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Un bidón de su exequipo camino a la victoria

Marc Soler se quedó sin asistencia en un puerto y le dio agua el coche del Movistar

Marc Soler durante la quinta etapa de la Vuelta a España este miércoles.
Marc Soler durante la quinta etapa de la Vuelta a España este miércoles.Tim De Waele
Jordi Quixano

Cuando el grupo de escapados comenzó a subir el segundo puerto, Marc Soler pidió agua a su equipo, el UAE. Pero se quedó con las ganas porque había unos pocos que se habían quedado rezagados y el coche no podía pasar. Lo vieron desde el Movistar, su anterior conjunto, y solícitos y generosos le entregaron un bidón de los suyos. Un favor entre amigos y un guiño al pasado, porque 121 etapas después un español volvía a ganar una etapa en una de las grandes vueltas.

La globalización del pelotón, la modernización tecnológica que permite controlar a cualquier ciclista en cualquier parte del mundo al instante, la falta de un relevo claro tras años gloriosos del ciclismo español (Contador, Purito, Valverde, Freire, Samuel Sánchez...) y la precaria economía derivaron en una sequía sin precedentes para el ciclismo nacional. “Hay muchos españoles en muchos equipos, pero a veces les toca trabajar para otros porque hay grandes líderes en las estructuras. Además, somos 180 corredores de muchas nacionalidades y cuesta mucho. Pero nosotros también ganamos y aquí estamos”, resolvió Soler después de descorchar la mastodóntica botella de cava en el podio y dar un trago que le supo a gloria.

Han pasado cinco grandes vueltas enteras y cinco etapas en esta ronda española desde que ganara un español. Ocurrió en la Vuelta de 2020, en la estación de esquí de Formigal (Huesca), cuando Ion Izagirre se metió en la fuga buena —también estaba su hermano mayor Gorka— y dejó a todos en las últimas cuestas. La penúltima victoria, tres etapas antes, la consiguió en Lekumberri, precisamente, Marc Soler. “Después del cambio de equipo [de Movistar a UAE] y de un tiempo en el que no me salían bien las cosas, este triunfo me hace especial ilusión. Además, es en casa. Estoy feliz”, exponía el ciclista.

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Soler se refería a su lista de calamidades recientes, pues en 2021 abandonó el Giro después de pegarse un topetazo y lastimarse el hombro y varias cosillas; también se descabalgó del Tour de ese curso con los dos brazos rotos —aunque acabó la etapa y aguantó sobre la bici y de esta guisa durante 46 kilómetros—; y en el pasado Tour, jornada complicada entre problemas estomacales y vomitonas, llegó a la meta de Foix fuera de tiempo. “Últimamente, no encontraba las mejores sensaciones, pero UAE siempre ha confiado en mí y tenía una espina clavada del último Tour. Quería demostrar que puedo ganar en algún momento y lo he conseguido”, reseñó.

No había sido un cambio sencillo para Soler, que en el Movistar era uno de los valores a explotar, también gregario de lujo en ocasiones. “Ellos me hicieron ser el corredor que soy, pero necesitaba nuevos retos, nuevas ilusiones. Matxin me dijo que me quería para ayudar a Tadej Pogacar y las pruebas de tres semanas quizá ya no están en mi mente por el equipo en el que estoy y los líderes que tengo. Pero sí puedo tener días como hoy y hay que disfrutarlo”, aceptó. Pocos como el de Bilbao. “Se lo merece”, recogía el testigo Matxin; “sobre todo porque hasta que una gastroenteritis le impidió acabar el Tour, se dejó la vida para ayudar a Tadej”.

Sabe Soler que en la Vuelta está para ayudar a João Almeida, candidato a pelear por la general. Pero el caramelo ya lo tiene, por más que no las tuviera todas consigo porque en las subidas del día anterior las piernas no le fueron como quería. “No tuve mi mejor día, fue raro. Pero en esta etapa iba bien y, aunque no me lo esperaba ni me lo creía hasta que han quedado 500 metros para el final, he podido rematar y estoy muy feliz”, reconoció el ciclista a la vez que señaló que le llegó al corazón el ánimo del público en la subida al Alto del Vivero. Matxin, que le espoleó en la última subida a que atacara y ya no parara hasta el final, le elogió: “Marc es talento, una excepcional persona y tiene mucha raza”. Lo mismo opinó Igor Antón, que ganó su etapa de la Vuelta en 2011 —después de una ausencia semiobligatoria de 33 años en el País Vasco por motivos políticos (ETA) y económicos— en las mismas cuestas: “Es un buen sucesor, un corredor de altura. Y para ganar así hay que tener mucho control”. Eso y piernas, también cabeza y garra, un mejunje que ha acabado con 121 etapas de sequía española.

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