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El anonimato de Frenkie De Jong

El centrocampista no encuentra su mejor versión desde que llegara hace tres cursos al Barcelona, pero desde el área deportiva lo declaran intransferible

Jordi Quixano
De Jong y Óscar Valentín, durante el encuentro entre el Barcelona y el Rayo.
De Jong y Óscar Valentín, durante el encuentro entre el Barcelona y el Rayo.Alejandro García (EFE)

Cuando vio el número 21 en la pizarra electrónica, Frenkie de Jong (Arkel, Países Bajos; 24 años) pegó un bufido y decidió salir por la banda más cercana -la opuesta al área técnica- para no perder tiempo porque el Rayo estaba ganando. Pero su enfado era morrocotudo, tal y como expresó al salir del césped, tirando las espinilleras al suelo y pasando de largo del banquillo para meterse en el vestuario. Más calmado, volvió a salir para estar con sus compañeros y ver una nueva derrota del Barcelona, la tercera consecutiva en casa en una temporada por primera vez en la historia azulgrana. “Estaba enrabietado por la cantidad de patadas que le dieron [le pitaron tres faltas en contra] y porque el colegiado no lo paró. Tampoco le sentó bien el cambio, pero ya es bueno que un jugador como él, al que se le reclama carácter, se exprese. Aunque no lo hiciera de la forma correcta, evidencia sus ambiciones competitivas”, apuntan desde los despachos del Camp Nou. Sucede, sin embargo, que tampoco da un paso al frente en el equipo, lejos de ser el líder de la nueva generación como se le ha reclamado y lejos también de ofrecer esa versión que enamoró a toda Europa cuando jugaba en el doble pivote del Ajax con libertad de movimientos. En el Barça, en cualquier caso, no pierden la fe en el holandés. “No vamos a vender a Frenkie de Jong, es un jugador muy valorado dentro del club”, señaló Jordi Cruyff, oficiosamente secretario técnico azulgrana, tras el envite ante el Rayo.

Hace unos meses, desde los pasillos de la Ciudad Deportiva del Barcelona entendían que a De Jong le costaba ser feliz en el club y temían que pediría marcharse al acabar el curso. Decían que le había superado el baile de técnicos en el banquillo y que el equipo no era lo que le habían prometido, sin la propuesta histórica azulgrana ni el tono competitivo. Y, por mucho que Koeman le diera la titularidad por decreto junto con Pedri -al punto de que a Pjanic no lo utilizaba en ocasiones ni en los entrenamientos- no se lo pasaba bien. Con Xavi cambió el asunto. Más que nada porque el entrenador le dedicó horas en la sala de vídeo y también en el campo con ejercicios individuales para explicarle el juego de posición, esfuerzo que valoró el holandés porque acostumbra a mirar sus participaciones con el balón y sin él tras cada encuentro para ver dónde puede mejorar en colocación y definición de la jugada. “En el cuerpo técnico se sorprendieron de que no levantaba tanto la cabeza como debía, de que no tenía un control para deshacerse del rival sino que, gracias a su calidad técnica, se librara de las presiones con un regate de más”, señala un preparador del club azulgrana; “pero le cuesta jugar en espacios reducidos”. De Jong, aplicado, mejoró rápido. “Ahora entiende lo que queremos de él. Sabe cuándo hacer la superioridad en la línea de tres. Fija y divide bien. Es uno de los mejores jugadores en esto”, destacó Xavi. “Empezamos a jugar mejor como equipo y, como resultado, yo también empecé a jugar mejor”, replicó el centrocampista. Pero ni él ni el Barça han tenido continuidad, alicaídos por perder en Europa e insulsos en el juego desde entonces.

Produce urticaria a los aficionados, sin embargo, que Frenkie se parezca tan poco a De Jong. “¡Hemos dado un gran golpe!”, se felicitaron en los despachos del Camp Nou cuando el holandés firmó por el Barcelona, entonces pretendido por el PSG, Madrid, Bayern y Manchester City. Costó 75 millones fijos más 11 en variables. “Hoy empieza una nueva era”, vaticinó el entonces presidente Josep Maria Bartomeu después de una presentación en el estadio que congregó a unos 20.000 aficionados. Las promesas se perdieron en el camino como Frenkie ha perdido el hilo. Más que nada porque le dijeron que compartiría vestuario con Messi, que en el Barça siempre se juega a lo mismo y que en el Camp Nou hay una conexión obvia con los holandeses, hijos del librillo de Cruyff. Pero ni con Valverde, ni Setién ni Koeman practicó el fútbol de La Masia o del Ajax, y ahora con Xavi el equipo ha perdido el apetito tras luchar únicamente por entrar en la Champions.

De Jong, sin embargo, sigue corriendo, jugador capital para todos los entrenadores, al punto de que es el segundo futbolista que más minutos ha jugado (10.884) desde que llegara al club hace tres temporadas, solo por detrás de Ter Stegen (12.150) y por delante de Busquets (10.843) y Alba (10.548). “No debe perder tantos balones”, le recriminó un día Koeman. “Puede ser más decisivo a la hora de intentar el disparo desde lejos o en las entradas al espacio”, le exhortó Valverde. “Tiene que conectar con los delanteros y probar más el disparo”, le conminó Xavi, que siempre le guarda piropos porque “es un gran diésel y puede marcar una época en el Barcelona”. De Jong lo sabe. “Debo marcar más goles y dar más asistencias”, admite; “puedo mejorar mi juego pero tampoco es un desastre”. Suma cuatro goles y cinco asistencias, por las cinco dianas de Pedri, muy mermado por las lesiones, en la mitad de los minutos.

Aunque ha mostrado autocrítica consigo mismo y el equipo –”nos falta personalidad” o “no nos ofrecemos cuando hay presión”, han sido alguna de sus píldoras-, De Jong es un jugador contextual porque entra en combustión o de desinfla a la vez que el equipo. Y cuando tocan partidos contra rivales cerrados, quizá por eso de que no levanta la cabeza tanto, se encalla. Le ocurrió ante el Cádiz como también frente al Rayo. Pero todavía nadie duda de Frenkie. “Es un jugador valorado en el club y en el mercado europeo. Pero ni muchísimo menos estamos pensando en esa opción (que vaya al mercado)”, zanjó Jordi Cruyff. Se aguarda una vez más a su mejor versión y salga del anonimato.

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