El SailGP español se juega la temporada en el GP de Cádiz
El italiano Simone Salvà, preparador del equipo de Diego Botín, explica las claves para llegar con posibilidades de renovar el título en la gran final de Abu Dabi


Desde la grada o, más claro aún, en la pantalla de la tele que transforma a los barcos en figuritas de videojuego, la maniobra que deja a los neozelandeses a la sombra parece hija de la intuición, la ciencia de la navegación, el genio y el tacto de los seis tripulantes del F50 español, el táctico, el trimmer o la estratega, pero, invisible, en un muro bajo las gradas, esquizofrénico, un ojo en el mar, otro en las pantallas de los ordenadores, los oídos reventando con la voz del analista de datos a su lado, y en la boca un micrófono conectado con los tripulantes, Simone Salvà ha tomado la decisión victoriosa. Luego, en la zona mixta, Diego Botín, el conductor del barco, o Nicole van der Velden, la táctica, explican la maniobra que en las orillas de Governor Island, a tiro de ferry de Manhattan, permite al barco español largarse por la calle de más viento y ganar el GP de Nueva York.

Salvà, italiano de Verona y el lago de Garda, se diluye en el paisaje. Es el coach del equipo que sorprendentemente ganó la pasada temporada la liga de SailGP a los gigantes anglosajones –dioses de la vela como Peter Burling, Tom Slingsby o Jimmy Spithill—y que esta temporada marcha cuarto entre los 12 participantes –a seis puntos de Australia, cinco del Reino Unido y tres de Nueva Zelanda—a falta de solo dos regatas. Una de ellas es la que se disputa este fin de semana (sábado y domingo, 15.30, Movistar Deportes 3) en la bahía de Cádiz, festín de azules, y la luz. Los tres primeros clasificados después de la última regata (29 y 30 de noviembre en Abu Dabi) disputarán la gran final en la que el ganador se lleva todo, como en el póker, que en SailGP es un premio de dos millones de dólares.
“En Cádiz, hay que ganar a los otros tres. Será complicado. Abu Dabi es una regata difícil, con poco viento y muy impredecible. La clasificación está muy reñida, estamos muy cerca, ya no tenemos margen de error,”, dice Salvà, que se describe como el séptimo tripulante aunque no navegue, y, de hecho, figura como reserva, y habla de una temporada muy igualada en la que el barco español pilotado por el campeón olímpico Diego Botín encadenó dos victorias, en San Francisco y Nueva York, antes de entrar en una crisis de tres Grandes Premios –Portsmouth, Sassnitz, en el Báltico, y Saint Tropez—antes de volver a sacar la cabeza, y el barco, del agua con una victoria parcial en el lago de Ginebra. “Hicimos un buen trabajo en la última regata de Ginebra, logrando salvar un poco la situación, era un momento de crisis. Esa victoria fue fundamental y ahora hay que hacerlo muy bien en Cádiz y luego jugárnosla en Abu Dabi”.
SailGP, la Fórmula 1 del mar, como cantan los folletos publicitarios redactados por sus dueños –el dueño de Oracle y navegante, Larry Ellison, y la leyenda de la Copa del América Russell Coutts—son 10 barcos propiedad de otros tantos equipos y dos más propiedad de la liga, que se los alquila en cierta manera a España y Nueva Zelanda. Coutts, el director ejecutivo, explica que el futuro y el crecimiento de la competición, que ya cumple su quinta temporada, pasa por que todos los equipos sean privados, propiedad de inversores, los 12 actuales y el 13, Suecia, que se incorpora en la próxima temporada, y un 14º en 2027. Esta necesidad presiona desde hace un par de años al barco español, cuyo CEO, Antonio Alquézar, asegura que son buenas las perspectivas de hallar un grupo de inversión que aporte el mínimo de más de 25 millones de euros, gastos de funcionamiento aparte, necesarios para comprarlo. “En ese sentido nos perjudica ser los actuales campeones, porque somos muy caros, nuestro precio se ha multiplicado, pero Coutts no nos apremia. Nos apremiamos nosotros mismos, que queremos ser dueños de nuestro destino”, explica Alquézar. “No creo que el equipo español esté en riesgo. Hay bastante interés de bastantes grupos internacionales en invertir en nuestro equipo”.
Todo es ruido y presión alrededor de una regata. Sobre el agua, un tapete de billar en el que vuelan sobre los foils en T a casi 100 por hora barcos tan altos como una torre de 10 pisos, y son cuchillas que cortan el agua silbando como el viento, y valen millones de euros, los navegantes se juegan la victoria y también los deseos de los patrocinadores a los que hay que satisfacer, los gastos de preparación que hay que justificar, la amenaza constante de que otro equipo pueda ocupar su lugar, las preocupaciones personales relacionadas con la carrera profesional, las renovaciones de contratos o los traspasos de equipos.
Los días previos Botín sabe cómo aislarse del ruido con su yoga, su mindfulness y sus análisis físicos sobre la cavitación de los foils a alta velocidad, sobre un futuro con jets, chorros, en los barcos, el ala delta de los cazas para evitar romperse o el protagonismo siempre de las manos del piloto para guiar el barco. Y Salvà también lo busca. “Mi filosofía es esforzarme siempre por mantener el ruido de todas esas distracciones lo más lejos posible de mi objetivo”, dice el coach, que bendice la latinidad del grupo, su unión, en un mundo tan anglosajón, y habla con pasión de su tarea. “Durante la regata me centraré en analizar las viradas, las trasluchadas y las vueltas a las balizas. Los datos proporcionan elementos objetivos, pero siempre deben sopesarse y evaluarse para comprender su fiabilidad. Son datos como la escora, el trimado, la velocidad del barco y las lecturas de los sensores de posición de las velas o los foils, torsión, trayectoria, inclinación, ángulo, etc. Ellos hablan mucho en el barco, pero nos hemos entrenado para tener también un espacio en el tiempo, de modo que yo también pueda hablar con palabras clave exactas e importantes. Muy pocas. Fue necesario mucho entrenamiento al principio, muy complicado, porque no estás con ellos en el barco, no están acostumbrados a tener una séptima persona que habla desde fuera”.
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