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Area di rigore
Columna
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La Juve, Vlahovic y el Bloody Mary adulterado

El club turinés se gasta una fortuna en el mercado de invierno para fichar al pichichi de la Liga y corregir el enésimo desaguisado de su presidente, Andrea Agnelli

Vlahovic, ayer ante Demiral en el Atalanta-Juventus.
Vlahovic, ayer ante Demiral en el Atalanta-Juventus.PAOLO MAGNI (EFE)
Daniel Verdú

El otro día quedamos con una amiga en un bar junto a la Piazza Farnese romana para tomar una aperitivo (por la tarde, importante no confundir con el español, al mediodía). Se trataba de un local de mala muerte sin ningún mimo por la coctelería. Pese a las señales que llegaban del bar, que contradecían claramente su deseo, ella se empeñó en pedir un Bloody Mary. Sucedió primero que no le pareció que llevase suficiente Vodka. Así que exigió al camarero que corrigiese aquella decepción con un chorrito más del destilado ruso. Cuando volvió a probarlo, insistió en que aquello seguía siendo un sinsabor de campeonato. La tercera vez, cansado de penar de la barra a la terraza, el tipo volvió con un vaso con restos de tomate, pimienta y un pantano de vodka. La evidente finalidad que perseguía mi amiga con aquella corrección se cumplía ya con creces. Pero los tres convenimos que aquel brebaje adulterado había dejado de llamarse Bloody Mary. A la Serie A le ha sucedido algo parecido durante este mercado de invierno con el fichaje de Dusan Vlahovic.

La Vecchia Signora acaba de corregir a golpe de chequera el pésimo cocktail deportivo que había preparado su presidente, Andres Agnelli, a comienzos de temporada. Como la planificación en verano fue nefasta y el club solo aspiraba, con algo de fortuna a los aguados puestos de Champions, quien fue uno de los tres tenores de la Superliga decidió adulterar el campeonato y comprarse en el mes de enero por 80 millones al pichichi de la Serie A y de la Coppa Italia: Dusan Vlahovic.

La jugada, al más puro estilo de la portera de Núñez, destruye por completo cualquier aspiración de la Fiorentina —viejo equipo del serbio— y garantiza un buen chorro de goles a su nuevo equipo, que no lograba poner en órbita a Morata y Dybala en el marcador: Vlahovic lleva 22 tantos en 26 partidos (18 en la Serie A y tres en la Coppa Italia). Y de paso Agnelli demuestra que su club puede hacer que el camarero vaya y venga de la barra a la mesa tantas veces como haga falta hasta que gane.

La Juventus, además, ha fichado a Denis Zakaria. Un centrocampista suizo que aportará la distribución que necesitaba en el centro del campo. Y estabiliza el puesto de su presidente, muy discutido a principio de temporada y sujeto últimamente a todo tipo de rumores que apuntaban que el jefe de la familia, John Elkann, pensaba en buscarle sustituto. Especialmente tras el negocio ruinoso de Cristiano Ronaldo, que llegó para ganar una Champions y dejó al club en número rojos (costaba 30 millones por temporada más los 90 que pagaron al Real Madrid). Agnelli siempre pensó que le hubiera gustado fichar al portugués cuando tenía 27 años. Pero ahora ha logrado algo mejor: el golpe del mercado, con un jugador joven, fuerte, alto (1,90m, iba para jugador de baloncesto) y rápido que quiere comerse el mundo.

Vlahovic tiene un hambre y un talento incomparables. El serbio, un jugador que recuerda poderosamente al Ibrahimovic de las mejores épocas, ha conquistado ya el corazón de los tifosi bianconeri y está llamado a marcar una época en el club turinés. En los dos primeros partidos marcó un gol y dio una asistencia (ayer empataron 1-1 ante el Atalanta). El serbio es un fuera de serie, quizá el mejor delantero centro de Europa, con permiso de Haaland, caza mayor el próximo verano. Tiene solo 22 años y fue descubierto por el entonces ojeador y experto en el mercado balcánico del club, Pantaleo Corvino. La Fiorentina pagó un millón y medio al Partizán de Belgrado. Primero no acabó de cuajar, pero tuvieron paciencia y terminó rompiéndola.

El negocio para el club del estadounidense Rocco B. Commiso es redondo. Si hubiera esperado al verano, el valor de un futbolista más cerca del final de su contrato en 2023 hubiera caído. Y renovarle era imposible. Ni Vlahovic quería ya seguir, ni la Fiorentina se lo hubiera podido permitir. Pero, ¿tiene sentido para la legitimidad de un campeonato que su mayor estrella pase de un club a otro a mitad de la temporada? La respuesta podría tenerla el camarero del bar de la Piazza Farnese.


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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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