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Egan Bernal se recupera en la UCI de varias operaciones quirúrgicas tras su accidente

El gran ciclista colombiano sufrió fracturas en una pierna y una luxación vertebral en el tórax que comprimió la médula

Egan Bernal
Momento tras el accidente de Egan Bernal con un autobús.Policía Tránsito (Policía Tránsito EFE)
Carlos Arribas

Rey de los Dolomitas y su nieve, que espanta a los corazones fuertes; emperador del Iseran, y su tormenta, el coloso de los Alpes; ganador del Tour a los 22 años, el más joven maillot amarillo en París en un siglo; ganador del Giro de Italia a los 24; apenas 10 días después de cumplir los 25, Egan Bernal acelera sobre su cabra con la vista puesta en el suelo, en la posición más aerodinámica posible, un entrenamiento duro y sacrificado, y alcanza los 65 kilómetros por hora en una carretera abierta al tráfico, no muy lejos de su casa de Zipaquirá, en el corazón de Cundinamarca, al norte de Bogotá. Cuando levanta la vista, ante sus ojos, un coche de línea rojo, inmenso, está detenido. Frena y sale disparado y es su pecho el que impacta contra la parte trasera del autobús, que se abolla, y su cuerpo, sus piernas, su caja torácica, se fractura, tan violento es el impacto.

Su compañero de Almuñécar, Carlos Rodríguez, que se entrenaba con él, sostiene su cabra negra, intacta, mientras Egan se retuerce en el suelo y le atiende un masajista del Ineos. Media docena de corredores del equipo están concentrados desde hace 15 días en un hotel de la vecina Tocancipá, junto al autódromo del que salió el piloto Juan Pablo Montoya. El trabajo en altitud, más de 2.200 metros, que mejora la capacidad de transportar oxígeno en la sangre es obligatorio en estos tiempos del ciclismo.

Un día después del accidente, y tras varias horas de quirófano, primero en manos de traumatólogos, que reparan su pierna, el fémur (un enclavijado con clavo y placa, y sus tornillos) y la compleja reducción anatómica de la rodilla machacada (“conminuta”, dice el parte médico, fragmentada en múltiples cachitos), y más tarde los neurólogos que reducen la lesión torácica, la luxación de vértebras, la hernia discal, la compresión medular, Egan Bernal permanece en la UCI de la clínica de la Universidad de La Sabana, un establecimiento privado del Opus Dei en la cercana Chía, justo el centro en el que el ciclista estudió periodismo. Un tubo de drenaje torácico alivia el neumotórax, la perforación de un pulmón por una costilla rota. “Estamos en la fase uno, las primeras 24-48 horas, las de damage control, en las que lo primordial es salvar la vida del accidentado”, informa el portavoz del hospital. “Estará en la UCI unas 72 horas. Esperamos poderle ir despertando poco a poco para, con todos los volúmenes de líquido que ha necesitado, pueda recuperarse paulatinamente. En los próximos días trataremos el riesgo de infección y la contusión pulmonar que tuvo”. Pocas horas después, la clínica anunció que Bernal había sido extubado, que estaba consciente, que podía mover las cuatro extremidades. “A medida que las horas han pasado, el paciente ha tenido una excelente respuesta al tratamiento. Está contento y muy activo en su relación con sus familiares”, subraya el anuncio.

El mundo del ciclismo contiene la respiración y espera, y no hay quien no tema que el choque en Gachancipá, carretera de Bogotá a Tunja, suponga el fin de la carrera del mejor ciclista de los últimos años junto al fenómeno esloveno Tadej Pogacar. Nadie habla de plazos de recuperación, de una posible vuelta a la bicicleta del campeón, tan joven.

“Son lesiones importantes”, dice el traumatólogo Luis González Lago, experto en reparar lesiones y fracturas de ciclistas. “El pronóstico en general no es muy bueno para un ciclista profesional, tanto en cuanto la lesión de rodilla va a tardar tiempo, conminuta y abierta dará mucha lata, y veremos cómo queda esa articulación para la flexión repetida en el pedaleo, y también hay que ver cómo evoluciona la lesión neurológica, si han conseguido eliminar la compresión medular o el fragmento que la haya provocado o si no ha sido importante. Hay que ver, hay que ver, qué tiempo ha pasado, si la compresión medular ha hecho lesión permanente o no, o esa lesión se puede recuperar, que probablemente sea así porque ya han dicho que ha empezado la rehabilitación. La evolución neurológica solo se puede ver con el tiempo”.

Los observadores atentos del ciclismo hablan de dos tipos de corredores, los que pedalean sueltos y frescos, como el Anquetil mitificado o el Pogacar que nunca se hace daño cuando se cae, y no se cae muy a menudo, y los que van rígidos, como atados a la bicicleta, como iba Poulidor, siempre sangrante, o como van Primoz Roglic o Mikel Landa, o como Egan Bernal, quienes siempre se rompen algo, y recuerdan el primer gran golpe del ciclista colombiano, verano del 18, clásica de San Sebastián. Bernal cayó de cara contra el asfalto, se partió la mandíbula y sufrió conmoción cerebral y traumatismo craneal. Se recuperó rápido y bien, y 10 meses después ganó el Tour; y tras retirarse del Tour siguiente, el de 2020, con la espalda hecha polvo, se recuperó y ganó el Giro siete meses más tarde.

En su capacidad probada de recuperación confían quienes, a la hora de situarlo en un linaje de ciclistas caídos, prefieren ubicarlo en la línea última del Alejandro Valverde que se proclamó campeón del mundo a los 38 años 14 meses después de una fractura conminuta de rodilla, o en la de Remco Evenepoel, el jovencito belga que se destrozó la pelvis en una caída en verano del 20 y regresó tan fuerte en el 21 que durante varias etapas fue el rival más duro de Bernal en el Giro, y no en la de otros antecedentes más desgraciados, como el de Chris Froome, quien no volvió a ser él después de caerse y romperse la pelvis de una cabra entrenando en 2019 un mes antes de iniciar la conquista del que debería haber sido un quinto Tour que nunca ganará, o el de Joseba Beloki, quien sufrió fracturas similares a las del británico al caerse delante de Lance Armstrong en el Tour de 2003 cuando aceleraba en el descenso de La Rochette hacia Gap en persecución de Alexander Vinokúrov. O, más doloroso aún, el recuerdo de Mauricio Soler, de Ramiriquí, el gran ciclista colombiano, rey de la montaña del Tour de 2007, que debió retirarse a raíz de una gravísima caída en el Tour de Suiza de 2011, en la que sufrió un grave traumatismo craneal.

“Y las lesiones de Beloki eran aparentemente menos graves que las de Bernal”, dice Pedro Celaya, médico del ONCE de Beloki aquel 2003, quien recuerda cómo Eddy Merckx se recuperó de una caída terrible en 1969 que le destrozó la cadera aunque se pasó luego toda su carrera de caníbal incómodo sobre la bicicleta, cambiando de postura constantemente, y la altura del sillín, y siempre con una llave Allen en el bolsillo para modificarla y un mecánico de los nervios. “Pero cada ciclista es un mundo, y su organismo. Hay ejemplos en todos los sentidos. Cuando vuelva a la bicicleta tendrá que modificar la postura sobre la bici y la mecánica de pedaleo, y, sobre todo, regresar con paciencia, sin ansiedad, sin querer quemar plazos ni etapas para no entrar en fatiga crónica”.

Al Egan campeón de siempre le espera su Ineos, el equipo británico con el que hace apenas un mes renovó por cinco años más, hasta diciembre de 2026, y le espera, sobre todo, la afición, que siempre ha amado a los corredores de carácter y talento. Y no son tantos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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