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El ciclismo es un asunto del corazón

Delirio y sencillez lírica en las 45 historias de ‘Pelotón Hogar’, de Paul Fournel

Carlos Arribas
Peloton Hogar ciclismo
Pelotón Hogar

El ciclismo es sentimiento y no épica, pequeños seres con sueños grandes y un hogar llamado pelotón del que sienten la nostalgia del ausente cuando están lejos, y a veces la rabia de quien no puede huir, el dolor, y el deseo de montar en bicicleta, y Paul Fournel, escritor sensible, quiere habitar con ellos.

Como Tim Krabbé, el holandés que creó el celebradísimo El ciclista, Fournel (76 años, francés de Saint Étienne, donde a comienzos del siglo pasado las fábricas de armas empezaron a fabricar bicicletas) escribe de ciclismo con sencillez lírica y delirio. Así armado penetró en la bruma del universo de Jacques Anquetil, el más admirable de los grandes campeones, tan único (La soledad de Anquetil, Contra, 2017), tanto amor despierta; y, aún más inspirado, o así lo parece, quizás porque cada vez se extraña más la poesía y el paisaje, el viento, en un deporte secuestrado por los tecnólogos y la bigdata, escribió en 2022 Peloton Maison, una colección de 45 historias cortas, muy cortas, dos, tres páginas cada una, que Marcos Pereda acaba de traducir al español para que lo publique la editorial Libros de Ruta con el título Pelotón Hogar.

Como si cada relato naciera de una duda sobre sí mismo, Fournel, su magia, escribe en primera persona y es 45 ciclistas diferentes, y siempre el mismo. Es un superviviente del látigo, una corredora furiosa, escalador filiforme, percherón flamenco, sprinter culo de plomo, poblador siempre del pelotón que se ovilla y se estira, se acelera y se rompe y se recompone al ritmo tanto del viento, del impulso de los mejores, de los bocinazos desde los coches de los directores, de sus gritos por el pinganillo, como de las relaciones de clase y de poder que forman su tejido, la trama y su envés.

El pelotón, se descubre finalmente, el hogar, es una ilusión que solo se desvanece cuando, poseído por una fuerza superior, los olores del bosque, la tierra húmeda el primer día de primavera, los cruces de carreteras del pueblo en el que nació y creció, los caminos de la infancia, una mañana de entrenamientos, el ciclista se olvida por un momento de los datos del ordenador, manos arriba en el manillar pone el plato pequeño para pedalear rápido y avanzar lento, y, deslumbrado por la memoria, pone pie a tierra.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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