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España domina en Desafío Urbión el Mundial de trail de la España vaciada

Alain Santamaría se proclama doble campeón del mundo y la selección cosecha cinco medallas en el bautismo internacional de un evento impulsado por el compromiso de sus vecinos

Alain Santamaría, en un momento de la carrera.
Alain Santamaría, en un momento de la carrera.Diego de la Iglesia

Dos amigos se retan en busca de la forma más rápida de subir y bajar desde Covaleda (Soria) al Pico Urbión, el padre del Duero, y diez años después su obra se convierte en campeonato del mundo. Desafío Urbión, un nombre acorde a sus orígenes, ha vivido este fin de semana su bautismo internacional, el colofón al cariño que ha sumado con el tiempo entre los corredores por montaña, embaucados por tanta dedicación, por ver un voluntario en cada esquina de un recorrido terrible, vecinos que enfrentan cada día la despoblación. Una cita en la que España estuvo a la altura de su rol organizador con cinco medallas y un nombre propio: Alain Santamaría, que se ha coronado este domingo como una de las grandes voces del trail tras proclamarse doble campeón del mundo.

La falta de músculo por parte de las federaciones y el poder de los circuitos privados reparte el poder en el trail, lejos de la clara pirámide de poder de otros deportes. España albergaba el Mundial de la International Skyrunning Federation, que engloba a las federaciones de montaña. Desafío Urbión contó con representación de 41 países para las modalidades de ultra, kilómetro vertical y sky, la distancia intermedia, el valor de marca de Desafío Urbión. El recorrido de unos 38 kilómetros y unos 2.800 metros de desnivel positivo con el que aquellos vecinos conquistaron corazones. Porque la despoblación se intuye en el Sistema Ibérico, en sus carreteras envejecidas con escaso arcén que atraviesan pueblos que languidecen en invierno.

Alain Santamaria celebra su triunfo en la distancia Sky.
Alain Santamaria celebra su triunfo en la distancia Sky.diego de la iglesia

La dureza de Desafío Urbión va más allá de sus números. Desde su perfil de constante sube y baja a la complejidad del terreno: no hay una zona que asuste, pero todo discurre por superficie minada: los metros de sendero limpio, sin raíces o piedras, se cuentan por cientos. Correr en praderas por 2.000 metros —se coronan tres cimas por encima de esta altitud— es un arma de doble filo, pues el suelo es amable, pero las hendiduras dificultan la pisada. La subida desde la Laguna Negra, el epicentro turístico, hasta Urbión es tan empinada que requiere una cuerda. Y el Hayedo, con mayúscula, la subida final, ofrece escenas que piden una marcha fúnebre.

Allí, en la rampa más dura del recorrido —pendiente por encima del 40% sin piedras a las que agarrarse, donde los mortales usan las manos, gatean, comen tierra— fue donde Santamaría rompió a Lorenzo Beltrami, que lo apostó todo a las bajadas, su maestría, y no acabó de descolgar al riojano, obligado a dosificar tras ganar el viernes el Kilómetro Vertical. Sobrevivió a los calambres, hasta que sus piernas despertaron. Llegó en cabeza a esa última cima, llena de campanas y con un ambiente que hace olvidar por unos segundos unas constantes vitales de ingreso hospitalario inmediato. Y se dejó caer por una bajada rápida —que no fácil— hacia Covaleda, al lugar del que había salido 3h33m11s antes. Diez minutos menos que su victoria el año pasado y arrebata a Manuel Merillas el récord de la prueba.

Todo después de emerger entre la niebla el viernes a los pies del Moncayo, como el Chava en el Angliru, una comparación que le emociona, pues fue ciclista profesional. Así se llevó el kilómetro vertical que partió de Aldehuela de Ágreda, una pedanía de Ágreda que no llega a la decena de habitantes. Desde sus calles empinadas, 4,8 kilómetros y 1.050 metros de desnivel positivo hasta Peña Negrilla, a 2.100 metros, el mejor mirador de la zona porque recoge la cima que asustaba a Gustavo Adolfo Bécquer y cientos de kilómetros a la redonda. El riojano calculador se impuso a un especialista, el estadounidense Demoor Joseph, un esquiador de montaña explosivo que le adelantó, pero tampoco le rompió. Así que cogió su rueda y le machacó en el falso llano, los últimos 50 metros, para ganar con 40m56s.

Tuvo tiempo para bajar y dar un alarido a Naiara Irigoyen, su pareja. Todo se pega, también la estrategia de carrera, aunque es difícil decir quién ha contagiado a quién. La navarra decantó la prueba en el tramo de más pendiente, la pedrera de andar, como sus prestigiosas victorias en Txindoki o Zegama, dos verticales canónicos. En ese terreno exprimió su zancada larga, haciendo camino al andar, y batió (50m08s) por 20 segundos a la suiza Paola Satampanoni. Una disciplina tan agónica se basa en el constante ejercicio de engañar al cerebro para que permita al cuerpo seguir sufriendo. Y correr cerca de casa —el chute de ver gritar a su madre, que nunca se inmuta— le dio el resto.

Naiara irigoyen celebra su título mundial en kilómetro vertical.
Naiara irigoyen celebra su título mundial en kilómetro vertical.Diego de la Iglesia

La pareja ya tenía sus oros cuando unos ancianos pasaban por el arco de salida en Vinuesa y trataban de pronunciar Skyrunning. De allí salió el sábado Jesús Gil, el manchego que entrena sin montañas en Ciudad Real y que 7h21m29s después asimilaba con dificultad en Covaleda la etiqueta de subcampeón del mundo tras un ultra diseñado para la ocasión con 70 kilómetros y 4.500 metros de desnivel positivo. El “pico y pala” de un profesor que se emocionó en meta: “Era el objetivo de mi vida”. Un hito para alguien que empezó a correr como cuarentón. “Voy a hacer 48 años y cada día estoy más fuerte. El ser humano hace cosas increíbles”. El italiano Cristian Minoggio impuso su ley (6h53m47): dejó al manchego en la primera bajada técnica —su especialidad— y no miró atrás.

También hubo victoria italiana en el ultra de mujeres, la de Giulia Marchesoni (8h38m10s), que tomó el mando en el ecuador y relegó al tercer puesto a Gemma Arenas, que sufrió de lo lindo (8h48m54s), pero se sobrepuso a los efectos de la menstruación en una distancia así y a una caída en la que se quedó encajada en las costillas y necesitó ayuda para salir. Ahuyentó los fantasmas de retirada y silenció los dolores en meta con una enorme sonrisa.

Como la de Oihana Kortazar, la corredora española más laureada, una de las enamoradas de Desafío Urbión, una prueba que había ganado las dos últimas ediciones y que corrió el año pasado porque sabía que no iba a ser seleccionada. La Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada exige a los corredores que descansen la semana anterior y la guipuzcoana, alérgica al barbecho, compitió en una de las pruebas del Ultra Trail del Mont Blanc. Con todo, corrió en la categoría Open —todas las distancias combinaron el Mundial con una participación abierta— y quedó cuarta (4h34m59s). Lejos de la campeona, la sueca Louise Jernberg (4h25m36s), pero siete minutos menos que la mejor española, Isabel Calero, séptima.

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