_
_
_
_

Mammoth Lakes, el paraíso del trail en Yosemite que fue protagonista de la fiebre del oro del siglo XIX

Elhousine Elazzaoui y Joyce Njeru ganan la última carrera regular de las Golden Trail Series en una pequeña localidad californiana levantada por la codicia de los mineros

Philemon Kyriago, Patrick Kipngeno y Elhoussine Elazzaoui lideran la carrerra de Mammoth 26k en el tramo final de la subida.
Philemon Kyriago, Patrick Kipngeno y Elhoussine Elazzaoui lideran la carrerra de Mammoth 26k en el tramo final de la subida.Mathis Decroux

La codicia de los mineros que llegaron a los pies del Parque Nacional de Yosemite en busca de un botín de oro del tamaño de un mamut dio nombre al pueblo en el que se asentaron en el siglo XIX y renombró la montaña que lo custodiaba. Tiene cierta gracia que un circuito de carreras de montaña con el apellido dorado — Golden Trail Series — recorriera el pasado domingo los 26 kilómetros de la última carrera de su calendario regular entre Mammoth Lakes y Mammoth Mountain (California, EE UU), uno de los grandes paraísos del esquí estadounidense, estrenado por aquellos mineros que competían entre sí con tablas de madera hechas a mano que hoy decoran cualquier bar. Junto a los osos, ellos sí, vecinos de pleno derecho. El mamut se quedó en el nombre, pues la naturaleza castigó su avaricia. Pero alumbraron un paraíso montañero que ahora también se disfruta en las laderas desnudas en verano. La nieve comparte pista con las zapatillas voladoras de Elhousine Elazzaoui y Joyce Njeru, el marroquí y la keniana que ganaron dos carreras con un guion diametralmente opuesto.

Mammoth Trail Fest surgió para incentivar el turismo estival en una localidad de unos 7.000 habitantes que recibe a más de 20.000 visitantes en invierno porque su ubicación —a unos 2.500 metros de altitud en un sistema que se eleva hasta cerca de los 4.000 — convierte su estación en una de las que más nieve acumula en todo el mundo. No lo creyeron los miembros de Comité Olímpico Internacional cuando California se presentó a los Juegos de Invierno de 1932, replicando que allí solo había playas y frutas tropicales. “Es muy importante traer visitantes todo el año para que nuestros vecinos tengan trabajo y puedan hacer su vida aquí”, resume el director del evento, Tim Tollefson. Lagos para pescar y bosques con árboles centenarios amables, no solo para correr, sino para la bici. Sus calles, llenas de edificios en construcción, validan la apuesta.

Por eso la meteorología es alpina y cambia drásticamente: un día soleado puede desembocar en una tormenta de nieve, unos copos que cubren la carretera que atraviesa Yosemite, una estampa única por su mezcla de granito desnudo y pinos. Cuatro estaciones en 24 horas. La mayoría de las carreras estadounidenses no se disputan en entornos tan montañeros, pero Mammoth mantiene la misma costumbre. “Aquí no hay material obligatorio, somos cowboys”, bromea Tollefson a los corredores. “Prestamos atención a la meteorología, pero confiamos en la gente para que tome decisiones sabias. Tenemos un plan muy detallado de emergencias [voluntarios que hacen el recorrido a primera hora y contacto con hospitales], pero no debemos dictar lo que se debe hacer”. El consenso de la élite es el mismo: ellos van a pasar poco tiempo en la cima y los demás son adultos para saber qué llevar.

El perfil —apenas 1.200 metros de desnivel positivo frente a carreras europeas que duplican esa cifra— pone la belleza y el espíritu comunitario por encima de la dureza. “Estos son los senderos en los que nos preparamos para UTMB o Sierre Zinal y queremos compartirlos con el mundo. Me gusta crear los recorridos basándome en la estética de un mapa, debe tener sentido. No voy a forzar para tener más kilómetros o más desnivel”, subraya Tollefson, que añade la altitud a la ecuación, pues la cima roza los 3.400 metros. Un punto inesperado de animación, —tras una subida de 4,7 kilómetros al 16% y tramo final sin vegetación, con un viento tramposo que enfría a la par que frena— porque se llega en teleférico y los voluntarios del avituallamiento tienen compañía: la banda musical del instituto.

El resultado es un circuito volador, con una bajada de 14 kilómetros: un tramo inicial más inclinado a través de la piedra fina de la estación —un tobogán que los primeros recorren en la frontera de los tres minutos por kilómetro— y otro más suavizado entre pinares, un lecho de ramas que amortigua y mantiene una velocidad de crucero que solo reducen unas zetas a veces antinaturales que no pueden recortarse por mandato de las autoridades ambientales. “En Europa puedes meter una carrera casi por cualquier sitio, pero aquí no. Tenemos que proteger la zona para otras generaciones”.

Fue el terreno en el que Elazzaoui y el keniano Patrick Kipngeno libraron un mano a mano a toda velocidad buscando una tercera victoria para llegar a la final de Locarno (Suiza) del próximo mes encabezando la general con el máximo de puntos. Tras adelantarse constantemente, llegaron juntos al pueblo, al que se entra a través de un puente de madera. El marroquí bajó las escaleras en primera posición, pero su rival tenía una marcha más, suficiente para un adelantamiento que buscó innecesariamente por el interior. Elazzaoui se cerró, de forma aún más evidente que Sifan Hassan en la maratón olímpica de París. Y Kipngeno, que casi se cae, ya no tuvo arrestos para volver a arrancar y cruzó la meta negando con el índice a su rival, que yacía en el suelo tras parar el crono en 1h49m35s.

Repitió la victoria en Headlands una semana atrás, el premio a su lucha por un visado, denegado el año pasado. El mismo doblete que Njeru, que se marchó de salida y ganó con suficiencia a Madalina Florea: su estado de forma, su rendimiento en la altitud y una mentalidad de hierro para un tiempo de 2h11m56s. También llega a la final con el máximo de puntos y el trono lleva su nombre. A casi diez minutos cerró el podio Anna Gibson, que exprimió una vida en altitud en Wyoming para ser la primera del segundo escalafón.

Un terreno ‘fácil’ que ha integrado a mucho neófito: más de 2.000 inscritos divididos en varias distancias; 750 lo hicieron con la élite del trail mundial. “Queremos que Judith [Wyder] y Rémi [Bonnet] compartan salida con un debutante que inspire a sus niños”. Y una inclusión pionera en cuanto a género, pues el 42% son mujeres, la envidia de muchas carreras, algo que Tollefson explica por su mensaje global de bienvenida. Él, con sus exóticos calcetines que no van a juego, no suelta el micrófono en meta y da una palmada en la espalda a los corredores más exhaustos: “Welcome to California!” (”¡Bienvenidos a California!”).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_