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Fernando Carro, atleta: “A los 32 años, descubro la montaña sagrada del maratón”

Entrevista con el plusmarquista nacional de 3.000m obstáculos, que debuta el domingo en los 42 kilómetros de Valencia, donde busca reconstruirse

Fernando Carro atleta
Carlos Arribas

La de Valencia es la maratón de los debutantes de postín, como Kelvin Kiptum, que hace tres años corrió sus primeros 42,195 kilómetros en el circuito hasta la Ciudad de las Artes en 2h 1m 53s. Fue una carrera fugaz. Un relámpago en el altiplano. Un año después dejó el récord del mundo en Chicago en 2h y 35s. Cinco meses más tarde se mató en un accidente de coche. Tariku Novales corrió su primer maratón junto al Turia en 2022, y en 2023, allí también, dejó el récord de España en 2h 5m 48s. El debutante más interesante de este 2025 se llama Fernando Carro, madrileño plusmarquista nacional de 3.000m obstáculos y subcampeón de Europa en la misma distancia. Sus ambiciones, en una distancia que descubre, son menores. Lejos de él la tentación de echarles una carrera a los favoritos del domingo (8.15, TDP, Eurosport, À Punt, #Vamos), que buscan superar la mejor marca del año (2h 2m 56s, Sebastian Sawe en Berlín; 2h 14m 56s, Hawi Feysa, Chicago) en uno de los recorridos más rápidos, agradables y cálidos. Nada que ver Carro con Sisay Lemma, que ya ganó en Valencia con 2h 1m 48s (récord de la prueba), en 2023, o con John Korir (2h 2m 43s), que llega de ganar consecutivamente en Chicago 24 y Boston 25. En mujeres, las favoritas son Amane Beriso (2h 14m 58s, su récord de la prueba, cuando ganó en valencia en 2022) o la campeona olímpica de Tokio Peres Jepchirchir, también campeona en Valencia en 2020. “Me basta con hacer la mínima [2h 9m 30s] para los Europeos de Birmingham”, dice Carro, de 32 años. “Estoy adentrándome en terreno desconocido”.

Pregunta. ¿Por qué el maratón?

Respuesta. Es la definición por antonomasia de lo que es el atletismo puro. De ahí nace la esencia de nuestro deporte. Y yo, que tengo ya 32 años y he experimentado en todas las disciplinas, me encuentro ahora contra, no sé si contra o con, mejor dicho, una montaña que es particular, una montaña que es la montaña sagrada. Y estoy buscando de qué forma se puede recorrer todos sus senderos hasta la cima.

P. ¿Con qué espíritu la afronta?

R. Con muchísimo respeto. Hay muchas cosas que, por mis características como deportista o como atleta, domino, pero, aun así, es tal la incertidumbre contra la que me enfrento que ahora mismo tengo un poco un miedo escénico. No compito contra nadie, solo contra mí mismo.

P. Desde 2019, cuando, a los 26 años, batió el récord de España de 3.000m obstáculos (8m 5,69s), su carrera ha ido hacia abajo, entre lesiones y malas decisiones…

R. Y el maratón es quizás una forma de reconstruirme en una disciplina en la que puedo añadir un capítulo más hacia la historia. Me encanta eso del estoicismo, de la reconstrucción de uno mismo, el poema de Rudyard Kipling, el If de carta a un hijo, de coger tus herramientas desgastadas después de tanto tiempo y volver a construirlo todo. Así es como siempre me he definido a mí mismo.

P. ¿Estos seis años han sido perdidos o de aprendizaje?

R. Creo que volvería a cometer los mismos errores y a tropezar en la misma piedra, porque si no, no sería yo. La realidad mía de estos años ha sido que fui muy romántico, demasiado romántico en todos los aspectos de mi vida, incluido el romantizar los 3.000m obstáculos.

P. ¿Por eso persistió en la prueba pese a lo agresiva que es para las lesiones?

R. La idea en 2024 era volver a unos Juegos Olímpicos en 3.000m obstáculos. Unos Juegos Olímpicos que me habían maltratado de múltiples formas. Y no sería yo si no pudiera contar la historia también desde que ni siquiera pude estar en París, cuando sí que había hecho méritos dentro de este reinventarme dentro de mi propia prueba. Había superado no solo la operación bilateral de ambos Haglund [calcáneos], sino que volví a correr con seguridad, a enfrentarme otra vez al miedo de las rías y demás, y quería haber cerrado la etapa olímpica dentro de la pista. Lo hizo imposible el COVID, la epidemia que ya en 2020 me frenó en seco, en el periodo de apogeo de mi carrera deportiva. En el 21 me lesioné, pero, a partir de ahí, del 22 al 25 han sido años que parece que están perdidos. Muchos me aconsejaban, Fernando, intenta ir hacia la ruta, creemos que es tu momento, que ya lo has hecho todo en la pista… Pero yo estaba empecinado en volverme a estrellar. Y me volví a estrellar. Es mi punto de romanticismo. Tenía que intentar seguir con el 3.000 obstáculos para despedirme con cariño de la prueba. Al final, ¿cómo me despedí? Pues cayéndome en Roma y abriéndome la tibia. Ya está. Esa es la realidad de mi vida. Esta no es una historia de Disney, no la vamos a contar nunca como si fuera una historia de Disney. Es la puta realidad de la vida.

P. Pero desde París ha pasado año y medio…

R. En 2025 el plan era haber comenzado con el maratón de Sevilla, en febrero, después del Europeo de cross. Pero la primera semana oficial de preparación, zas, lo cojo todo con tanto ímpetu que me lesiono en la rodilla. Cuatro meses parado. Y ya supe que mi debut se atrasaría a diciembre. Por eso, ese, no diría miedo escénico, esa presión de decir, joé, parece una montaña que cada día está más lejos, o la orilla del mar. Mi confianza es saber que he tenido muy mala suerte muchos años y que ya me toca tener un poquito de buena suerte.

P. ¿Cómo combinará su impulsividad casi bíblica con la paciencia que exige el maratón?

R. Seré conservador, un poco mediocre, o sea, piensa en mediocre, piensa en hacerlo. Correré de una manera muy conservadora, sin expectativas de pelearme con grandes nombres, sin pelearme con grandes marcas, sino, siendo consciente de lo que valgo, o lo que creo que valgo, lo que creo que hemos podido trabajar, en dónde mi corazón es capaz de moverse bien y mi ritmo se mantiene, ser frío a la hora determinar el grupo con el que avanzo y cometer durante la prueba los menos errores posibles. Es una prueba tan grande, tan majestuosa, que dices, es que pueden pasar muchas cosas. Ya sé que no soy así, pero intentaré pensar así, al menos tener ese pensamiento.

P. ¿Lo conseguirá?

R. Las dudas llegan. Hasta los días que hago cosas magistrales en 30 kilómetros, la cabeza es tan cabrona que te dice, ya, majete, pero te quedaban 12, 10 kilómetros, que lo sepas. Pero contrarresto pensando que llevo una semana con 200 kilómetros encima, que eso no lo llevaré el día del maratón, a 600 metros sobre el nivel del mar, atravesando el Puente de los Franceses como un puto loco, para que me atropellen, un día de perros, en el circuito de los plátanos en la Casa de Campo subiendo y bajando, solo… Y Valencia será vida y lujuria. Esas son mis cartas en esta partida de póker agónica en la que te estás ahogando todo el rato.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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