El campeón olímpico Marcell Jacobs se impone en los 100m de los Campeonatos Europeos de atletismo
La alemana Lückenkempert se impone en el sprint femenino, en el que Maribel Pérez fue sexta, y otro campeón olímpico, Tentogñou, gana la longitud, con Cáceres, cuarto
Menudo pie le lleva por el tartán a Marcell Jacobs, y los gemelos de su pierna izquierda con esparadrapos de su bandera, la italiana, tiras blancas, verdes, rojo sandía, qué tobillos, que forma de correr, pasos de saltador de longitud que fue, la del campeón olímpico que después de una primavera triunfal, campeón del mundo de los 60m en el indoor de Belgrado, pasa un verano horroroso, un isquio que cruje, unas piernas que duelen, pero en agosto mediado, a orillas del Isar que se resiste a la sequía y al calor, resucita para ganar el campeonato de Europa. Son dos carreras en un estadio abarrotado y loco por la gesta en el decatlón del compatriota Niklas Kaul, 24 años, 8.545 puntos, 76 metros en la jabalina, 4m 10s en los 1.500m y una victoria inesperada al final sobre el suizo Simon Ehammer (8.468), el prodigio de la longitud que se niega a dejar el decatlón.
La noche cálida, el atletismo ardiente. En las semifinales, el pupilo del triplista Paolo Camossi, nacido en El Paso, Texas, y no sabe apenas hablar en inglés, tan italiano es, ya demuestra de que material está hecho. Frenándose como solo Usain Bolt se atreve a hacerlo antes de llegar a la línea final, Jacobs gana con 10 segundos justos, dos décimas, dos metros, de ventaja sobre los esforzados que siguen de lejos su estela. En la final, solo el campeón saliente, el británico Zharnel Hughes se atreve a intentar mantenerse a su lado. Sucumbe. Gana Jacobs, plusmarquista europeo con sus 9,80s de Tokio, en 9,95s. Segundo Hughes (9,99s), tercero otro británico del Caribe, Jeremiah Azu, 21 años, recién llegado a la elite, lejísimos (10,13s).
Cincuenta años después de sus Juegos, Múnich se celebra organizando Campeonatos de Europa de nueve deportes, ambiente olímpico que los campeones de Tokio se honran en iluminar. No solo Jacobs o Ingebrigtsen, el que acaba con Katir, triunfan, también el griego Miltiadis Tentoglou, el único que se eleva de verdad sobre el foso de arena y gana el salto de longitud con 8,52m, el récord de los campeonatos. La plata y el bronce quedan lejísimos, en marcas de hace décadas, en 8,06m, la misma distancia que alcanzan el sueco Tobias Monthler, plata, y el francés Jules Pommery. Eusebio Cáceres, condenado siempre a ser cuarto, se queda en 7,98m. Una distancia escasa. Un cuarto triste para el saltador de Onil, de 30 años, tan lleno de talento y velocidad como de fragilidad muscular, que también fue cuarto en Tokio 21 (8,18m), en los Europeos de Zúrich de 2014 (8,11m) y en los Mundiales de Moscú de 2013 (8,26s). La cuádruple corona que nunca nadie querría poseer.
La noche de los olímpicos acaba siendo la noche alemana y ebria, y loca, con la victoria inesperada de la local Gina Lückenkempert en la final más apretada que se recuerda de los 100m femeninos. Las tres primeras, ella, la suiza Kambundji y la británica Daryll Neita cruzan la meta tan juntas que cuesta separarlas. 10,99s las dos primeras. 11s la tercera. Solo una centésima une a las tres. Solo cinco milésimas, ni un parpadeo, separan a las dos primeras, a la alemana que enloquece, tropieza, se cae, rueda, y sus piernas sangran porque se ha clavado los clavos de sus zapatillas atómicas, y a la suiza que lleva la delantera todo el tiempo, que se siente la favorita, que se cree ganadora y que cede en el último paso, agotadísima, al límite. La gran favorita, la británica Dina Asher Smith, se lesiona y entra al trote, la octava. Muy lejos de la bomba sevillana María Isabel Pérez, la segunda española que llega a una final europea de los 100m, 20 años después de Glory Alozie, cuarta también en Múnich, y termina sexta, con 11,28s. Y Múnich arde, y los ecos de la afición enfebrecida aún resuenan horas después en la colina de la basura, en el estanque, en los bosques.
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