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SIEMPRE ROBANDO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Piscinas sin socorristas

He aquí lo que se dirime en este grave asunto: lo que pasa por la cabeza de Soldado cuando se retuerce de dolor bajo la mirada de miles de personas que saben que no le han hecho nada.

Roberto Soldado en el partido entre el Levante UD y el Deportivo Alavés en Valencia.
Roberto Soldado en el partido entre el Levante UD y el Deportivo Alavés en Valencia.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)
Manuel Jabois

Una de las cosas más divertidas del teatro hecho por Roberto Soldado este sábado mientras se jugaba el ascenso, perdiendo un tiempo precioso que necesitó su equipo después, haciéndose el golpeado y protestando al árbitro como si le acabase de estafar Afinsa, es que muchísima gente haya salido a atacarlo por su ideología, al parecer cercana o inspirada o inspiradora del famoso partido político Vox. Al subrayar sus filias pareciera que Soldado, en caso de ser del partido PSOE o Sumar, o de ser nacionalista corso, tuviese licencia para hacer futbolísticamente lo que le dé la gana por ser políticamente amigo. Como si la política fuese más importante que el fútbol; como si la ideología pudiese condicionar lo que pasa en un campo, lo más sagrado del mundo después de la cuna de un hijo.

Hecha esta aclaración, vayamos a los terribles hechos que se juzgan. Roberto Soldado ‘muere’ en un Levante-Alavés sin que nadie lo mate, y lo hace sabiendo que lo han visto sus rivales, lo han visto sus compañeros, lo han visto muchos de los aficionados y, mejor aún, lo van a revisar en el VAR y lo va a ver todo el que quiera. Que está quedando fatal, que si nadie se creyó su caída en directo, imaginen cuando lo vea el resto del mundo en cámara lenta. Y aquí está lo que se dirime en este grave asunto: lo que pasa por la cabeza de Soldado cuando se retuerce de dolor bajo la mirada de miles de personas que saben que no le han hecho nada. Que saben, como saben hasta los fans de jugadores piscineros, que ese hombre desplomado sólo está disimulando en el suelo y a veces muy a su pesar, porque ya no hay forma digna de levantarlo. No ha conseguido lo que pretendía gracias a la trampa, y menos mal, pero hay algo peor: la trampa ha sido descubierta y él reclama cosas después de 25 años en la élite, como si no hubiese aprendido nada. Le va a protestar al árbitro como si fuese el regidor de su estreno en el Teatro Provincial de Pontevedra obligándole a repetir secuencia.

No es nuevo y sigue siendo asombroso, en todos los equipos, que haya jugadores que quieran pervertir el resultado mediante uno de los engaños más humillantes, distinto al del gol con la mano o trucos más vivos, que consiste en hacerse la víctima. Es una correspondencia perfecta con lo que pasa fuera del campo, donde tiene más prestigio un agresor que una víctima fingida, alguien que quiere seguir dentro del sistema aprovechándose de sus ventajas mientras trata de beneficiarse de él reclamando castigo por un delito inventado. De ahí que haya que volver a la cuestión inicial: ¿qué pasa por la cabeza de un jugador que se finge muerto cuando tiene que levantarse y seguir como si nada? ¿Sueñan los teatreros tumbados boca abajo en el césped con ovejas eléctricas? ¿En quién pensaba Cristiano cuando levantaba los brazos después de que el viento lo mandase a la lona? ¿Hay mejor homenaje al emoji de la carita entreviéndose entre los dedos que el de Busquets en su famosa acción contra el Inter de Milán, cuando ordenó expulsar a un interista y luego, no conforme con eso, quiso verlo desde un lugar preferente asomando la cara ardillesca entre sus manos?

Soldado es reincidente porque hay pecados que, una vez cometidos, es imposible no repetir. Aunque sean tan ridículos como este. Hay cosas en la vida que, cuando las pruebas y te sientan mal, no puedes parar de repetirlas hasta que te sientan bien. Nunca lo hacen. Nunca se recupera uno del primer ridículo. Pero hay que respetar su formidable respeto por el rival: siempre, quien hace el tonto, acaba beneficiando a quien lo convierte en listo.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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