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Erick Mendonça, de no poder caminar a jugar fútbol sala en el Barcelona

El jugador portugués de origen mexicano, campeón del mundo y de Europa, quedó postrado en una cama a los siete años a causa de la enfermedad de Legg-Calvé-Perthes

Erick Mendonça
El nuevo jugador de fútbol sala Erick Mendonça habla con EL PAÍS en la Ciudad Deportiva.massiliano minocri
Irene Guevara

“Um leão não verga” (un león nunca se cae, en portugués) pidió que escribieran en sus botas tras fichar por el Barcelona fútbol sala. Un lema que representa su manera de vivir, dentro y fuera del campo. Erick Mendonça (México, 28) lo ha ganado todo en Portugal. Pero tras esa sonrisa perenne y alma resiliente se esconde un jugador de fútbol de barrio y de árbol genealógico puramente deportivo que tuvo que empezar a caminar de cero desde los siete años hasta los catorce por culpa de la enfermedad Legg-Calvé-Perthes. Se emociona al hablar de su madre, su familia y su barrio. Y también de su pasado. Hizo historia con Portugal al proclamarse campeón del mundo y de Europa, y ahora vive “una montaña rusa” al cambiar de club y país con un niño recién nacido entre sus brazos. Pero antes de eso, tuvo que aprender a levantarse. Aunque nunca cayó.

Su historia vive en su piel. Sus tatuajes rememoran su camino, sus orígenes y su familia. Cuando vio la película de Disney Coco algo despertó en él, y no pudo evitar llorar. “Nací en México. Mi madre, que era jugadora de vóley, conoció a mi padre, jugador profesional de futbol campo, en un desplazamiento con la selección portuguesa. Pero no todo salió bien, y mi madre, sola, volvió conmigo a Portugal”, asegura el jugador, que nunca ha vuelto a México. “Mi madre siempre me dice que volveré algún día. Y yo quiero hacerlo”, considera Erick.

En su brazo derecho se materializa la unión entre Portugal y México. En el enorme tatuaje figuran los mapas de ambos países, con él de niño, con un balón en los pies, observando una placa en su barrio con el nombre de su abuelo, con quien empezó su carrera en el fútbol en el Centro Recreativo e Cultural da Quinta dos Lombos. “Mi familia tenía un club de fútbol sala, y yo jugué desde pequeño con mis primos y tíos”, recuerda Erick. Pasaba horas en su barrio, con sus amigos, siempre con varias pelotas entre los pies. Pero todo se truncó cuando cumplió siete años.

“Empezó con un dolor en la cadera. Como jugaba todos los días, mi madre pensó que sería algún golpe”, explica Mendonça. Pero las molestias continuaron, y decidieron acudir al médico a una primera exploración: “nos dijeron que podía no ser nada, o ser algo muy grave”. Le derivaron al doctor Cassiano Neves y, tras una radiografía, hospitalizó a Erick y mandó a su madre a recoger ropa. Tenía Legg-Calvé-Perthes, una enfermedad que destruía parte de los huesos de la cabeza del fémur a causa de la interrupción temporal del riego sanguíneo. Pero el pequeño Erick necesitaba hacer reposo absoluto, y su madre no podía costearse la estancia en el hospital. Tras unos días, el jugador regresó a casa, donde continuó la rehabilitación desde su cama, después en silla de ruedas y finalmente en muletas. La travesía, sin embargo, duró siete años.

“No te preocupes, todo va a salir bien”, repetía la madre de Erick, tenaz y guerrera, a su hijo. “Yo, siendo un niño y sin saber lo que podía pasar, creía en mi madre. Ella lo ha sido todo, padre y madre, y ha sufrido mucho”, recuerda él. Lo peor del proceso fue la silla de ruedas: “cuando eres pequeño, ves al resto con sillas de ruedas y sabes que hay algo grave. Y de repente, eres tú el que está ahí sentado. Al principio sentía vergüenza, y la gente se reía”. No podía jugar con sus amigos, ya no podía correr ni chutar, pero Erick siempre encontraba una fórmula para unirse a las pachangas. “Mi madre a veces se asomaba a la ventana y me veía jugando con las muletas en la portería”, recuerda Erick entre risas.

El nuevo jugador del FC Barcelona, Erick Mendonça, ha fichado por tres temporadas con el club azulgrana.
El nuevo jugador del FC Barcelona, Erick Mendonça, ha fichado por tres temporadas con el club azulgrana.massiliano minocri

Una vez liberado de las muletas, tuvo que aprender a correr: “nunca me olvidé de caminar. Pero fue mucho tiempo sin hacerlo, y cuando empecé a correr, lo hacía muy mal”. A los 14 años, con una reconstrucción ósea de la cabeza femoral del 97%, retomó su pasión, el fútbol sala, siempre seguido de cerca por su doctor. No había secuelas físicas. Tampoco psicológicas. Volvió al Quinta dos Lombos, y tres años después ya formó parte del equipo junior del Sporting. Pero lo apartaron, y tuvo que volver al club de su infancia en 2015, que recién ascendía a Primera División. El Fundao lo fichaba en 2016, y dos años más tarde, el Sporting volvía a incluirlo en sus filas. Un camino en el que Erick tuvo que empezar desde cero, pero en el que nunca cayó.

Y se alzó por todo lo alto. Se proclamó como campeón del mundo y de Europa con la selección portuguesa. Ha ganado, en estos cinco años, 16 títulos con el Sporting Club en 202 partidos con 71 goles. Cuando le preguntan cómo vivió la victoria del campeonato del mundo, no lo recuerda: “había 12.000 personas, intenté mirar a mi madre y mi mujer, pero no recuerdo nada.”. Su madre, faro en la vida del jugador, empezó a llorar, y le dijo a su hijo: “me dijiste que ibas a ser campeón del mundo. ¿Cómo lo haces para cumplir todo lo que hablamos?”.

Ahora, su sueño es el Barça, con el que ha firmado tres temporadas. Pero estos últimos meses han sido complicados para Mendonça. Uno de sus tíos estaba enfermo, y el salir de su país y del club con el que lo ha logrado todo, le daba miedo. Cuando jugaba en Portugal, todas las semanas regresaba a su barrio, y ahora solo podrá hacerlo a final de temporada: “siempre estuve cerca del Sporting, de mis amigos, que son como hermanos, y de mi familia”, explica Erick. Está nervioso con los cambios, pero no tanto como cuando nació su hijo.

“Cuando se anunció el fichaje mi pareja Joana estaba pariendo. Mi teléfono estaba loco, con las noticias y con los mensajes”, explica Erick, que asegura que ya está planeando su próximo tatuaje sobre Luca, su hijo recién nacido. Ahora vive cerca de la playa, fundamental para él, y a pesar de que no ha tenido tiempo de recorrer la costa catalana, ha preparado una lista de todo aquello que debe ver.

Al otro lado de la península queda su querido Portugal, donde su madre sacó adelante a Erick y a su hermana. “Está muy orgullosa de mí, y es una loca por el fútbol sala. Es una cosa muy familiar. Si no mira mis partidos, es porque está mirando los partidos del resto de familiares”, comenta Mendonça. Todo lo que habla con su madre sobre fútbol sala, se cumple. “Le da miedo”, comenta Erick. Ahora tiene en mente su futuro con el Barça. Pero no cuenta sus intuiciones. Solo él sabrá, a final de temporada, si su sueño se ha cumplido.

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