrumada” como dispuesta a pelear definitivamente por un futuro que ahora parece dibujarse con claridad. Con todo, sigue evolucionando en un mundo de hombres y añora “poder compartir proyectos, vías, discusiones con otras mujeres. Siempre me he sentido a gusto entre hombres, siempre se me ha tratado bien y no tengo queja, pero reconozco que sería positiva la compañía de otras chicas como yo”, expone. Las cosas empiezan a cambiar en la dirección adecuada. “En mi época, era muy, muy raro encontrar a una chica en un sector de escalada en roca, mientras que ahora empieza a ser muy frecuente”, recuerda Esther Cruz.

“En los últimos años, la escalada se ha vuelto mucho más paritaria, incluso en la roca. En los rocódromos, que son el lugar donde se inicia en la escalada el 99,9% de los jóvenes, el porcentaje de practicantes por género está muy igualado. Esto se debe, en parte, a la mediatización de las competiciones de escalada donde chicos y chicas compiten casi al mismo tiempo. Esto es algo que no se ve en otros deportes. Que cada vez haya más chicas que escalen hará que más de ellas puedan alcanzar el alto nivel porque, por simple estadística, habrá más capacitadas para lograrlo”, opina Bergua. El máximo grado de dificultad alcanzado por los hombres es 9c. El de las mujeres, 9b, teniendo en cuenta la escala que arranca en el cuarto grado y que a partir del sexto se subdivide en las letras a, b y c y estas a su vez quedan separadas por un plus: 6a; 6a+; 6b; 6b+; 6c; 6c+ y 7a… la escalada de competición apenas existe desde mediados de los años 80 del siglo XX: muchos entrenadores y fisiólogos del rendimiento coinciden en el hecho de que se dispone aún de un amplio margen de mejora para perpetuar un juego que consiste en encontrar y superar los límites del cuerpo humano.

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