Kyrie Irving anota 60 puntos en otra noche de récord lejos de Brooklyn

Combinaciones imposibles, velocidad y un talento sobrenatural. Las sensaciones que desprende Kyrie Irving cuando está sobre la pista son comparables con pocos jugadores de la historia. La pasada madrugada, ante los Magic, el base de los Nets anotó 60 puntos en la paliza de su equipo (150-108) a Orlando, la mayor marca de su carrera. Irving castigó al conjunto de Florida con 41 tantos antes de llegar al descanso, la mejor marca de la liga desde que en 2017 Devin Booker alcanzara los 51 puntos en la primera mitad. Además, el base de los Nets sumó seis rebotes, cuatro asistencias, dos robos, un tapón y tan solo una pérdida de balón en 34 minutos de juego, con un acierto en el tiro del 65%. Una actuación de récord.

Dos noches antes, en Brooklyn, Irving había pagado la entrada como un aficionado más para ver a su equipo sentado a pie de pista en el Barclays Center. El motivo no era una lesión. Tampoco una sanción deportiva o una decisión técnica de Steve Nash, su entrenador. La ley local de la ciudad de Nueva York impide que las personas no vacunadas ante la covid-19 ejerzan su trabajo de forma presencial. Irving, que desde el principio se ha mostrado reacio a inocularse, no ha recibido ninguna dosis del fármaco: “Es mi decisión y me mantengo firme con ella”, dijo el pasado mes de enero. Su caso no supone excepción alguna para el estado de Nueva York, por lo que no puede participar en los partidos que su equipo juega como local en Brooklyn.

El pasado lunes, Irving animó a su equipo vestido de calle a pocos centímetros del parqué, pero lejos de sentir el sudor de sus compañeros. A pesar de tener permiso para acudir al pabellón sin mascarilla, el base entró al vestuario de su equipo en el descanso. La NBA no lo pasó por alto y multó a los Brooklyn Nets con algo más de 45.000 euros, ya que considera que el vestuario forma parte del entorno laboral de la franquicia.

Kevin Durant, máxima estrella del equipo, denunció en la rueda de prensa posterior al encuentro del lunes frente a los Knicks que la situación “no tiene ningún sentido”. Además, a escasos días de que comiencen los playoffs, Durant pidió al alcalde de Nueva York, Eric Adams, un cambio de la ley. El edil neoyorquino, por su parte, ha reconocido en numerosas ocasiones que quiere ver a Irving en la cancha cuanto antes, pero que hacer de su caso una excepción “mandaría un mensaje equivocado” a los ciudadanos de Nueva York.

Mientras la norma se discute, Irving deja huella cuando los Nets juegan lejos de Brooklyn. Frente a Orlando, el base dejó una hilera de jugadas para el recuerdo que le sirvieron para establecer la mayor anotación de la historia de la franquicia: 60 puntos.

A ocho minutos del final, cuando los Nets ya rebasaban por 34 puntos a su rival, Irving dejó a su defensor tirado en la cuneta con un amago endiablado y anotó desde más allá de los 6,75 para llegar a la cifra récord. El base miró al cielo, celebró con su colega Durant y se sentó en el banquillo para no volver a jugar un solo minuto.

Irving es un tipo especial. Nacido en Melbourne (Australia), aunque criado en Nueva Jersey, con nueve años declaró que algún día jugaría en la NBA: “Es algo que pasará, lo prometo”. Dos décadas después, tras haber sido campeón de la liga —con Cleveland, en 2016— y siete veces all star, el base puede despistar con sus decisiones fuera de la cancha, pero demuestra dentro de ella que forma parte de la élite más selecta del baloncesto mundial.

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