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Gallina de piel
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Trumpismo en el fútbol

La federación elige a un nuevo presidente condenado por prevaricación y la paranoia de la conspiración se instala definitivamente en el fútbol: denuncias a árbitros en los tribunales, premios que no se reconocen si no se ganan y acusaciones de amaño

El nuevo presidente de la Federación Español de Fútbol, Rafael Louzán.
El nuevo presidente de la Federación Español de Fútbol, Rafael Louzán.Isabel Infantes (REUTERS)
Daniel Verdú

Todo es mentira. También en el fútbol, un engaño, ficción. Ya no hay quien crea en nada. Ni en la buena fe de los árbitros, ni en el VAR, ni en la pulcritud de los clubes, ni en sus cuentas. La ciencia es una estafa, las líneas del fuera de juego las tira Jaume Roures desde su casa, los partidos están amañados. Todo el mundo quiere algo o está dispuesto a recibir alguna cosa a cambio de que el final del juego sea como imaginó. Pero si todo es una conspiración, una trola, ¿qué demonios nos queda a los aficionados?

El fútbol, trumpismo avant la lettre, es ya un vertedero de posverdades, intoxicaciones o incapacidad para aceptar un resultado, como hizo el magnate en las elecciones que perdió en 2020 y como hubiera vuelto a hacer si hubiese sido derrotado ahora. Basta con no admitir la realidad para que esta se envenene lentamente. También aquí ha llegado. Si no gana el jugador, el premio es injusto y el club no se presenta a la entrega. “La mugrienta liga Negreira”, bramaba el sábado Real Madrid Televisión, el canal de un club centenario, después de acosar a árbitros y ejercer presiones antes de los partidos. ¿Qué quiere decir? ¿La Liga está adulterada, corrompida? ¿Eso es lo que piensa el club?

El programa más visto del Real Madrid suele ser una película de Steven Seagal (este mes ha triunfado Renegado Jim, de Terence Hill), pero su manera de contar el mundo, cuando no echan un wéstern, se impone en todos lados. El Barça se pasó décadas atado al mástil del victimismo, la culpa siempre era de otro. “Así gana el Madrid”. ¿Así cómo? No sabíamos, claro, que era el Barça quien estuvo pagando al vicepresidente de los árbitros por no se sabe qué trabajo. Ahora el Real Madrid, el club más institucional del fútbol, la institución, se vuelve antisistema y se rebela contra el establishment. La liga se pone cuesta arriba, pues se enreda con la duda. La competición europea que fundó no le gusta: basta con abandonarla y crear una nueva. Ese iba a ser su particular Brexit.

El Nástic de Tarragona ha denunciado en los tribunales a un árbitro, previa investigación de Método 3, la agencia que se enredó con Villarejo, tumbó en la Camarga a los Pujol y puso en jaque al sursuncorda con la Operación Cataluña. La verdad debe aflorar. Es la primera vez que un club se querella contra un árbitro en los tribunales ordinarios. Y que utiliza herramientas de la política más hedionda de las últimas décadas. Puede que tengan razón. Pero, si esto es un precedente, amenaza tormenta. El CTA “garantiza de manera rotunda la integridad de la competición y la capacidad de los árbitros para actuar con el máximo rigor y libertad”. Faltaría más. Berlusconi hacía lo mismo con los jueces, algún que otro político lo ha hecho también últimamente. La justicia no es ciega y hay que desenmascararla. Es el viento que sopla en todos lados.

La verdad está acabada. Y quienes intentan defenderla, ya sea un periódico, un árbitro o la ciencia (la vacuna contra una pandemia global), terminan enfangados en el lodazal populista. Eso o, en realidad, todo es una trola, quién sabe. Porque luego van 90 de los asambleístas del fútbol español y eligen como nuevo presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) a Rafael Louzán, condenado a siete años de inhabilitación por prevaricar.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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