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Invasión de campo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“No puedo, tengo fútbol”

Queda un mes y medio en el que se deciden los títulos y también los que no lo son, pero valen lo mismo o más

Real Madrid - Chelsea FC
Aficionados del Real Madrid aguardan la llegada del autobús del equipo.Daniel González (EFE)

Probablemente, será la frase que más repita en las próximas semanas: “No puedo, tengo fútbol”. A mi familia y amigos os pido perdón de antemano por los mensajes de WhatsApp que no voy a contestar, las llamadas que no voy a responder y los planes que voy a declinar. Os compensaré. Nos vemos a mediados de junio.

Queda menos de mes y medio de competición en lo que a fútbol de Primera División se refiere. Un tiempo limitado en el que se decide todo, lo bueno, lo malo y lo regular. Todo se concentra justo en el mes en el que en algunos puntos de España llegaremos a los 40 grados, en ese mes en el que encontrar sitio en una terraza debe ser como ver pasar al Cometa Halley, algo que quizás ocurra dos veces en una vida humana. Empieza ese mes en el que a la gente le da por hacer planes. No deben saber lo que hay en juego.

En los próximos 45 días los focos se los van a llevar el título de Liga, la final de la Copa del Rey y la de la Champions League. Son los tres grandes acaparadores de atención a estas alturas del año. En mayo se acumulan todos los títulos y también los que no lo son, pero valen lo mismo o más. No todos los trofeos van grabados ni ocupan un espacio en nuestras vitrinas, algunos son simbólicos, pero pesan más que cualquier metal.

Y como no está la cosa como para despreciar una celebración, cada uno festeja lo que quiere. Porque dejar de sufrir también es un título. Una permanencia, por ejemplo, para muchos equipos será lo más cerca que estarán de levantar un trofeo. Cualquier doctor diría que tiene los mismos síntomas: lágrimas, alivio, felicidad plena, pasión... Hasta ahí pocos notarían la diferencia entre un alirón y una permanencia. La principal particularidad que existe entre ambos es el camino que les ha tocado recorrer a unos y a otros. El nivel y el tipo de sufrimiento nada tienen que ver.

Otra diferencia es el tiempo. Un mes y medio es capaz de pasar tan rápido o tan lento como cercanos sean tus objetivos. Para los que están abajo pasará demasiado rápido, porque les faltará tiempo. Lo mismo pasa con los puentes y festivos cuando no trabajas. Te acuestas un viernes y cuando parpadeas, ya es miércoles disfrazado de lunes.

No hay forma de escaparse del drama del descenso. A alguien le tiene que tocar. Pero a veces, les ocurre a quienes no están acostumbrados a merodear en la quema, aunque convivan con las Fallas. Y saber manejarse en este tipo de escenarios no es tarea fácil. Algunos menos dados a bajar al barro pueden acabar impregnados hasta las cejas si no tienen la habilidad necesaria para salir a flote.

Otros, en pretemporada ya saben lo que les espera en los siguientes nueve meses: bregar, bregar y bregar. Están acostumbrados a que de marzo a junio todo sean batallas. A pelearlas si no es por fútbol, por orgullo. En esos equipos, hay un tipo de aficionado rara avis, que incluso disfruta sufriendo durante toda la temporada para acabar llegando al Nirvana. Masoquistas les llaman. ¿Y no es eso, en realidad, el fútbol? ¿Masoquismo en vena? Viajar 500 kilómetros en coche para ver jugar a tu equipo, adaptar tus planes al partido de la semana, aguantar bajo la lluvia en otoño y el frío del invierno. Todos somos un poco masoquistas en el fondo.

El fútbol escapa a toda lógica y el sufrimiento, también. Nos vemos a mediados de junio.

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