Yankuba Sima y Alberto Díaz conducen al Unicaja Málaga a una nueva final

Una nueva final espera al Unicaja Málaga, el equipo que ha conquistado cuatro títulos en dos años. Luchará este domingo (20.00, hora peninsular española; Movistar) ante el Real Madrid por el quinto, la Copa que ya ganó hace dos temporadas, después de batir en semifinales a un incansable La Laguna Tenerife. Fue un choque espléndido entre dos viejos conocidos, digno de un torneo tan bello. El grupo de Ibon Navarro venció gracias a un gigantesco Yankuba Sima (21 puntos y ocho rebotes) y a la fe inagotable de Alberto Díaz (13 puntos y siete asistencias). En el rival, honores al eterno Marcelinho y a Fran Guerra.

Choque de estilos. El Unicaja enfila el aro en los primeros segundos de posesión, el Tenerife mastica la jugada hasta pegar el bocado cuando quema el cronómetro. En la pista se debatía un pulso por el ritmo. Y a los seis segundos ya había machacado Sima. Txus Vidorreta entregó el volante a Marcelinho en lugar de Fitipaldo con esa misión de controlar el pulso de la cita. El brasileño, de casi 42 años, es “un ordenador de quinta generación”, como le definió Ibon Navarro. En la partida de cartas, Sima cazó bajo el aro los siete primeros puntos de su equipo (7-4) y mandó en el rebote. El Unicaja encontraba huecos cerca del tablero y el Tenerife se buscaba la vida en el perímetro con Scrubb. Alberto Díaz era el encargado de no dejar carburar al cerebral Marcelinho y el Unicaja golpeó primero (21-15).

Lección aprendida. El Tenerife dio un paso al frente y alejó a su rival de la red forzándole a tiros de media y larga distancia. La trampa le funcionó y además encontró a un inspiradísimo Shermadini: 10 puntos seguidos del pívot georgiano (35 años) cambiaron el guión de la película (21-25). El conjunto malagueño se había secado en ataque. Tres minutos y medio tardó en mover su marcador gracias otra vez a Sima. La recuperación andaluza pasaba por releer su libreto de canastas rápidas. Taylor y Djedovic esprintaron y Perry amplió el abanico a distancia (31-30). En los canarios emergió Fran Guerra en la defensa de su casa y en el ataque de la contraria. El choque era estupendo, muy intenso e igualado tras una primera parte de poder a poder: 38-39.

El Unicaja agitó el arsenal ofensivo que guarda. El Tenerife lució de nuevo a su dúo dinámico, esta vez con papeles cambiados. Fue Shermadini quien asistió para el triple de Marcelinho. Huertas ejercía de gran director de orquesta, no solo para marcar el compás de sus intérpretes, sino de todo lo que sucedía en la cancha. Bote a bote, hasta parecía que podía dirigir al pabellón entero. El Unicaja corría solo a ráfagas, cuando el rebote le abría la autopista. Pero un equipo que va de título en título no se construye con una sola forma de jugar. A partir de una defensa más prieta (ahí Alberto Díaz es capitán general, y encima enchufó tres triples), los verdes treparon en la escalera (60-56). Ausente Osetkowski, era Sima quien fabricaba puntos. Su duelo con Fran Guerra seguro que no pasaba desapercibido a los ojos del seleccionador Sergio Scariolo, en primera fila. Entre el tajo de Díaz, la explosión del pívot y, por fin, varias carreras, el Unicaja abrió el melón: 72-60. Fueron 34 puntos sumados en el tercer cuarto, el doble que en el segundo.

Un partidazo así merecía más emoción. La inyectaron Doornekamp y Fitipaldo con dos triples (75-68). Los amarillos lanzaron 11 veces más desde el perímetro (36) que de dos (25). El Unicaja quería ahora jugar con el reloj y las prisas habían cambiado de barrio. En ese escenario se manejó mejor el conjunto andaluz, blindado por Alberto Díaz, un secundario de oro. El base que siempre pica piedra a la sombra se ganó la luz de los focos. El Unicaja parecía tener la final en la mano pero tuvo que sudarla. Un bravísimo Tenerife bregó hasta su último aliento.