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Sin viento no hay paraíso para el velero español de SailGP

El F50 de Diego Botín pena la calma chicha de Cádiz en la primera jornada de la manga decisiva para repetir el triunfo de 2024

Carlos Arribas

El paraíso es el vuelo sobre los foils, lo que buscaban los tripulantes del SailGP español, que salió mal en dos de las cuatro regatas del sábado y acabó no tan cerca como deseaban (a cinco puntos) de los tres primeros puestos (Dinamarca, Reino Unido, Nueva Zelanda y Alemania, empatada con los kiwis a 22) que permitirán tras tres regatas más el domingo disputar la final gaditana tan necesaria para sus aspiraciones de reeditar en Abu Dabi el último fin de semana de noviembre la victoria en la liga alcanzada en 2024. Los grandes rivales en la general –Australia, Reino Unido y Nueva Zelanda—terminaron por delante. “Es fundamental alcanzar la final del domingo”, dice Flo Trittel, quien trima [maneja y mueve] el ala vela con la cuerda en la mano. “Así dejaríamos atrás al menos a uno de los que están por delante”.

El infierno es chocar contra las olas y quedarse planchado sobre los patines en mitad de la calma chicha y ver pasar a todos los rivales antes de intentar levantar el vuelo del F50. Vela de 24 metros, la de vientos ligeros, cuatro tripulantes solo --Nicole Van der Velden, Joel Rodríguez, Trittel y Diego Botín-- para aliviar peso. Así le ocurrió al barco de Botín en la primera de las cuatro regatas del sábado, brisilla por encima del baluarte de la Candelaria, donde miles de espectadores gozaban de la luz, es Cádiz, y el color, mucha banderita, ninguna palestina, y sufrían con la agonía del F50 rojo, espesor, oscuridad de viaje a ninguna parte sin mal rayo que la parta, en el mar a lo largo del paseo de Santa Bárbara. Al fondo, al otro lado de la bahía, el Puerto, las torres blancas de Vistahermosa y la playa de las Redes, el solar desolador de la base de Rota.

“Mucha ola y poco viento”, resume casi telegráfico Botín, el conductor español. “Un día complicado. No han sido un desastre, pero no hemos estado finos en las salidas. No hemos colocado el barco bien para salir acelerando [la belleza alcanzada por Dinamarca en dos ocasiones y la Australia peligrosa de Tom Slingsby en otra, cómo volaban] y nos ha enganchado el desvente [secos del viento acelerador tapados a sotavento por toda la flota]. Entonces hay que esperar a que pasen todos para intentar levantarse sobre el agua y volar. Ha sido un error grande”.

Como las olas que frenan a las cuchillas de los foils en T, arriba y abajo, así el barco español en Cádiz. Duodécimos y últimos en la primera carrera (cero puntos: solo puntúan, de 10 a 1, los diez primeros), terceros en la segunda, novenos en la tercera y cuartos en la última. “Hemos salido muy mal”, dice Simone Salvà, el coach del equipo, que tampoco encontró soluciones desde el muro donde está conectado con Botín sumido en una marea de millones de datos por segundo. “Tendremos que analizarlo bien esta noche”. Pese a todo, quizás no pueda decir otra cosa, Botín es optimista, quizás alentado por el recuerdo de las dos victorias del año en el Pacífico (GP de San Francisco) y en el Atlántico (GP de Nueva York). “Peor hemos estado y hemos remontado”, dice el campeón olímpico cántabro. Tenemos aún posibilidades. Si el viento sigue así el domingo, muchos barcos se caerán. Nosotros tenemos que ser de los que siguen arriba”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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