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Comienza en Turín el primer Giro de Italia de Tadej Pogacar

El esloveno, de 25 años, único favorito para la victoria en su debut en la ‘corsa rosa’ el año en el que quiere ganar también el Tour de Francia

Tadej Pogacar, vencedor de las Strade Bianche en marzo pasado, su última victoria italiana.
Tadej Pogacar, vencedor de las Strade Bianche en marzo pasado, su última victoria italiana.Gian Mattia D'Alberto/LaPresse (LAPRESSE)
Carlos Arribas

Tadej Pogacar se sienta a hablar con la prensa en Turín y recuerda cómo nació su amor a la corsa rosa cuando era un niño de 15 años y su club de ciclismo de Komenda le llevó de excursión a Trieste, al otro lado de la frontera con Eslovenia, para ver la última etapa del Giro de 2014, y aquella etapa la ganó, oh milagro, su compatriota Luka Mezgec, un sprinter que también figura en la lista de dorsales de este 2024. No se acuerda tanto, o no lo cita, de que aquel Giro lo ganó en el Stelvio nevado Nairo Quintana, el maravilloso escalador colombiano que este año regresa al ciclismo y llega al Giro malherido y alicaído, con pocas esperanzas siquiera de ganar una etapa.

También habla de Marco Pantani, “una inspiración, un mito, aunque no le vi nunca correr”, lo que es inevitable en Italia porque todo el mundo habla del escalador italiano muerto temprano, el último ciclista que ganó el Giro y el Tour el mismo año, el desafío que se ha impuesto Pogacar, y fue en 1998, el año en que nació Pogacar, una señal del cielo, y hace 25, en 1999, camino de la gran desgracia, Pantani hizo el más difícil todavía en la etapa que acabó en Oropa. Un extraterrestre, el Pirata de rosa, con una sangre tan oxigenada que acabó con sus sueños, y el de sus tifosi, media Italia, una semana después en Madonna di Campiglio, expulsado del Giro en el que arrasaba.

Y a Oropa llega justamente la segunda etapa del Giro del 24, la primera de las seis fracciones con final en alto, en un recorrido no tan duro como otros años pero con su habitual dosis de tappone alpinos y dolomíticos la última semana (Livigno, Santa Cristina Val Gardena, Monte Grappa) y, un pelín contracorriente, 70 kilómetros divididos en dos contrarrelojes. Un recorrido más imposible para todos que para Pogacar, el mejor escalador, el mejor contrarrelojista, el mejor en los repechos cortos… "

Del ensueño nostálgico despierta bruscamente el mejor ciclista del siglo, quizás de la historia, y se enfada cuando le dicen que es único, que ningún rival le llega a los tobillos, que va a ganar el Giro de su debut con una sola pierna y todas las etapas que le pida el cuerpo. El jovencito esloveno (25 años), que debuta en el Giro, la sexta vuelta de tres semanas de su carrera, siempre en el podio (tercero en la Vuelta del 19; primero en los Tours del 20 y el 21, segundo en los del 22 y 23), mira a su alrededor, repasa la lista de los pretendientes, el viejo Geraint Thomas (a 21 días de cumplir 38 años; segundo en el pasado Giro), el viejo Romain Bardet (33, segundo, lejos del esloveno, en la Lieja), el joven Antonio Tiberi (22), el imberbe Cian Uijtdebroeks (21), e intenta convencer al auditorio real y virtual afirmando que es una falta de respeto, un insulto, no tenerlos en cuenta.

Pero el recitado elogioso de los nombres, ciclistas pasados, ciclistas futuros, paradójicamente consigue el efecto contrario en la mente de los aficionados, que saben cuánto puede dar de sí cada uno, y se trasnforma en una autoafirmación aún más feroz del gran favorito. En el ciclismo por etapas, en el Giro, hay dos mundos. En uno habita Pogacar, “un sobrenatural”, según Javier Sola, su entrenador; en el otro, todos los demás.

¿Qué les diferencia aparte de que uno gana siempre (10 días de competición en 2024, siete victorias, un segundo y un tercer puestos) y los demás suspiran por quedar segundos no muy lejos de él?

Les diferencia su discurso, que trasluce cómo uno no solo es el patrón del ciclismo de la tercera década del siglo XXI, tan distinto, sino que disfruta con las nuevas obligaciones de entrenamientos dirigidos y concentraciones repetidas. Antes se entrenaba con dorsal en algunas carreras; ahora, se disputan sin dorsal los entrenamientos como si fueran carreras. “Me encanta entrenar duro y también tener algunos periodos de descanso entre los entrenamientos porque así es como se mejora, y si solo compites te cansas más. Voy a tener más días de descanso y más entrenamientos, más estructurados, semanas largas”, dice, regodeándose en lo que la mayoría odia, entrenarse lejos de casa, pasar días y días en el Teide, compartiendo habitación con el mismo colega, viendo anochecer a las siete de la tarde, encerrado rodeado de nada, y solo el móvil y juegos de ordenador para distraerse. “Además, estás más motivado cuando corres menos y estás entrenando duro y sabes que la forma es buena. Ves la televisión. Ves las carreras y quieres estar allí, sí, pero eso es beneficioso mentalmente, porque cuando llegas a las carreras, estás más ansioso por el éxito y más motivado, y yo lo estoy”.

¿Es el de 2024 mejor Pogacar de siempre? ¿Sigue mejorando?

“Sí, creo que estoy mejor”, responde el esloveno. “Me siento más cómodo en la bici. Estoy disfrutando más, yo diría que incluso más que antes y, sí, creo que es justo eso. Y creo que es suficiente para ser mejor que el año anterior”.

Habla Pogacar y espanta los temores de quienes creen, porque así ha ocurrido siempre, que antes que el agotamiento físico, será el cansancio mental el que acabe con su deseo, que antes de exprimir su cuerpo, Pogacar, siempre tan acelerado en busca de la victoria, agotará su mente. Quizás sea así, pero no será en este Giro, seguramente.


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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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