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PELÉ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pelé tuvo el mundo a sus pies, pero los brasileños nunca le quisieron del todo

No tenemos un Nobel, pero sí nuestro propio Cervantes, que inventó una nueva idea de novela en los campos sagrados del fútbol

Pelé
Pelé hace una chilena durante un partido amistoso contra la selección de Bélgica en Río de Janeiro (Brasil), en 1968.AP

Pelé es la compensación que Dios le otorgó a nuestro país por no tener, hasta ahora, un premio Nobel. Pelé inventó la idea de Brasil en el imaginario de todo el planeta. El futbolista fue elegido Atleta del Siglo por el periódico francés L’Équipe en 1980. Andy Warhol, el artista pop que predijo la gloria instantánea durante 15 segundos para todos los mortales, dijo de él: “Pelé será famoso durante 15 siglos”. El jugador consiguió un alto al fuego en 1969 en la guerra civil de Nigeria para que los africanos lo viesen jugar con el Santos Fútbol Club. Pelé tuvo el mundo a sus pies, pero los brasileños nunca le quisieron del todo. Incluso en el lecho del hospital, O Rei era pisoteado en las redes sociales. La mayoría de sus detractores recordaba que rechazó la paternidad de su hija, Sandra Regina Machado, en 1991; otros recordaban sus desafortunadas frases políticas: “El pueblo brasileño no está listo para votar”, dijo en la década de 1970, en plena dictadura; y también hubo quien lo criticó por su ausencia en la lucha antirracista.

Incluso cuando ni siquiera éramos capaces de imaginar la histeria colectiva de Twitter o Facebook, el futbolista nunca reinó en paz. En la década de 1990, otro brasileño genial tuvo que salir en defensa del número 10. “Pelé es una unanimidad mundial menos en Brasil. Aquí él no es bueno”, afirmaba Tom Jobim, un artista que también fue más admirado en el extranjero que en su país. El maestro de la bossa nova intentó explicar este fenómeno nacional en otra de sus inolvidables frases: “El éxito en Brasil es una ofensa personal”.

Durante la primera semana de diciembre de 2022, cuando el país seguía los boletines médicos sobre la frágil salud del exatleta, el rapero Emicida dialogó con el pensamiento de Tom. “Para aquel que tiene la piel oscura, el éxito es un crimen inmundo”, sostenía el músico. “Pelé osó ser rey en el país más racista del mundo”.

A pesar de sus declaraciones, el brasileño más grande de todos los tiempos decía con orgullo: “Yo nunca me quité el color para jugar”. A su modo de ver, ser negro y reinar en el deporte era en sí mismo una bandera. Pelé insistía en recordar cómo el obispo surafricano Desmond Tutu se lo agradeció durante un encuentro en la década de 1980: “Apretó mi mano y me dijo que había hecho mucho por la raza negra”.

La diputada de Río de Janeiro Benedita da Silva, del Partido de los Trabajadores del presidente electo Lula da Silva, se suma a las opiniones del obispo que ganó el Nobel de la Paz en 1984 por su lucha contra el apartheid en su país: “Es la imagen más prometedora de un niño negro y pobre”, afirmaba en unas declaraciones para el documental Pelé (Netflix).

El primero que percibió, en aquel marzo de 1958, que estaba delante de un brasileño extraordinario fue el cronista y dramaturgo Nelson Rodrigues, nuestro Shakespeare tropical. El crack apenas tenía 17 años y fue tildado de rey de forma pionera, 12 años antes de ganar el tricampeonato de la Copa de México con la selección de Brasil. El artículo profético se publicó en la revista Manchete Esportiva.

Pelé solo se puede comparar en grandeza nacional con otro hombre negro, el mayor escritor de esta tierra, Machado de Assis (1839-1908), el número 10 de la literatura brasileña, el tipo que escribió el clásico Memorias póstumas de Blas Cubas, un libro en el cual un difunto-autor (o un autor-difunto) reflexiona sobre su vida melancólica y mezquina.

Marcado de forma implacable dentro del campo, ya fuera por el defensa de los trópicos Waldemar Carabina (del Palmeiras de São Paulo) o por Bobby Moore (selección de Inglaterra), Pelé no imaginaba que, muchas veces, su mayor adversario histórico sería el brasileño medio (de la taberna de la esquina o de las redes sociales) que ama odiarlo.

En su momento, quizás nos volvamos a encontrar para charlar, Tom Jobim, Emicida y Benedita da Silva. Quién sabe, quizás de ese encuentro no salga ninguna tesis. Solamente la idea de que no tenemos Nobel, es cierto, pero habemus Pelé, nuestro propio Cervantes, quien inventó una nueva idea de novela en los campos sagrados del fútbol.

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