Swiatek conquista Roland Garros, de nuevo por aplastamiento
La polaca redondea ante Gauff un torneo fantástico, eleva su segundo trofeo en París (6-1 y 6-3, en 68 minutos) y prorroga una racha histórica de 35 victorias
No es la más espectacular. No posee los golpes más definitivos ni poderosos. Tampoco sigue la escuela creativa de las Barty o Jabeur, u otras virtuosas del pasado, ni tiene el aderezo mediático de las Williams u otras compañeras de generación. Sin embargo, Iga Swiatek es la mejor y la más fuerte, la nueva Dama de Hierro de la raqueta. Ejerce sin condescendencia. Lo ha comprobado este sábado la joven Coco Gauff, a la que le ha atravesado un relámpago. En poco más de una hora (68 minutos), la polaca ha sellado la final (6-1 y 6-3), ha elevado su segundo título en París y reafirmado lo que viene anunciando desde febrero, cuando comenzó su racha triunfal: efectivamente, Swiatek busca rival.
Muerde Swiatek, y no suelta la presa. De esta forma, la número uno ha enlazado 35 triunfos consecutivos —solo ocho jugadoras han logrado una secuencia tan duradera— e iguala la racha que firmó la estadounidense Venus Williams hace 22 años; a partir de 1990, únicamente la estadounidense Monica Seles (36) y la suiza Martina Hingis (37) la superan. Es decir, poco a poco Swiatek escribe una nueva página en el circuito femenino, tan proclive a la inestabilidad en los últimos tiempos, tan dado a la alternancia y los giros bruscos. Se fue por sorpresa Barty, hace tres meses, pero la australiana ha encontrado una digna heredera. 21 años y dos majors ya en el palmarés.
”Es muy diferente a cuando gané aquí por primera vez, ahora siento que estoy preparada para lo que viene. Todo era más frenético hace dos años, ahora creo que estoy más preparada incluso para celebrarlo. Soy mucho más consciente de qué se necesita para ganar un Grand Slam”, apunta la ganadora.
De momento, las rivales no le hacen ni cosquillas a Swiatek, una tenista que, como tantas y tantos otros, creció inspirándose en las gestas de Rafael Nadal. Siente adoración por él. Y como el de Manacor, la polaca compite con puño de acero en Roland Garros, donde su porcentaje de victorias es extraordinario (91,6%) y se siente como pez en el agua; ni un set regaló en su primer éxito, hace dos años, y solo uno ha concedido en esta ocasión, de nuevo un paseo militar desde el primer día. Se lo arañó la china Zheng Qinwen. El resto (Riske, Kovinic, Pegula, Kasatkina…) hizo lo que pudo, que no es poco. Gauff, de 19 años, lo ha intentado, pero ha chocado contra una campeona de hormigón.
En la línea de Henin
Cada vez que la ven enfrente, a las estadounidenses les salen sarpullidos. Cuatro se ha cobrado en este torneo y 16 son los triunfos que ha conseguido en los 17 últimos partidos disputados contra jugadoras de esta nacionalidad. Poco importa ahora mismo de dónde venga la adversaria. Swiatek insinuó en febrero, pero entonces, en Australia, estaba todavía Barty. Apartada la oceánica, ella ha tomado definitivamente el mando y gana todo lo que juega, sin excepción. En serie: Doha, Indian Wells, Miami, Stuttgart, Roma y Roland Garros. La belga y ex número uno Justine Henin (entre 2007 y 2008) era la última que había encadenado seis trofeos seguidos.
“No es fácil lidiar con la presión, estos días la he sentido encima. Lo más duro es no permitirte pensar en ello. Es lo más difícil, pero he conseguido manejarlo y cada vez lo hago mejor. Es algo que me enorgullece. Ahora me quedaré en Varsovia unos días para descansar”, precisa antes de afrontar la gira de hierba.
El hoy es de Swiatek, una chica expresiva y risueña a la que el físico, uno de los más sobresalientes del circuito, le viene de serie; al fin y al cabo, su padre Tomasz participó en la modalidad de remo en los Juegos Olímpicos de 1998. Abarca y abarca pista, fina en los movimientos y estratégica, cada vez más afilada y más completa. La sufre Gauff, lágrimas en los ojos después de ceder el punto definitivo y durante el parlamento —“ojalá esta sea mi primera final de muchas…”—, y se lleva un abrazo el goleador Robert Lewandowski, presente en la grada y testigo directo del último aplastamiento de su compatriota. No hay quien pueda con el tiránico mandato de Swiatek.
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