Un fútbol cercano a Usain Bolt
Hoy el juego se ha vuelto más físico y dinámico. El presente es de jugadores como Kanté, Haaland, Pogba, Davies y Alexander-Arnold
Xavi ha vuelto. Con él de entrenador, el FC Barcelona quiere revivir la gran época de Pep Guardiola. Gracias a su técnica y a su visión de conjunto, Xavi fue un jugador de talla mundial. Jugaba de manera estratégica y pensando en el equipo. Apoyaba a sus compañeros como alguien en quien descargar el balón, preparaba el terreno con precisión y siempre encontraba soluciones. Parecía imposible separarle del balón, incluso si estaba rodeado.
En la época dorada de Xavi, la selección española era prácticamente imbatible, llegando a ser campeona de Europa, campeona del mundo y campeona de Europa sucesivamente. En las dos finales de la Eurocopa de 2008 y 2012, suyas fueron las asistencias de cuatro goles. Durante ese tiempo, dominó la Liga de Campeones con el FC Barcelona: ganó el título dos veces y llegó a las semifinales en cuatro años. “El [equipo] que más me ha impresionado es el Barcelona”, dijo el entrenador del Manchester United, Alex Ferguson, tras perder la final de 2011, cuando el tiquitaca alcanzó su cima. “No había manera de jugarles”.
En el centro del campo, Xavi se complementaba a la perfección con Andrés Iniesta. Xavi era el metrónomo, e Iniesta el portador del balón. Los dos se repartían las tareas de forma similar a Luka Modric y Toni Kroos, que con el Real Madrid sustituyeron al FC Barcelona como referencia del fútbol de clubes. Xavi además coincide con Kroos en la gran calidad de sus pases largos.
Xavi encajaba perfectamente en la filosofía del FC Barcelona y en la de Pep Guardiola. Bajo la batuta de este, Xavi, Iniesta, Carles Puyol y Lionel Messi interiorizaron la cambiante idea del fútbol total, según la cual todos pueden hacer de todo. Juntos llevaron el equilibrio entre el ataque y la defensa hasta un nuevo nivel. La envergadura física no era decisiva, ni siquiera en el ataque y la defensa.
En aquel momento, yo podría haber ido al FC Barcelona. Habría sido una gran experiencia estar en el campo con esos grandes jugadores. Miro hacia atrás con lágrimas en los ojos, pero como niño de Múnich lo que más deseaba era ganar la Liga de Campeones con mi club, el FC Bayern. Nunca me habría perdonado si no hubiera estado allí para la victoria en Wembley en 2013. En aquella época, el Barcelona fue un modelo para el mundo en otro sentido: el club llevaba como patrocinador en su camiseta a Unicef.
Los tiempos han cambiado. La última vez que el FC Barcelona ganó la Liga de Campeones fue en 2015. Desde entonces, no ha pisado la final, y se le recuerda más bien por sonadas derrotas: 2-8 contra el Bayern de Múnich, 0-4 en Liverpool, 0-3 en Roma, 1-4 contra el PSG, recientemente 0-3 en Lisboa. Es lo malo de este tipo de fútbol: exige la mejor técnica y un alto nivel de inteligencia a todos los implicados. En ocasiones, el tiro sale por la culata.
Los rivales hace tiempo que descifraron el juego del Barça. Ya en 2010, José Mourinho y el Inter de Milán lograron frenar al Barcelona. En la semifinal, montó una barricada en el área con todo el equipo. El principio de “todos detrás del balón” ha pasado a ser socialmente aceptable, todo el mundo lo lleva dentro. A menudo, solo los goles sencillos, como las jugadas a balón parado, los contraataques y otras soluciones brutales sirven para contrarrestarlo.
La posesión dominante del balón por parte del Barça ya se cuestiona, y el fútbol se ha vuelto más físico y dinámico. El presente cuenta con nuevos protagonistas sobre el terreno de juego: Trent Alexander-Arnold, N’Golo Kanté, Paul Pogba, Alphonso Davies o Erling Haaland, todos ellos atletas que están más cerca de Usain Bolt que de los 1,70 que mide Xavi.
Y Lionel Messi juega en París. De hecho, ha surgido una nueva competencia económica. En 2011, el FC Barcelona y el Real Madrid, los clubes que más facturan en el mundo, estaban seguidos a distancia por el Manchester United (365 millones), el FC Bayern (320) y el FC Chelsea (250). En la actualidad, se realizan grandes inversiones en muchos sitios. En Europa, hay unos 10 clubes con una facturación anual de unos 500 millones de euros o más. Al mismo tiempo, cerca del doble de clubes compiten por atraer a los mejores jugadores y entrenadores.
El PSG y el Manchester City, ambos en manos de propietarios muy ricos, son nuevos en el mapa. La dinámica del mercado propicia un constante vaivén. Hubo un tiempo en que Arsène Wenger, Alex Ferguson o Johan Cruyff se convirtieron en instituciones en sus clubes. Hoy en día, que un entrenador disponga de mucho tiempo es la excepción. Que Jürgen Klopp tuviera cuatro años para conseguir un título solo era posible en un equipo venido a menos como el Liverpool. Guardiola rompe con la tendencia, pero también hace concesiones, haciendo que sus hombres jueguen más a la defensiva y regalando a veces el balón.
La mayoría de los 10 o 15 mejores entrenadores, como Mauricio Pochettino, Thomas Tuchel, Antonio Conte o Carlo Ancelotti, van rotando cada dos o tres años en los grandes clubes. No se puede desarrollar mucho en ese tiempo. Es más importante para ellos crear un buen ambiente en el equipo y que las estrellas les acepten.
Zinedine Zidane, que ganó tres veces seguidas la Liga de Campeones con el Real Madrid, entre 2016 y 2018, dice de sí mismo: “Tácticamente, no soy el mejor entrenador”. Dirigía como nadie a su equipo a través del carisma. Esto se ha convertido en el factor decisivo, no la filosofía o una idea de juego sofisticada. El Liverpool FC incluso confía en la inteligencia artificial para planificar la plantilla.
También se le puede atribuir carisma a Xavi, que durante mucho tiempo dio forma al fútbol del Barça. Pero ¿seguirá funcionando? ¿Tiene la escuela del Barça fuerza suficiente para conseguir títulos internacionales? ¿Encontrará suficiente confianza y paciencia en un lugar donde sus dos predecesores no duraron ni dos años juntos? Son preguntas apasionantes con las que tendrá que convivir Xavi en su gran misión.
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