El talento también explica este oro
No cabe duda de la importancia del coraje del equipo y de su férreo compromiso durante todo el campeonato, pero de ninguna manera explican por sí mismas las razones de su éxito
Dos décadas de éxitos, protagonizadas por una generación única en talento y despliegue competitivo, han precedido a la coronación de la selección española en el Europeo de baloncesto, hazaña inesperada pero indicativa de la naturaleza del deporte. Con su victoria sobre Francia en la final de Berlín, el equipo ha ingresado en el catálogo general de proezas imprevistas o no imaginables.
Situaciones como ésta, donde el recorrido de un equipo sin expectativas se transforma en una feliz odisea, invitan a pensar en una parábola moral, presidida por una colección de virtudes que ayudan a explicarnos la magnitud de un éxito sorprendente, generalmente asociadas al carácter: convicción, orgullo, disciplina y vigor competitivo.
Todos estos atributos han sido indiscutibles en el equipo español y sospechosos en algunas de las selecciones favoritas, entre ellas la francesa, integrada por jugadores más reconocidos en el panorama internacional. Tampoco ha faltado el necesario espíritu de rebelión de unos jugadores que se sintieron menospreciados.
No cabe duda de la importancia del coraje del equipo y de su férreo compromiso durante todo el campeonato, pero de ninguna manera explican por sí mismas las razones de su éxito. En cada partido, España ha sido mejor que su adversario. Cuando se vio en graves dificultades, encontró respuestas que excedían a la pasión del equipo y su resistencia a la derrota.
Un asunto ha resultado imprescindible: el talento. En su versión más básica, el talento consiste en el máximo aprovechamiento de las cualidades y en el mayor despeje posible de los defectos. Es decir, la inteligencia. España ha sido una selección inteligente, capaz de encontrar soluciones correctas a problemas que requerían de algo más que buen ánimo y espíritu de lucha.
Cuando Francia recortó con un vendaval de canastas la ventaja que llegó a alcanzar España —y se colocó a tres puntos— la selección no entró en pánico. Revirtió la oleada con una defensa ejemplar, la insistencia en provocar pérdidas —y aprovecharlas con un altísimo porcentaje de acierto en los tiros— en un rival que había flojeado durante todo el campeonato en ese apartado y la facilidad para detectar las manos más seguras en los triples.
Esta vez fueron las de Juancho Hernangómez, que disfrutó de una nueva noche de película. Repitió en Berlín su reciente papel en Hustle —Garra, en España—. Junto a Adam Sandler, Juancho protagoniza una versión baloncestística del cuento de Cenicienta, perfectamente extensible en Berlín a sus 27 puntos, 21 de ellos firmados con triples, y al relato general del equipo.
A Scariolo le corresponde un enorme mérito en la dirección, no sólo durante el torneo, sino en las semanas previas, presididas por el escepticismo general y las abundantes críticas a la nacionalización del estadounidense Lorenzo Brown por la vía rápida, rechazada entre otros sectores por la asociación de jugadores españoles.
En un año mágico para el baloncesto nacional —sus selecciones masculinas y femeninas han disputado nueve finales en campeonatos Mundiales y de Europa, cuatro de ellas cerradas con victoria—, se entendió la nacionalización de Brown como un capricho a la carta. Es cierto que España se había despedido de una incomparable generación, pero la producción de jugadores es constante y, por lo que parece, más que prometedora.
Tirar de un jugador al que Scariolo conocía muy bien, pero sin el menor vínculo con España, mereció una polémica que supera al deporte. Scariolo desestimó cualquier otra consideración y pensó en las necesidades concretas del equipo, resumidas en la gran contribución del base estadounidense en Berlín. Ahora el discutido Lorenzo Brown es Lorenzo de España. Así de gráfica es la línea que conecta la sentimentalidad patriótica y el éxito en el deporte.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.