Víctor Claver: “Siempre me he sentido superior físicamente”
El ala-pívot, campeón del mundo en 2019 y retirado desde el pasado verano, repasa su carrera y recuerda su sufrimiento por Ricky Rubio y su respeto por Pau Gasol
El fatídico 29 de octubre, Víctor Claver viajaba en un tren de alta velocidad entre Madrid y Valencia. No llegó a su destino. El convoy tuvo que darse media vuelta en Cuenca. El exjugador pernoctó en Madrid y a la mañana siguiente cogió el primer vuelo a Valencia. El campeón del mundo de baloncesto aterrizó en un lugar que ya era distinto. Ese día no había taxis en el aeropuerto y al final, después de mucho buscar, cuando ya tenía decidido marcharse a casa caminando, encontró un Cabify con un conductor indio que lo sacó de allí. Varias semanas después, plenamente consciente ya del horror que sobrevoló aquella mañana del día 30, Claver se presenta en el modernista Mercado de Colón como un “jubilado” de 36 años.
Sus 208 centímetros giran muchas cabezas en este mercado que, como tantos, ya no es mercado. A Claver —campeón del mundo, dos oros europeos, y plata y bronce olímpicos— se le ve en paz, disfrutando de un año sabático a la espera de nuevos proyectos tras el verano. La retirada no le ha atropellado porque ya llevaba tiempo preparándose para este momento. “Siempre había querido retirarme cuando yo decidiera. Este verano llegó el momento, puse todo en una balanza y lo hice de una forma muy tranquila y sabiendo que era lo mejor para mí. Físicamente ya no me encontraba al 100% y, como yo siempre me he sentido superior físicamente, había dejado de disfrutar. Y sin disfrutar, no quería seguir”.
El valenciano lleva años trabajando con psicólogos. Su mentor fue Roger Esteller. El internacional le ayudó a entender que no hay que esperar a estar mal para cuidar de la salud mental. Él forma parte de la generación que ha normalizado el psicólogo. Claver, además, vivió de cerca ese proceso en el que la cabeza de su amigo Ricky Rubio “se fue a un lugar muy oscuro”, como explicó el base del Masnou recientemente. “Al principio me sorprendió mucho. No había percibido ninguna señal. Cuando él dejó la concentración con la selección fui uno de los primeros a los que se lo dijo. Me preocupé porque Ricky siempre ha sido un ejemplo para mí, y ver a alguien como él pasarlo mal, te impacta. Te das cuenta de que hasta los más grandes pueden caer y tener problemas. Le di el cariño de un amigo”.
Su amistad fue una de las más sólidas dentro de la selección española. Claver ya había jugado durante todas las categorías de formación con su hermano mayor, Marc Rubio. Y eso, además, cimentó la amistad entre dos familias que viajaban a ver cada torneo en el que jugaban sus hijos. Los Claver y los Rubio se hicieron amigos antes, incluso, que Víctor y Ricky. Pero, aún así, el ala-pívot no se podía esperar que The Ricky Rubio Foundation le dedicara una sala oncológica en el Hospital Universitario Dexeus al padre, Francisco Javier Claver, que falleció de cáncer, como la madre de Ricky, con solo 52 años en 2011. La noticia se la dio su amigo en uno de esos cafés que les gustaba tomarse después de comer, cuando todos se iban a dormir la siesta, en China, donde España se proclamó campeona del mundo con un Claver absolutamente decisivo.
Ahí ya era un referente, nada que ver con aquel chico introvertido de 18 años que un día llegó al hotel de concentración en San Fernando (Cádiz) intimidado por Pau Gasol, Juan Carlos Navarro o José Manuel Calderón. “Tengo muy marcado mi primer día. Fui como invitado, y yo les miraba y pensaba: ‘¿Y yo que pinto aquí?”. Los más jóvenes lo arroparon. Desde entonces ya fue un fijo. En esas primeras incursiones en la selección conoció de cerca a la gran leyenda, Pau Gasol. “Es una persona que te impresiona. A mí me sorprendió su fuerza y el tamaño que tiene. No solo de estatura sino también de un físico bien trabajado. Lo veías hacer cosas diferentes que ahora son más habituales, pero fue el primero en tener su propio preparador. Cuando todos iban al gimnasio, él ya había entrenado antes por su cuenta. Eso me sorprendió”.
Claver participó de la gloria de la Familia. El valenciano vivió de primera mano la evolución de Sergio Scariolo al frente de la selección. “Creo que él ha llevado un proceso de cómo empezó a cómo es ahora: ha cambiado. Él tenía unas ideas y, cuando llegó y vio los perfiles que había, se fue adaptando y la gente se fue adaptando a él. En el Europeo de Polonia de 2009 hubo momentos de crisis y al final fue el grupo, con él incluido, el que lo salvó. Ha hecho un gran trabajo y sigue haciéndolo”.
Lo del proceso, la evolución, no se percibe como algo despectivo. Él también experimentó un cambio de rol. De ser un chaval que arrasaba, a tener un perfil más discreto pero vital. “Al principio intentaba hacerme un hueco como podía. Luego, con Spahija y Pesic, ya tuve más protagonismo en ataque. El cambio fue la forma de ganarme la confianza de los entrenadores y los compañeros. Hay jugadores que necesitan el balón para sentirse útiles y yo me di cuenta de que podía hacer otras cosas sin tener el balón en las manos. Yo siempre he dicho, cuando me criticaban, que a mí también me hubiera gustado ser Kevin Durant y meter 30 puntos por partido”.
Ahora no sigue la NBA, pero alcanzar la mejor liga del mundo fue uno de los hitos de su carrera. “Me hizo ilusión estar en todos los pabellones, en el Madison, en el Staples, jugar contra Kobe, que me defendiera Steve Nash. O enfrentarme a Vince Carter, que hablaba mucho, como para intimidarte, al que idolatraba. Yo tenía un póster suyo en mi habitación y luego llegué a jugar contra él. Pero también contra Kobe Bryant, LeBron James, Steph Curry…”.
Sobre Curry le gusta bromear y recordar una anécdota. “El primer año que Curry logra el récord de triples, lo consigue en Portland y yo fui el defensor que le punteó ese tiro. No tiene ningún mérito, pero estaba ahí…”. La ciudad de Portland le gustó y el azar le hizo coincidir allí con Félix, que era su vecino, puerta con puerta, en Valencia. “Él y su mujer, que es investigadora, se convirtieron en mi familia allí. Es una buena ciudad para vivir pese a la lluvia”.
Hay gente que entiende que su paso por la NBA fue decepcionante. “Evidentemente, lo podría haber hecho mejor. Creo que en ese momento, no por ser joven, sino por dejarme llevar, pensé que era suficiente con lo que hacía. Quizá debí haber hecho algo más de mi parte, pero también lo disfruté mucho. El primer año jugué muchos partidos, algunos de titular. Me hice un hueco. Al siguiente año cambió la situación. Pero fue un aprendizaje muy grande y además disfruté de cumplir un sueño”.
Rusia, donde se comunicaba con el Google Translator, no le gustó tanto, y en Barcelona conoció a su mujer, Andrea, en una cena de amigos durante un verano que pasó en la ciudad condal mientras se recuperaba de la rodilla. Un par de semanas antes de esa cena, sin saberlo, habían coincidido en una boda y, repasando el único vídeo que ella había grabado, descubrieron que aparecía él. Juntos han tenido a Hugo, un niño pelirrojo que sorprende a su padre por su fascinación por los deportes.
Cuando volvía a la Fonteta era recibido con silbidos. Incomprensible. Fueron momentos dolorosos que logró bloquear en su mente, aunque sufría por sus familiares, sentados en la grada al lado de los que pitaban. Aunque lo más duro fue en 2017, el año que el Valencia Basket se proclamó campeón de la ACB después de eliminar al Barça en cuartos el día que Claver se rompió el menisco. “Fue duro verles ganar; es algo que a mí me hubiera hecho mucha ilusión en Valencia, y encima verlo con el menisco recién operado y la pierna en alto. Pero me alegré mucho por la gente”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.