Los desmarques de Mbappé rinden a la Juve
Dos maniobras espléndidas del punta descubren las carencias de Bonucci sin Chiellini y aseguran la victoria del PSG, que sigue a la búsqueda de un orden que ampare al tridente
Los desmarques de Mbappé bien valieron la entrada al Parque de los Príncipes en la velada que abrió la temporada de Champions en París. Frente a la Juventus se trató de un examen considerable para el Paris Saint Germain, embarcado desde hace un año en el desconcertante desafío de encontrar una organización competitiva que dé soporte a la presencia de Messi, Neymar y Mbappé. Las dudas persisten. Igual que el ingenio de Neymar, la sabiduría de Messi, y los movimientos devastadores de Mbappé, único asidero de un equipo que, perdido el balón, se desvanece.
Massimiliano Allegri abrió el primer capítulo de su manual de cabecera y puso a la Juventus a defender en eso que los técnicos denominan bloque bajo de absorción: primero ajustó marcas en el mediocampo y, una vez tomadas las medidas del rival, se metió en su área. Sin Pogba, sin Di María y sin Chiesa, la Juventus recargó ese rasgo ancestral que la empuja a retroceder, solo que ya no tiene los defensas adecuados. ¿Cómo evacuar balones en la trinchera del área de penalti cuando los centrales carecen de agresividad? Sin Chiellini, la jefatura del sedoso Bonucci adquirió —con la escolta inocua de Danilo— tintes patéticos mientras los encandilaba el relámpago.
Ahí estaba Kylian Mbappé, junto con Haaland, el jugador más valioso del mundo por su sentido de la profundidad. El francés recibió el balón cerca de su banda izquierda, se asoció con Neymar y fue a buscar el pase a toda carera. En unas cuantas zancadas cortó dos líneas: Paredes, Rabiot, Bonucci y Bremer se le quedaron mirando como quien contempla un incendio sobrevenido mientras el hombre se plantaba en el área y conectaba con la cuchara de Neymar. A un toque, de tiro cruzado, puso la pelota lejos de la órbita de Perin, el portero suplente. La acción concentró la belleza del pase y el movimiento en una armonía de coordinación que eleva al fútbol a lo sublime.
Como aturdida ante tanta belleza, la Juventus vagó por la pradera en estado de conmoción. Sin la pelota resultó incompetente y con la pelota se perdió en largas posesiones reveladoras. Primero, porque los ataques del equipo italiano descubrieron la falta de imaginación de su mediocampo y el desgaste psíquico al que ha sucumbido el antaño furioso Vlahovic, apagado en este contexto de confusión. Segundo, porque con la pelota en los pies la Juventus puso de manifiesto la inconsistencia que todavía lastra al juego del PSG, en donde Verratti y Vitinha no dieron abasto para equilibrar un equipo partido desde hace años.
Recuperado el balón, Verratti hizo de eje de la jugada en el 2-0, con el apoyo de Hakimi para que Mbappé hurgara en la herida de Bonucci con otra pared, otro desmarque, y otra definición a un toque. Completamente abrumada, la Juve apenas generó una jugada peligrosa en la primera parte —cabezazo de Milik a centro de Cuadrado— y luego en la segunda metió el 2-1 con un cabezazo de McKennie tras un córner.
El paso del tiempo no alteró el tono del partido. Mbappé pudo meter dos más. La Juventus pudo empatar de casualidad. Ninguno de los equipos jugó realmente bien un duelo que se decidió en dos desmarques.
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