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Van Aert, el líder que hace de líder en la Vuelta a España

El belga de Visma, que ya llevaba el ‘maillot’ rojo, gana al ‘sprint’ en la tercera etapa del certamen por delante del temible Groves

Van Aert Vuelta a España
El ciclista belga Wout van Aert, del Visma, celebra su victoria en la etapa 3 de la Vuelta.Javier Lizón (EFE)
Jordi Quixano

Quedaban diez kilómetros y toda la paz se convirtió en guerra, lucha encarnizada por cobrarse los mejores puestos, por lanzar al sprinter de turno, por celebrar en equipo la victoria, alegoría perfecta del espíritu de los Tres Mosqueteros; uno para todos y todos para uno. Y D’Artagnan Van Aert se llevó el premio, triunfo del líder, del que ya llevaba el maillot rojo, del que se sabe el más completo hasta que las escarpadas carreteras hacen acto de presencia. Groves, que midió mal, que escogió el camino que no era, quedó segundo para su decepción, confiado como estaba en repetir laurel y seguir con el idilio con la Vuelta. No pudo ser. Ayer yo y hoy tú, mañana ya se verá. Sobre todo, porque llega Pico Villuercas, la primera criba de la montaña, la Vuelta de verdad. “Se ha acabado lo divertido”, reconoció Van Aert. Que le quiten lo bailado.

El sol hacía prisioneros en la carretera y en las cunetas, bajadas a por bidones de agua, zonas de avituallamiento por favor, momentos 40 grados y un tormento sobre las dos ruedas que volvió a ralentizar la etapa. La sombra era una aliada efímera, acaso la que ofrecía los árboles que abrigaban el asfalto, que no eran pocos sin embargo en un Portugal verde como ninguno. Pero el calor no fue un impedimento para que el viejo rockero Maté volviera a meterse en la fuga, el mejor de los adioses a su carrera, pues ya se sabe que bajará de la bici cuando concluya el epílogo de la Vuelta en Madrid, la ansiada contrarreloj. Pero para eso falta mucho y mucho tiene por ofrecer el ciclista del Euskaltel, 40 años en las piernas, un chaval en pasión.

Resultó que se alzó el telón y Maté saltó como un resorte con su compañero Xabier Isasa, también con la compañía de Unai Iribar e Ibon Ruiz -otro que se fugó en la primera etapa-, ambos del Kern Pharma, equipos que de buenas a primeras han alegrado el cotarro y explicado que su invitación a la gran vuelta no estaba de más. “A ilusión no nos gana nadie”, señalaba Juanjo Oroz, director del Kern Pharma, en la presentación de los equipos, allá en la Torre de Belém, acto de apertura de la Vuelta. De eso ha pasado una crono, donde el sorprendente McNulty se zampó el mundo y una etapa resuelta al sprint donde Groves impuso su ley, hombre bala sin remisión. Quedaba el cierre portugués, la última palabra de Van Aert.

Los fugados se llevaron la mar de bien, amigos hasta que llegó el Alto de Teixeira. Y ahí no perdonó Maté, el padre del grupo, el que ya corría cuando los otros se enfurruñaban si les quitaban los dibujos animados de la televisión. Suya fue la gloria, también el premio de llevar el maillot de la montaña en la cuarta jornada. Un detalle de color que tanto le da, por el momento, a los equipos que lucharán por la general o por las etapas, la del Castelo Branco al sprint de nuevo con un poco de picada hacia arriba. Y como ese era el botín, a falta de 20 kilómetros, el pelotón absorbió a Isasa, el único que se mantuvo de pie en el pulso, otra vez será la aventura homérica, la fuga imposible.

Trató Campenaerts de marcarse la jugada del día, sprint a dos kilómetros que dejó la huella de la rueda en la arrancada pero que, acabado el ácido láctico, se desbravó a falta de 700 metros. Paso a los Carpantas de la velocidad. Lo intentó Marit (Intermarché) de primeras, pero pronto fue Van Aert el que se levantaría de la bici y la movería a costalazos, piernas de piedra, pedaladas de fuego, para qué mirar hacia atrás. Suyo era el camino de la victoria -como bien descubriría Groves, que no pudo pasar por el interior y al tratar de rodearle perdió el rebufo y el éxito-, un premio que no saboreaba desde febrero, entonces en la Kuurne-Bruselas-Kuurne. Desde entonces, cinco terceros -uno en la crono de la primera etapa- y tres segundos -uno en la segunda etapa-. Hasta Castelo Branco, cuando el líder hizo de líder. Tercero, más que meritorio, fue el vitoriano Jon Aberasturi (Euskaltel). Adeus Portugal, hola España.

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