La Superliga de Arabia
El 11 de agosto arranca el torneo más desaforado del siglo, parte de un proyecto político del príncipe heredero saudí que sorprende a la industria del fútbol europeo
Dos años y medio después de que Florentino Pérez anunciara en El Chiringuito su intención de “salvar el fútbol” mediante la refundación del negocio con una competición cerrada bautizada como Superliga Europea, resulta que Mohamed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí, ha materializado una idea análoga. Como dice Raúl Caneda, el entrenador gallego que dirigió a dos de los cuatro gigantes del fútbol saudí —Al-Ittihad y Al-Nassr—: “¡La verdadera Superliga es esta!”.
La Saudi Pro League arranca el próximo viernes 11 de agosto después de siete meses desaforados. Lo que comenzó por el fichaje de Cristiano Ronaldo por el Al-Nassr, el pasado enero, se ha propagado en forma de compras con impacto en toda la industria tradicional del fútbol, especialmente sobre los grandes clubes, aquellos que compiten por alzar la Champions.
“La influencia de Arabia Saudí en este momento es enorme”, declaró esta semana Jürgen Klopp, el entrenador del Liverpool, que en el último mes ha visto cómo el Al-Ittihad le fichaba a Fabinho, el Al-Ahli se llevaba a Firmino, y el Al-Etifaq a Henderson, tres piezas clave en el equipo que conquistó la Liga de Campeones en 2019, contratados por no menos de tres años a razón de un mínimo de 20 millones de euros de salario neto por curso. Hasta seis veces más de lo que cobraban en Inglaterra. Es el caso de Henderson, que cobraba seis millones de euros netos anuales en el Liverpool, ha pasado a ganar en torno a los 35 millones.
El régimen fiscal ayuda a tentar a las figuras. Las personas físicas nacidas en el extranjero y residentes en Arabia Saudí no pagan impuesto de la renta. La masa salarial de la Saudi Pro League asciende a 600 millones anuales. La Bundesliga invierte 830 en pagar el sueldo a los futbolistas, pero la Hacienda alemana recauda el 45%.
Ruben Neves tiene 26 años y lo que ganaba en la Premier, como mediocentro del Wolves, no le pareció suficiente. Cuando le preguntaron por qué había fichado por el Al-Hilal, abandonando su puesto en la liga más atractiva del mundo para llevarse a su familia a un estado totalitario en el que las mujeres viven bajo un régimen de tutela masculina, el portugués apuntó al salario: “Para dar a mi familia la vida que siempre quise ofrecerle”, dijo. “Es el trofeo más grande de mi carrera”. El Al-Hilal le paga 25 millones de euros al año.
Neves es apenas un personaje secundario. En las últimas semanas la liga saudí contrató futbolistas de los últimos cinco clubes campeones de la Champions. Instituciones que por su poder financiero se supone que no son vendedoras, como el Chelsea, de donde han salido Kanté, el mejor mediocentro del Mundial de 2018, y Koulibaly, considerado el mejor central del mundo durante el último lustro. Potencias como el Madrid, que perdió a Benzema a manos del Al-Ittihad; el Bayern, que traspasó a Sadio Mané al Al-Nassr por 30 millones; o el City, que vendió a Mahrez al Al-Ahli por 35 millones de euros.
El estallido de grandes fichajes es nuevo. Pero la inyección de capital de Arabia Saudí en el fútbol responde a un proceso largo y meditado. Según el portal Transfermarkt, desde 2013 las inversiones netas en fichajes del Al-Nassr (217 millones de euros) y el Al-Hilal (269 millones) los inscriben entre los 25 clubes que más dinero han gastado en la última década en todo el mundo. El Al-Hilal acaba de superar al Madrid, cuya inversión neta se eleva a 246 millones.
Mohamed al-Deayea, el saudí con más partidos (178) en su selección, infló el pecho. “Nuestro fútbol está en expansión”, dijo tras los fichajes de Cristiano y Benzema. “Hemos jugado seis de los últimos ocho mundiales. Y en el último vencimos a Argentina”.
La expansión obedece a factores estratégicos y puramente emocionales. El Mundial celebrado en Qatar a finales de 2022 aguijoneó el afán competitivo de los jeques saudíes, celosos del éxito que verificaron en el pequeño vecino árabe. Mohamed el-Assy, director general del Almería y brazo derecho de Turki el Sheik, el presidente de la Autoridad General de Entretenimiento de Arabia Saudí, lo recordó con pasión cuando comparó su país con Abu Dabi y Catar, los otros grandes inversores árabes en el fútbol: “Arabia Saudí tiene 40 millones de habitantes, Qatar tiene dos y solo tiene gas; Abu Dabi produce 3,5 millones de barriles por día; Arabia Saudí produce 13,5 millones por día”.
700.000 millones
Mohamed bin Salman, el heredero al trono saudí, de 37 años, no solo quiere emplear el fútbol para lavar su imagen de autócrata cruel y dejar claro ante el mundo cuál es la gran potencia nacional árabe. La gran ambición del príncipe consiste en llevar a efecto un programa personal que bajo el rótulo de Visión 2030 procura rediseñar las bases económicas y sociales de su país. Reflejo del plan franquista para la España que salía de la posguerra, los tecnócratas árabes pretenden liberar la economía de la dependencia del petróleo desarrollando las industrias del entretenimiento y el turismo. El fútbol es un pilar de la nueva visión. El estado saudí ha presentado su candidatura a acoger el Mundial de 2034 y anuncia un presupuesto de más de 700.000 millones de euros del fondo soberano de inversiones para crear infraestructuras y estimular la competitividad de los clubes locales.
“Tendremos que aprender a vivir con eso”, advierte Klopp, acérrimo opositor de la Superliga Europea y ahora alarmado ante otro desafío de consecuencias impredecibles. “Lo peor es que el mercado de fichajes saudí cierra el 20 de septiembre, dos semanas después que el mercado en Europa. La FIFA y la UEFA deberían hacer algo”.
Sin televisión, de momento
“Donde voy atraigo interés”, proclamó Cristiano Ronaldo hace una semana. “Relancé la Liga, la Serie A, y ahora soy el pionero del fútbol saudí. Mi llegada a Arabia ha convencido a otros campeones para reunirse conmigo”.
El Mundial de Qatar hizo un alto para atender al rumor: Cristiano, de 38 años, ficharía por el Al-Nassr, uno de los clubes de Riad, hasta junio de 2025 por un salario anual de 200 millones de euros. El rumor se confirmó en enero de 2023. La liga saudí estaba lanzada. Un mes más tarde, el Al-Nassr se la jugó con el Al-Ittihad, el equipo que le disputaba el liderato. Se impuso el Al-Ittihad por 3-1. Cristiano no marcó. Acabó la temporada con 14 goles en 16 jornadas. Lo superó el goleador del Al-Ittihad, el marroquí Abderrazak Hamdallah, con 21 tantos en 26 partidos. El club de Yedda fue campeón de la Saudi Pro League a cuatro puntos del Al-Nassr. El efecto del goleador más ruidoso del siglo no fue suficiente para que su equipo conquistara el título en un campeonato menos volátil de lo que se presume.
Todos los clubes de la liga saudí son emanaciones del Ministerio de Deportes, valga decir, el rey. El estado controla el 75% del capital de los cuatro clubes más grandes: el Al-Ittihad, el Al-Ahli, el Al-Nassr, y el Al-Hilal, la misma entidad que ofreció 300 millones de euros al PSG para hacerse con los servicios de Kylian Mbappé. Si a Mbappé le hubiera dado por mudarse a Riad la operación se habría inscrito como el traspaso más grande de la historia y los derechos de televisión de la liga saudí se habrían disparado en el mercado. A la espera de que los actores determinen el valor de la competición, ningún operador ha comprado los derechos.
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