La NBA de David Stern
El abogado neoyorquino pasó a la historia como el gran globalizador del baloncesto estadounidense
En el principio fue la imagen. Con un procedimiento un tanto rudimentario, eso sí. Porque a principios de los 80 la NBA apenas contaba con grabaciones de sus partidos. Muchos de los grandes hitos de su historia —los 100 puntos de Chamberlain, por ejemplo— carecían de un documento audiovisual que acreditaran que, efectivamente, habían sucedido. Y así es más difícil construir los mitos. Alguien con visión de futuro y conocedor de la importancia del pasado decidió entonces que cada franquicia local debía grabar los encuentros en videocasete y enviarlos por mensajero a la sede de la liga nada más acabar. Allí, una vez recibidas, se visionarían, seleccionando las mejores jugadas y anotando —esto es importante— los instantes en los que el público presente en la cancha reaccionaba ante una jugada especialmente llamativa. Se trataba de buscar la inmersión del telespectador. De invitarle a formar parte del espectáculo.
Aquella persona se llamaba David Joel Stern y se convirtió en una de las figuras más poderosas del baloncesto contemporáneo. Tal vez la de mayor alcance, si exceptuamos a todos los deportistas. En Dios. Patria. Rey (JC), el periodista Sergio Rabinal traza un extenso y completo perfil de Stern, fallecido en enero de 2020. El abogado neoyorquino pasó a la historia como el gran globalizador de la NBA. El producto que hoy se percibe no tiene nada que ver con el que él heredó en 1984, año en el que fue nombrado comisionado de la competición. Stern se encontró una liga cuyos equipos perdían dinero y con la asistencia a los pabellones y las audiencias en decadencia. Cuando dejó el cargo, en 2014, había pasado de 24 a más de 1.200 empleados, había convertido en iconos mundiales a jugadores como Michael Jordan o Larry Bird. Por el camino, saneó los clubes —se pasó de 165 a 5.500 millones de dólares de ingresos—, estableció los topes salariales —los jugadores pasaron de un promedio salarial de 290.000 dólares a 5,7 millones—, las normas de comportamiento o vestimenta para los jugadores, también los programas antidroga.
Una trayectoria que, con sus defectos, tiene mucho de manual de gestión y de liderazgo. Desde la comunicación a los asuntos laborales. Desde la mano de hierro a las estrategias políticas. Y todo ello sin haberse vestido nunca de corto para botar un balón y lanzarlo a canasta.
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