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Le Graët, auge y caída del caudillo del fútbol francés

El presidente de la Federación francesa, apartado del cargo entre acusaciones de acoso sexual y salidas de tono, afronta una investigación oficial que podría poner fin a una carrera donde se ha mezclado la política y el deporte

Le Graet seleccion francia
Noël Le Graët, en un partido de la fase de grupos del Mundial de Qatar.Harold Cunningham - FIFA (FIFA)

Cada país produce sus particulares especies de dirigentes deportivos, reflejo de un lugar y un tiempo determinado. España ha tenido a sus jesusgiles, sus villares, sus florentinos. Francia tiene a un personaje único, Noël Le Graët (Kerdonnad, 81 años), hombre fuerte del fútbol francés desde hace más de una década y hoy caído en desgracia.

Le Graët ha presidido la Federación Francesa de Fútbol (FFF) durante una de sus épocas doradas: un campeonato y un subcampeonato Mundial para los bleus, un segundo puesto en la Eurocopa, y la consolidación del país como primera fábrica mundial de estrellas del balón. Es un caso típico de aquellos líderes que, de haberse retirado unos años antes, sería celebrado y quizá un día daría nombre a un estadio o una calle.

No podrá ser. Porque Le Graët, reelegido en 2021 para un cuarto mandato al frente de la FFF, vive un fin de era catastrófico, entre acusaciones por acoso sexual y salidas de tono que le han enfrentado a tótems del balompié patrio como Zidane y Mbappé y con el presidente de la República, Emmanuel Macron. Es difícil encontrar ahora a alguien que le defienda.

Noël Le Graët estrecha la mano de Aleksander Ceferin tras la victoria de Francia contra Marruecos en Qatar.
Noël Le Graët estrecha la mano de Aleksander Ceferin tras la victoria de Francia contra Marruecos en Qatar.Jean Catuffe (Getty Images)

Es un self-made man a la francesa, hijo único de una familia humilde del campo bretón, alcalde socialista del municipio de Guingamp, colocó a su modesto club en el mapa del fútbol francés y creó un próspero grupo empresarial alimentario con 800 empleados y una cifra de negocios de 200 millones de euros anuales. Le cortejaban políticos de todos los campos, y hacía y deshacía en el fútbol en Francia. Hoy nadie le quiere cerca. La hora de la verdad puede sonar definitivamente este lunes, cuando la Inspección general de la educación, el deporte y la investigación (IGESR, por sus siglas francesas) transmita a las partes interesadas los resultados provisionales de una auditoria sobre su gestión en la FFF.

El informe, encargado en septiembre por la ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castera, no será público, y la versión final no estará lista hasta unas semanas después. Pero ya ha servido a los inspectores para recoger testimonios de acoso y sexismo, como el de la agente Sonia Souid. “Me dio a entender que querría que acabase en su cama”, declaró a los medios franceses Souid, quien trató a Le Graët durante años en su vida profesional. Florence Hardouin, directora general de la FFF, ha hecho saber a su entorno que también fue víctima de acoso sexual y moral, según Le Monde. La fiscalía investiga, pero no hay, por ahora, ninguna imputación formal. El 11 de enero Le Graët fue apartado del cargo a la espera de la auditoría, aunque formalmente todavía lo conserva. Y se resiste a dejarlo. Lo niega todo.

“No es una sorpresa lo que ocurre”, explica Nicolas Kssis-Martov, autor del libro Qatar, el Mundial de la vergüenza y periodista de So Foot, revista para la cual ha seguido las tribulaciones de Le Graët. “Ya hace años que, como presidente de la FFF, causa escándalo con sus declaraciones negando el racismo en el fútbol, o al hablar del deporte femenino. Por otro lado, su gestión era criticada, porque dirigía la federación de manera autoritaria y solitaria. Que volviese a presentarse con 79 años ya chocó. Y desde hacía tiempo, como publicó So Foot, hubo denuncias de mujeres en la federación que se quejaban de sus actitudes”.

Lo llamativo es que, aunque todo eso se comentaba entre bambalinas e incluso se habían publicado testimonios en la prensa, fue una entrevista en la cadena RMC, el 8 de enero, lo que desató la tormenta y puede haber dado al traste con su larga carrera. Francia acababa de perder ante Argentina en los penaltis la final del Mundial de Qatar. Se había reabierto el debate sobre si era el momento de un recambio en el banquillo, y el nombre de Zinedine Zidane estaba en boca de todos como posible sustituto de Didier Deschamps, en el cargo desde 2012. Pero Le Graët renovó a Deschamps hasta 2016. Discusión zanjada.

El entrevistador preguntó: “¿Zinedine Zidane le ha intentado llamar estos días?” Respondió el presidente de la FFF: “De ningún modo. Yo no hubiera descolgado el teléfono”. “¿Por qué?”, insiste el periodista. Respuesta: “¿Para decirle qué? ¿Buenos días, señor? ¿No se inquiete, busque otro club, yo me pondré de acuerdo con Didier?”

Fue la gota que colmó el vaso: a Zidane, el mayor futbolista a la historia de este país, no se le toca. “Zidane es Francia, no se falta al respeto a una leyenda así”, declaró el astro francés Kylian Mbappé. La ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castera comentó: “No se puede seguir en una situación con tantas salidas de tono, con tantas declaraciones que chocan, que hieren, que a veces son una forma de insulto a lo que puedan encarnar algunas leyendas. Es inaceptable”. Se entendió que hablaba, también, en nombre del Gobierno. Y de Macron.

¿Qué ha podido llevar a Le Graët a este punto? La borrachera del poder, quizás. La edad, justifican algunos. O la personalidad de estos dirigentes deportivos que se creen autorizados a todo: más poderoso que los políticos, por encima de las estrellas que son quienes hacen vibrar al público y que ganan los títulos. Francia, en esto, es un caso particular, como si el hiperpresidencialismo del sistema político –no en vano se ha calificado la actual V República de “monarquía republicana”– se reflejase en el mundo del deporte: el presidente por encima de todo y todos.

“Le Graët usaba una expresión: ‘Los ministros pasan, yo sigo’”, señala Kssis-Martov, de So Foot. “En Francia tenemos presidentes casi de derecho divino y esto se ve en los presidentes de las federaciones”.

La suya es una historia muy francesa. De vendedor de electrodomésticos a presidente de un pequeño club de fútbol y político en la órbita de François Mitterrand, dirigente de la Liga profesional y empresario de éxito, el auge y la posible caída de Le Graët es una historia de la Francia de la posguerra, de los años de expansión y del poder del deporte.

El padre era agricultor. Su madre, limpiadora. Ambos eran votantes comunistas. Él, hasta los 20 años, también. En casa hablaban bretón. “Está marcado por una infancia modesta y por las frustraciones ligadas a su lugar en la escalera social”, escribió L’Équipe en una serie biográfica sobre el presidente de la FFF. El diario deportivo galo contaba que, a los ocho años, un compañero de clase más rico le invitó a su cumpleaños, pero no le dejaron entrar en la casa, por pobre: tuvo que comerse el pastel fuera, un desprecio de clase que jamás olvidó. “Lo que aquello me dio fue el odio”, recordaría años después. “No aquel mismo día, sino poco a poco”.

Si sobrevive a los recientes escándalos y a la presión del poder político y judicial, habrá demostrado de nuevo su capacidad de resistencia. Si cae, podrá abrirse otro capítulo en el fútbol francés, tan singular: a la vez triunfante en estos años, y profundamente disfuncional.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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