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PISTA LIBRE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La carta de las 15 desafía al mundo macho

Muchas mujeres no se sienten ni representadas, ni escuchadas y les toca pelear en el barro

Jorge Vilda en el último entrenamiento de la selección española este lunes.
Jorge Vilda en el último entrenamiento de la selección española este lunes.Rodrigo Jiménez (EFE)
Santiago Segurola

El contencioso en el fútbol femenino, que acaba de atravesar por una huelga de árbitras en el comienzo de la nueva Liga Profesional, ha entrado en fragor con la carta de las 15 jugadoras que han declinado participar en los dos próximos amistosos, contra Suecia y Estados Unidos. Es el más reciente, pero no el último, del amplio número de conflictos que han presidido el rápido desarrollo del fútbol femenino en España.

Este año sirve como botón de muestra: campeona del mundo sub-20, subcampeonas europeas sub-19, un equipo (Barça) finalista en la Liga de Campeones y una de sus jugadoras, Alexia Putellas, elegida mejor futbolista del mundo en la temporada 2020-21. Las firmantes de la carta son internacionales consagradas, pertenecientes a varios clubes españoles, europeos y americanos. Está claro que las mujeres españolas son alguien en el fútbol.

En mayor o menor proporción pretenden aprovechar las oportunidades económicas que depara el incipiente mercado profesional, administrado por un mundo de hombres que no tienen problemas en utilizar el novedoso espacio de la mujer en el fútbol para dirimir sus particulares batallas económicas y políticas. En la carta, enviada a la Federación a escasos meses del Mundial, las jugadoras expresan una frustración que no es novedosa, ni sorprendente. No se sienten en condiciones de jugar los próximos partidos amistosos con Suecia y Estados Unidos.

Son más que conocidas las malas relaciones que mantiene un nutrido grupo de jugadoras con la Federación que preside Luis Rubiales y con el seleccionador, Jorge Vilda, que no ha dudado en calificar de ridículo mundial la decisión de las jugadoras. La respuesta a la misiva ha sido tajante: intolerable, chantajista, despectiva al honor y los valores del deporte. Se dice desde un organismo cuyo presidente graba en secreto conversaciones con ministros, requiere servicios de espías y se busca una gruesa comisión por la disputa de la Supercopa en Arabia Saudí.

Para las jugadoras estadounidenses, la carta es todo menos ridícula. Varias de ellas, entre las que figura Megan Rapinoe, estrella mediática del equipo, han elogiado el coraje de las internacionales españolas, comprenden su situación y expresan toda su adhesión. Quién sabe si lo plasmarán de manera gráfica en el partido que España y Estados Unidos disputarán en Pamplona el día 11.

Las americanas conocen muy bien este pedregoso paisaje. Después de largos años de incomprensión y desprecio consiguieron el pasado año que se les pagara el mismo dinero que a los hombres y recibieran la misma proporción de la cantidad que su federación percibe de la FIFA. Utilizaron el prestigio de su palmarés —infinitamente mejor que el de la selección masculina— para entablar y vencer la batalla por la igualdad.

La Carta de las 15 es mucho más que una queja caprichosa o un desafío inaceptable. Es una declaración de rebeldía frente a una estructura radicalmente masculina. En España, la Federación está presidida por un hombre. En su junta directiva, integrada por 11 personas, sólo hay una mujer. En la Liga de Fútbol Profesional, una mujer, Amaia Gorostiza, presidenta del Eibar, aparece entre los 40 dirigentes restantes. Entre los 16 cargos directivos del Real Madrid, únicamente figura una mujer. En el Barça, 18 hombres y una mujer. En el Atlético de Madrid, el consejo de administración es exclusivamente masculino. El seleccionador nacional es un hombre. De los 16 equipos de la nueva Liga Femenina Profesional, 11 son entrenadores.

Es este mundo de hombres el que gobierna con mano férrea el fútbol femenino y aprovecha su creciente desarrollo para utilizarlo como arma de combate en las enconadas luchas por el poder que libran sus capitostes. En ese ámbito, muchas mujeres no se sienten ni representadas, ni escuchadas. Les toca pelear en el barro.

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