El fútbol femenino contra el fútbol femenino
Todas las partes salen perdiendo por ventilar el caso y demuestran incapacidad para resolver un pulso que ya nadie puede ganar
Tantos años de sofocos para el despegue y ahora todo son turbulencias. Ya se escucha de fondo la orquesta del Titanic sin haber iniciado apenas la travesía. Es el devenir del flagelado fútbol español femenino, que hace cuatro días era una Siberia futbolística y ahora se carcome desde su primerizo profesionalismo. Una conquista de época pese a las trabas infinitas. Óbices por tanto machismo borreguil, por la guerra entre la Liga y la Federación, con broncas por el calendario, los derechos televisivos, los sueldos arbitrales… Faltaba otro tiro en el pie, el más grave: una revuelta de 15 jugadoras internacionales contra el seleccionador, Jorge Vilda, y, por extensión, contra el presidente federativo, Luis Rubiales. Y todo con taquígrafos y sin reparos. Ni el fútbol machote, donde abundan los pavos reales y rebosan las vanidades, llegó a exponerse tanto públicamente. Por supuesto que han existido certidumbres y sospechas del caudillaje de los futbolistas sobre los entrenadores. Por ejemplo, y bien sonado, cuando Johan Cruyff logró que Agustín Montal, presidente del Barça allá por 1976, fulminara a Hennes Weisweiler. “O él o yo”, vino a decir el holandés al rector azulgrana. El alemán resistió dos meses. Un mal rollo en privado resuelto a favor de quien suele salir victorioso: el futbolista.
En el encono del femenino, tan vociferado por ambas partes, se trata de un pulso esgrimista que ya nadie puede ganar. El conflicto se ha llevado a tal punto que habrá cornadas para todos. En el incipiente ascenso de la división femenina del fútbol el mal de altura ha derivado en una confusión de poderes. Los dirigentes mandan, el técnico entrena y las futbolistas juegan. Pero todos los estamentos están obligados al mayor concilio posible. Hoy todos se acusan de no haber sido capaces de armonizar una mesa redonda. Las jugadoras han tomado el centro del escenario y sostienen a voz en grito que el seleccionador Vilda es extemporáneo. Le señalan como un freno porque, dicen, sus métodos anticuados les impiden progresar. El técnico, a su vez director deportivo de sí mismo, sigue a lo suyo y en su entorno aluden a los indiscutibles éxitos de las categorías inferiores. Pero las futbolistas, en una especie de emancipación generacional, quieren volar más alto. Abanderan una contrarreforma porque en menos de un año afrontarán todo un Mundial en Australia y Nueva Zelanda. Los éxitos europeos del Barcelona parecen haber enraizado de tal manera que con España la mayoría se siente rebajada en sus expectativas.
Las jugadoras no son soldados rasos. Deben ser escuchadas con máxima atención, por supuesto. Y el técnico, que no debe ser un títere, debe tomar nota y reflexionar. En última instancia, el presidente, que no está para gaitas, tiene que oír, ver, sentir y sentenciar si el fracaso general impide la concordia. Para colmo, en el desafío subyace un detalle que no es vano. Ni una sola jugadora del Real Madrid ha suscrito el órdago. Prevalece el lazo Rubiales-Florentino, con el enemigo Javier Tebas como nexo.
De momento, Rubiales escolta a Vilda, Vilda secunda a Vilda y las futbolistas rebeladas afirman asumir el peaje, encapotar un horizonte mundialista. En definitiva, un vencimiento colectivo. En un año, Rubiales y Vilda no podrán reconstruir una selección con garantías para el gran reto de Oceanía, por más que haya empuje en las categorías inferiores. Las internacionales dejarán pasar una extraordinaria oportunidad en el mejor momento de la carrera de casi todas. Si España queda en la cuneta las dos partes tendrán coartada y echarán más gasolina. Por ejemplo, desde el cerco de las jugadoras ya se desliza la pregunta del millón: ¿Habría reaccionado igual la Federación ante un plante masculino?
Los envites debieron resolverse en una habitación cerrada y tolerante con cada cual su papel. Hoy, todos están marcados para mal. Justo cuando se requería un consorcio. Justo cuando, por fin, la mujer ya no solo chapoteaba en el fútbol. Con los egómetros disparados, el fútbol femenino contra el fútbol femenino.
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