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Champions League - Grupo f - jornada 4
Shakhtar
Shakhtar
Zubkov 46'
1 1
Finalizado
Real Madrid
Real Madrid
Rüdiger 95'

“No es solo fútbol; hablamos de la vida”

Varsovia se convierte en la cuarta casa en solo ocho años del errante Shakhtar, un club en ‘shock’ por los últimos bombardeos rusos en Ucrania

Shakhtar - Real Madrid
Minuto de silencio de los jugadores del Shakhtar, este lunes antes del entrenamiento por las victimas de los últimos ataques.
Lorenzo Calonge

Tres horas después de que Rusia intensificara su ataque militar, por el centro de Varsovia paseaba el joven Serhii, de 20 años y originario de Kalush, una población ucrania de 60.000 habitantes próxima a la frontera con Eslovaquia y Polonia. A su móvil le acababan de llegar las fotos de su madre y sus hermanos escondidos en un refugio antiaéreo de su pueblo. “Han bombardeado a 30 kilómetros”, advertía con voz tranquila este exiliado que ahora vive solo con su padre en la capital polaca. “Él ya llevaba en Varsovia cinco años y, cuando Rusia nos invadió, regresó a Kalush para traernos aquí. Pero hace poco mi madre se marchó de vuelta con mis hermanos porque dice que su trabajo está allí”, relataba junto al Castillo Real, una de las zonas más turísticas.

Serhii se declara aficionado del Shakhtar pese a la gran distancia entre Kalush y Donetsk, unos 1.200 kilómetros. “Somos un sentimiento”, proclamaba. Lo que no hará será acudir este martes al estadio del Legia para ver a su equipo contra el Madrid. “Las entradas son muy caras [la más barata, sobre los 80 euros; 400 eslotis polacos; está todo vendido]. No conozco a nadie que vaya”, se quejaba rodeado de excursionistas y con el sol calentando la mañana fría. El que sí asistirá es Andrei, otro ucranio que aterrizó en Varsovia en 2019 buscando nuevos horizontes. Él, en realidad, es un habitual del Shakhtar, al que ha acompañado desde 2010 en toda su trayectoria errante. “En Varsovia no hay muchos aficionados nuestros, solo ucranios que apoyan a un equipo ucranio o polacos que quieren ver la Champions”, reconocía este joven de cara redonda.

Desde finales de febrero, Ucrania sobrevive mirando al cielo y agarrado al flotador patriótico; sin embargo, la excepcionalidad del Shakhtar Donetsk empezó ya en 2014, cuando se inició el enfrentamiento bélico en el Donbás, su zona de origen. Desde entonces, su identidad es la de un nómada, como bien ha comprobado el Madrid. Esta es la cuarta vez desde 2015 que los blancos cogen un avión para enfrentarse a este conjunto y Varsovia, su tercer destino. Nunca Donetsk. Antes estuvieron en Lviv (2015-16; a 1.200 kilómetros de su estadio) y Kiev (2020-21 y 21-22; a 700 km). Y en este periodo el Shakhtar también se afincó varias temporadas en Kharviv (a 300 km).

“Los terroristas ocuparon las oficinas de nuestro estadio”, denuncia un empleado del club

¿Dónde quedó su masa social tradicional, la de toda la vida de Donetsk y alrededores? “En todos los sitios: en Ucrania, en Europa, en Rusia…”, resuelve un empleado de la entidad sobre un hecho que lleva convirtiendo al Shakhtar en una anomalía desde hace ocho años, y que ahora los aviones de Putin solo la han agudizado. “El Shakthar es un símbolo del país”, remataba este lunes otro trabajador en las puertas del estadio. “Yo llevo tres años sin ir a mi ciudad y al estadio, desde 2014. Los terroristas ocuparon las oficinas”, añadía resignado junto a personal del Legia, que les ayudan en los preparativos de los encuentros de Champions que disputan en Polonia. Era el destino natural, ya que este país ha sido el mayor receptor de refugiados (1,4 millones hay ahora, según Acnur) debido a su proximidad geográfica, y su cercanía cultural y lingüística.

En semejantes circunstancias, el Shakhtar se ha erigido en una bandera de la resistencia ucrania en el escaparate de la Liga de Campeones. “Gloria a los héroes del [batallón] Azov”, fue la inscripción en las camisetas con las que los jugadores acudieron hace dos semanas a disputar su partido de liga contra el Metalist, con el rostro sobreimpresionado de un paramilitar al que le costearán una operación en Israel. Y todo ello pese a que, en 2014, al inicio del conflicto en el Donbás hubo más que dudas sobre la posición del presidente y poderoso empresario, Rinat Ajmétov, por su pasado como diputado del prorruso Partido de las Regiones. Ahora, el mensaje de todos no deja dudas.

“Les vi cabizbajos en el desayuno”, comenta el técnico tras la nueva ofensiva rusa

“Mañana [por el partido de este martes], el mundo tiene que ver la fortaleza de los ucranios como nación. Debemos hacer como el ejército: dar luz y emociones positivas”, exclamó este lunes el joven portero Antolyn Trubin, de 21 años y nacido en Donetsk. Un buen ejemplo de la última década del club: nunca ha disputado un partido en su estadio. El ambiente en la concentración oscilaba entre el desánimo por los últimos bombardeos y el pecho patriótico hinchado. “Les he visto cabizbajos en el desayuno”, confesó el entrenador, Igor Jovicevic, el mejor orador para una crisis de este tamaño. “Esto no es solo fútbol. Hablamos de la vida. Europa nos tiene que ayudar”, reclamó el croata con pasado madridista.

La convulsión no ha conocido excepciones, tampoco en los barrios más acomodados de Kiev donde residían los futbolistas del Shakhtar el pasado 24 de febrero, cuando Putin ordenó la ofensiva. Allí, el portero Andriy Pyatov, de 38 años, el segundo jugador con más partidos en el club (480), primero se puso a salvo con su familia en el oeste del país y luego pensó en tirarse al monte. “Tenía una carga de adrenalina tan fuerte que llamé a un amigo para alistarme al ejército, pero me convenció de que lo mejor era ayudar en el plano social, usando mi nombre”, confesó hace un mes el guardameta en una publicación polaca. De él se ha sabido después que ha sido uno de los fundadores de una asociación de ayuda a los soldados.

El jugador del Shakhtar Viktor Kornienko, mientras ayudaba al ejército en los primeros días de invasión.
El jugador del Shakhtar Viktor Kornienko, mientras ayudaba al ejército en los primeros días de invasión.

Su compañero Viktor Kornienko, un canterano de 23 años ahora lesionado, tampoco se marchó al frente, aunque no anduvo muy lejos. Su juventud lo impulsó en un primer momento a quedarse en su casa, cerca de Poltava y próxima a Járkov (1,4 millones de habitantes), donde los ataques han resultado constantes. Él mismo lo contó sobre el terreno en los primeros días de marzo. “Patrullo las calles, de seis de la tarde a seis de la mañana, para que se cumpla el toque de queda y no vengan extraños. Equipé un gimnasio, compro comida y ropa, y voy a las oficinas de defensa territorial para preguntar qué necesitan”, desvelaba entonces en los medios oficiales de club. Otro de los veteranos, el pivote Taras Stepanenko (33 años y 365 encuentros), también se ha dedicado a labores de intendencia, como reveló en abril: “Comenzamos a comprar chalecos antibalas, cámaras termográficas y botiquines. Los preparamos y se los damos por la noche a una persona que sabe dónde llevarlos. Con los uniformes es más difícil, pero podemos manejarlo”.

“Llamé a un amigo para alistarme al ejército”, confesó el portero Pyatov

Cada persona del club esconde una historia, más si cabe con una plantilla actual casi en exclusiva de ucranios. Ivan Petryak, extremo izquierdo de 28 años, perdió a su suegro en el frente; un técnico de la cantera murió por un trozo de proyectil; el centrocampista Artem Bondarenko (22) ya no quiere hablar más ruso; al director deportivo y leyenda del club, el croata Dario Srna, primero le pilló la guerra en los Balcanes, en 2014 la del Donbás y ahora esta…

Hace una semana, en el Bernabéu, prácticamente ningún aficionado visitante exhibió símbolos del Shakhtar. Eran todo banderas ucranias. La entidad, ejemplo durante una década de un modelo basado en la revalorización de jóvenes brasileños, sobrevive ahora como estandarte patriótico en la Champions. “A estos jóvenes de 20 años [en referencia al vestuario], les conviene tener una pelota en los pies antes que un arma en las manos”, sentenció uno de los responsables del club, Carlo Nicolini.

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