En el jardín de Alejandro Valverde, Juan Ayuso asoma la cabeza
El joven ciclista español, de 19 años, segundo en La Molina, la primera etapa dura de la Volta, es también segundo en la general la víspera de la etapa reina, en Boí Taüll
A un mes de cumplir 42 años Alejandro Valverde, que no se ve muy pimpante, se deja llevar por el pelotón que le protege del viento helador, nieve en las cunetas, que frena los ánimos en la pesada subida a La Molina, uno de sus jardines privados; a varios meses de cumplir los 20, Juan Ayuso, impaciente, saca una y otra vez la cabeza por delante, acelera, choca con el viento de cara, frena, mira, espera, y como él, medio pelotón calcula.
Es la primera etapa importante de la Volta, una subida tendida y 500 metros muy empinados que, más decidido e inteligente que ninguno, ha anticipado en contrapié el australiano Ben O’Connor a 12 kilómetros de la llegada, recién salidos todos de Alp, tierras de la Cerdanya. O’Connor, de 26 años, es duro y resistente, un hombre con fe en el valor del individuo frente a un grupo al que paraliza la lucha de intereses y la búsqueda del provecho en el esfuerzo ajeno, y ni Guillaume Martin, el filósofo que escribe y pedalea, y tan bien reflexiona y teoriza sobre las complejas relaciones entre las diferentes clases sociales del pelotón, puede romper la inercia con su esfuerzo solitario, un ataque mojado. O’Connor, que siguió la vieja ley de que para ganar una etapa se trata de atacar el último antes que nadie, hace unos meses, en julio, ganó así en Tignes una etapa alpina del Tour y gracias a ello acabó cuarto de la grande boucle. En La Molina gana también, con 6s de ventaja, y lo celebra tanto como en Francia, porque, además, se pone líder. Y, a sus espaldas, segundo en la etapa, segundo en la general, a 10s, Juan Ayuso, el chaval que asoma, el esperado. Tercero, como siempre en La Molina, Nairo, eterno.
A los chavales que llegan optimistas los viejos les enseñan, nada más pisar su territorio, que bajen a la tierra, que el triunfo de la lucha de clases es imposible, que se sometan a la tradición, y en el pelotón de unos 40 que llega destacado tras el inalcanzable O’Connor, marchan media docena de jovencitos nacidos con el siglo que hace un año o dos se pegaban en el Giro sub 23 o en el Tour del Porvenir y han acelerado tanto su maduración que ya hacen lo mismo en las carreras de los mayores, Nairo, Carapaz, Valverde, pero no Simon Yates, que se desvanece, con los que se mezclan, a los que imitan, y los hábitos no cambian, como si el territorio conformara los comportamientos, y el viento. Están en territorio Valverde, que ha ganado tres veces la Volta (2009, 2017 y 2018) y que en La Molina, el repecho final que tan bien le va, se ha impuesto dos veces. Como Ayuso, más decidido aún, ataca el belga Vandenabeele, que fue tercero en el Giro baby de Ayuso, y también se deja ver su compatriota Van Wilder (ya hay hasta escaladores belgas, ciclistas pequeñitos: no todos son ya armarios sobre pedales en las tierras de Flandes), y el noruego Tobias Johannessen, el ganador del Tour del Porvenir por delante del granadino Carlos Rodríguez, que también está ahí. Los jóvenes empapan el pelotón como una gran ola moja la playa, y se juntan con jóvenes un poco más veteranos, pero también del siglo, Almeida, Higuita… “No me ha faltado nada”, dice Ayuso, que se define “explosivo”. “Era un buen final para mí y pensaba rematar. Pero, bueno, mañana [jueves, estación de esquí de Boí Taüll, altitud 2.049 metros, la etapa reina, la decisiva] espero estar ahí”.
En el hospital de Girona, donde permanecerá al menos hasta el domingo, a Sonny Colbrelli le han visitado ya su mujer, Adelina, su padre y su mánager, que le acompañarán en la dura etapa que le espera el jueves. Según cuenta La Gazzetta dello Sport, llegará al hospital el registro del desfibrilador usado para resucitarlo el lunes en la meta de Sant Feliu de Guixols, con el que los arritmólogos que le tratan intentarán saber exactamente que le pasó a su corazón durante el episodio de fibrilación y arritmia ventricular que lo paralizó, y, además, se someterá a una resonancia magnética que ofrezca pistas sobre las causas de su muerte súbita. “Pero yo solo pienso en cuándo podré volver a pedalear. No puedo terminar así”, le dice al diario italiano el ciclista milanés, de 31 años, ganador el año pasado de la única Roubaix de otoño.
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