Diferencia de trato en los casos de dopaje de Laura Barquero y Jannik Sinner: misma pomada, distinta sanción
La patinadora madrileña acepta una suspensión de seis años por un doble positivo días después de que el número uno del tenis negociara tres meses a la carta
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La misma indignación, idéntica sensación de injusticia manifiesta y aparente diferencia de trato, provocan en el aficionado los tres meses de sanción a la carta que arañan mínimamente la buena fama, las ganancias, la gloria y la carrera del tenista italiano Jannik Sinner, que los seis años que, como publica Hielo Español, está cumpliendo la patinadora madrileña Laura Barquero, de 23 años.
Ambos dieron positivo por la misma sustancia, el anabolizante clostebol, contenido, según ambos, en una pomada cicatrizante vendida en Italia y en Brasil llamada Trofodermin. Ambos alegaron una contaminación artificial transdérmica. El clostebol llegó al organismo de Sinner a través de las manos de su masajista quien, descuidadamente, le dio masaje después de aplicarse la pomada en un corte en una mano; acabó en la sangre de la patinadora porque guardó un tubo de Trofodermin en un cajón junto a otras cremas y tenía rastros en el exterior y ensució los otros recipientes y aunque nunca se la aplicó, sí que la contaminó. “Me dio un tubo de la pomada una compañera por si la necesitaba para una herida, sin caja ni prospecto, y la guardé en un cajón junto a otras cremas. Jamás la utilicé”, explica Barquero en Hielo Español.
Ambos han negociado la sanción con la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y sus respectivas federaciones antes de llegar a una vista programada en el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS).
Las coincidencias acaban ahí.
Sinner es el tenista número uno del mundo, reciente ganador del Open de Australia; Barquero conoció su positivo después de acabar, feliz y gozosa, en el puesto 11º junto a su pareja Marco Zandron, en su debut olímpico en los Juegos de Pekín, hace tres años. Sinner contó desde el principio con la fe de la Federación Internacional de Tenis, que solo le suspendió provisionalmente cuatro días cuando el laboratorio publicó el resultado positivo (y no fue trato de favor, también fueron tratadas con levedad dos números uno, Simona Halep e Iga Swiatek, también sancionadas por dopaje); Barquero fue juzgada inmediatamente por el tribunal ad hoc del TAS en Pekín, ante el que la Federación Internacional de Patinaje (ISU) aceptó que se la sancionara solamente con un año en vez de los cuatro establecidos en el reglamento por aceptarse que no había habido dopaje voluntario, sino descuido.

Apoyado en su fama, y por todos los poderes de Italia, país en el que tiene consideración de héroe nacional, políticos, mediáticos, populares, y en un exclusivo y costosísimo bufete de abogados, Sinner llevó a cabo una política comunicativa muy abierta, pública, proactiva. Ríos de tinta levantó su caso. Barquero, ni millonaria ni popular ni famosa ni enseña nacional, permaneció discreta, y muy callada, aconsejada por su abogado, Gorka Villar, hijo del expresidente de la española de fútbol Ángel María Villar, y ya defensor de Alberto Contador en 2011.
Razones todas para concluir que no solo la justicia ordinaria sufre de falta de independencia, que también la deportiva adolece de arbitrariedad.
Razones que se complican porque 10 meses después de los Juegos, cuando solo le quedan dos de sanción y ha vuelto a entrenarse con Zandron para los Mundiales de 2023, Barquero vuelve a dar positivo por clostebol, de una forma más extraña aún, según relata la propia Barquero en Hielo Español, el único medio al que ha concedido declaraciones: “Se volvió a confirmar científicamente con nuevos estudios del cabello que la causa más probable era una contaminación transdérmica y no un uso de la sustancia. No puedo dar mucha más información del segundo positivo porque no la tengo. Había tomado todas las precauciones, cambié mi rutina para evitar cualquier riesgo de contaminación”.
Un segundo positivo es reincidencia y revisión. Dudas sobre una nueva negligencia. La sustancia está en su orina y no puede explicar cómo llegó allí. En asuntos de dopaje, el deportista siempre tiene la carga de la prueba: parte con la culpa, debe probar su inocencia. El Código Mundial Antidopaje prevé una sanción de ocho años para reincidentes, que en el caso de Barquero podría haberse alargado a 12 si se revisaba la primera sanción y se elevaba a cuatro años. Villar y Barquero negociaron sabiendo que en el TAS podrían llegar a una suspensión demoledora y en octubre de 2024 llegaron a un acuerdo de seis años, hasta febrero de 2028, cuando la patinadora, que se ha centrado en sus estudios de fisioterapia, tendrá 26 y un escepticismo arraigado frente al ser humano y la justicia. “Lo más doloroso fue enfrentarse a un sistema tan injusto”, reflexiona. “Las normativas antidopaje, aunque han sido creadas para garantizar el juego limpio, son rígidas e insensibles”.
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