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Djokovic vuelve a lo grande

Tras el doble mazazo veraniego, el número uno eleva su sexto título en Bercy con un triunfo ante Medvedev (4-6, 6-3 y 6-3) que le devuelve el récord en los Masters 1000

Masters 1000 de Paris-Bercy
Djokovic posa con el trofeo de campeón, este domingo en París-Bercy.CHRISTOPHE PETIT TESSON (EFE)
Alejandro Ciriza

Venía Novak Djokovic de una buena temporada en la cueva, sin dejarse ver desde que recibiera las dos bofetadas veraniegas en Tokio y Nueva York. “Emocionalmente vacío”, dijo antes de abandonar Flushing Meadows para enclaustrarse, reanimarse y volver a la carga. Lo hizo esta semana en París-Bercy, donde ya cosecha más títulos que nadie (6) y donde se distinguió otra vez: con su triunfo contra Daniil Medvedev (4-6, 6-3 y 6-3, tras 2h 15), el número uno disolvió el empate que existía con Rafael Nadal en el territorio de los Masters 1000. Ya posee 37, y cuando parecía que ya había recogido el finiquito de la temporada, Djokovic vuelve a enseñar las garras. De récord en récord.

No desiste Nole, que a sus 34 años sigue encontrando retos aquí y allá, también en torneos metidos con calzador en el calendario como el de Bercy. Después de 51 días sin competir, el balcánico consideró que debía volver a la acción en París, y el botín es más que importante. Se marcha con otro premio bajo el brazo –son 86 títulos en la élite, cinco en este ejercicio– y haciendo historia, como el tenista que más veces (7) ha cerrado el año en lo más alto. Del mismo modo, marcando jerarquía ante Medvedev, el mismo que le amargó en el US Open y al que derrotó en febrero en la final del Open de Australia.

Ese, Melbourne, fue el punto de partida de un trazado excepcional en el que Djokovic fue arañando más plusmarcas —con 311 semanas al frente del ranking, en marzo desbancó a Roger Federer como el número uno más dominante de la historia— y en el que añadió dos muescas más en Roland Garros y Wimbledon. En París derribó a Rafael Nadal y en Londres engarzó su 20º grande, igualando por primera vez el registro que compartían el suizo y el español. Era, se suponía, la gran jugada maestra, a falta de ponerle el lazo en Nueva York y, de paso, lograr allí lo que no se conseguía desde 1988, cuando Steffi Graf conquistó los cuatro majors.

La alemana también elevó entonces el oro olímpico y selló el Golden Slam, objetivo que tuvo a tiro Nole hasta que llegó el topetazo: primero el ko técnico en Tokio —Zverev interrumpió su racha de 22 triunfos seguidos y Pablo Carreño le privó del bronce— y después, en septiembre, el chasco neoyorquino. Es decir, ni una cosa ni la otra. Lágrimas y una confesión: “Todo esto ha sido demasiado difícil de manejar”, admitió.

Nadal, Federer y la Wikipedia

Desencajado, Djokovic decidió frenar en seco y sopesó junto a su equipo dar carpetazo a 2021. Sin embargo, finalmente optó por reemprender la marcha y le puso un círculo rojo a la cita de Bercy. “El episodio del Golden Slam está cerrado, ya es pasado. Sentí muchísima presión, como nunca antes la había sentido, pero queda atrás. Estoy satisfecho por cómo he regresado”, valoraba mientras en paralelo, a su amigo Medvedev (ambos residen en Montecarlo) se le planteaba por qué el balcánico no recibe el mismo agasajo mediático que Nadal o Federer.

“Es injusto, tengo la sensación de que no se le respeta de la misma forma que a ellos”, criticó el de Moscú. “Está haciendo cosas importantísimas por el tenis y cuando se retire, los jóvenes leerán en la Wikipedia sobre nuestro deporte y verán que su nombre aparece por todos lados”, agregó el número dos después de caer en una magnífica tarde de tenis.

Se desarrolló el duelo de modo sesudo, cerebral, en formato acción-reacción. Teniendo en cuenta que ambos son dos estrategas de pura raza, uno y otro se vieron obligados a buscar soluciones sobre la marcha, a acelerar y recular como muy pocos tenistas son capaces de hacerlo. El resultado, una delicia. Se relamía el público de Bercy con el traqueteo de los golpes, ese sonido de cordaje que indica la calidad del impacto, bueno, bueno, y también con el guion curvilíneo del pulso, de arriba abajo y de abajo arriba. Apretaba uno, se revolvía el otro. Toma y daca sin renuncios. Los dos, con todo.

En el arranque prevaleció la idea de Medvedev, que como ya hiciera en Nueva York intentó imponer la propuesta del punto largo y el enredo, el peloteo ralentizado y la bola más bien al centro, que ya habría tiempo para profundizar por los pasillos cuando al de enfrente le entrara el mareo. Exige el ruso pensar y darle al coco todo el rato, y Djokovic contragolpeó con una fórmula de riesgo que le sirvió para corregir –del 0-2 al 3-2– y para volver a trastabillarse –de ahí al 3-5– cuando su rival, brazos y piernas sin fin, llegaba a todo y todo lo devolvía. Se le fue haciendo bola a Nole y, de entrada, cayó en la trampa.

La roca mental: líder en remontadas

Su expresión corporal se torció, llegaron un par de malas caras y, quizá, por esa cabeza balcánica se cruzó ese dichoso subconsciente que le hizo la jugarreta y le retrotrajo hacia Nueva York. La gestualidad indicaba que podía dejarse ir, que podían asomar de nuevo los fantasmas, pero si algo le sobran a Djokovic son los billetes de vuelta y por eso retornó, empuñó la bayoneta y su tenis directo se apropió del segundo set, no sin tener que sortear varios abismos: con 5-3, salvó tres opciones de break. Medvedev, un puercoespín con mil púas y la zancada de un guepardo, campeón el año pasado, le exigió más allá de los límites en cada punto.

Con el ruso en la pista no existen los huecos. No hay centímetro al descubierto, de modo que Djokovic tuvo que afinar al máximo en cada definición, exquisito el serbio en la volea (27/36 en la red) y aguerrido ante las negativas: fueron 38 ganadores, pero podían haber sido 38 más. Ocurre que el de Moscú tiene defensas para todo y así edificaron puntos fabulosos, jugueteando al gato y al ratón, doblando la apuesta constantemente. En el tira y afloja, en cualquier caso, el que suele salir fortalecido es Nole, que erosionó hasta descolocar a Medvedev. Gripó este en el intercambio y el rey del circuito dio un doble acelerón.

Cedido el 5-2, el número dos se calentó y dirigió un pelotazo a la grada, molesto por el murmullo que se esparcía cada vez que iba a sacar. Sin embargo, se nutrió de su propio cortocircuito para ganarse una vida extra, aunque ya era tarde. A diferencia de lo sucedido hace dos meses en Flushing Meadows, el de Belgrado encontró la vía de escape —con 14, lidera las remontadas esta temporada— y atrapó su sexto trofeo en Bercy, recuperando el brillo y el metal. Pese al mazazo veraniego, Djokovic ha encontrado alicientes en esta recta final del curso, con la mirada fijada ahora en el Masters de Turín (del 14 al 21 de noviembre) y sin olvidar la Copa Davis.

Pese a los golpes, Nole jamás cae.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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