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Roberto de Zerbi: “Soy un entrenador que lleva el 10 a la espalda”

Responsable de una de las epopeyas que han revolucionado el fútbol italiano, el técnico del Shakhtar, que este martes recibe al Madrid, reflexiona sobre la evolución del juego

Roberto de Zerbi, durante un partido del Sassuolo de la pasada campaña.
Roberto de Zerbi, durante un partido del Sassuolo de la pasada campaña.JENNIFER LORENZINI (Reuters)
Diego Torres

Roberto de Zerbi oficiará de anfitrión del Real Madrid en Champions, este martes (21.00 horas, Movistar), en el banquillo del Shakhtar. El club ucranio es la nueva casa de este entrenador nacido en Brescia hace 42 años, responsable en el Sassuolo de una de las epopeyas que impulsaron la última gran revolución del fútbol italiano. Al teléfono su voz resuena castigada de tanto gritar para que le oigan sus muchachos.

Pregunta. Se formó como jugador en la cantera del Milan. Cuentan que Baresi, Maldini, Tassotti y Costacurta le dieron muchas patadas. ¿Fueron tan duros?

Respuesta. Lo hacían por mi bien. El juego duro formaba parte de la educación futbolística de aquellos años. Porque tal vez el diez, el jugador de talento, era el que siempre se distraía en los entrenamientos. Yo debo agradecerle a Maldini, Costacurta, Baresi, Tassotti, Albertini, a Boban, a Savicevic, a Baggio... porque me hicieron comprender lo que es el fútbol profesional. El partido es el espejo del entrenamiento. Compites como entrenas.

P. ¿Los 90 fueron los años más duros de la historia del fútbol para jugar de diez?

R. Al cien por cien. Los años 90 fueron el periodo más difícil porque fue la época del 4-4-2. En España se reflejó en el Valencia de Cúper y en Inglaterra en el United, con Cole y York en punta. Entonces el diez jugaba de segunda punta —difícilmente— o se ubicaba en una banda como extremo. Hoy vivimos en una era de renacimiento del diez. Existen muchos equipos buscando calidad. Con frecuencia nos encontramos alineaciones con más de un diez. Ha cambiado todo respecto a ese periodo en el que yo sufrí muchísimo. Era el típico diez que sufría en el plano táctico.

Mi Shakhtar juega con hasta cuatro diez. No hay problema. Pero debo decir una cosa: yo no fui un gran diez. Siempre tenía problemas físicos o problemas con los entrenadores

P. Su Shakhtar juega con dos: Alan Patrick, Pedrinho...

R. Y con tres y con cuatro. No hay problema. Pero debo decir una cosa: yo no fui un gran número diez. Era bueno técnicamente pero siempre tenía problemas físicos o problemas con los entrenadores. Siempre estaba litigando. Si mi carrera ha sido mediocre ha sido por culpa, mía no de mis entrenadores. Lo merecía. Pero aclaro que yo siempre viví únicamente para el fútbol. No guardo remordimientos.

P. Pero usted era un rebelde. ¿No cree que hoy al fútbol le sobran jugadores-soldado?

R. Es verdad que hay muchos soldados. Pero yo no los quiero soldados. Al contrario. El número diez que llevaba en el campo lo conservo como entrenador. Yo quiero ayudar a los jugadores en todo aquello que les pueda servir para jugar a un juego en el que hace falta convivir. Esto no es tenis. Son 11 personas que necesitan a otra para que los coordine. Pero en el campo la elección de la jugada, del pase, del regate, del tiro, de la ocupación de una posición en detrimento de otra, quiero que corresponda al cien por cien a los futbolistas. Porque hoy en el fútbol —y en la vida— existe mucha menos valentía y mucha menos personalidad que hace 20 años. Y hemos llegado a este punto también por culpa de entrenadores que han querido soldados. Cuando por sistema no permites libertad de elección, de pensamiento y de acción, con el tiempo encontrarás más soldados y menos jugadores con personalidad.

P. Como futbolista usted vivió en la frontera entre ser o no ser profesional. Luchando contra una realidad adversa. ¿Qué le llevó a perseverar?

R. El fútbol me ha dado todo. Yo y mi familia hemos vivido mejor de lo que habríamos vivido sin el fútbol. Me ha permitido conocer amigos, me ha dado felicidad, me ha hecho aprender idiomas. He tenido muchas satisfacciones. Siempre he intentado devolverle al fútbol todo lo que me ha dado. Siempre he respetado la pelota. He vivido en la frontera, pero en la frontera entre estar en el mundo del fútbol como yo quiero y haciendo lo que creo a mi manera, o no estar en absoluto. Si hubiera tenido que estar en este mundo de otra manera habría preferido no estar. Yo amo el fútbol. Pero a mi modo.

Hoy en el fútbol —y en la vida— existe mucha menos valentía y mucha menos personalidad que hace 20 años. Y hemos llegado a este punto también por culpa de entrenadores que han querido soldados

P. Usted es un punto de referencia del fútbol italiano innovador y contracultural. ¿La reacción del viejo calcio sigue siendo fuerte?

R. No me siento un punto de referencia. No quiero. Amo Italia. Me siento italiano al cien por cien y respeto la tradición italiana porque incluso cuando ganamos el Mundial en 2006 con nuestras armas, ese Mundial también lo gané yo. ¡Hasta me sentí feliz y orgulloso! La pregunta que me hago es: ¿te gusta la idea futbolística italiana tradicional?, ¿estás de acuerdo con la defensa metida atrás y el contragolpe? No. Ni me representa ni me divierte. El divertimento es un aspecto determinante. Si no me da gusto hacer algo, prefiero no hacerlo. Ahora en Italia hay dos escuelas de pensamiento. Una tradicional, que es justo que permanezca, y luego una que se ha revuelto contra ciertas cosas del pasado. Pero eso también sucede en España, donde no todos juegan como el Barcelona, la Real Sociedad o el Villarreal. El Getafe del año pasado jugaba a la italiana. El Atlético ha ganado la última Liga con un 4-4-2 y Marcelino con el Athletic se aproxima a la escuela del 4-4-2.

P. ¿Dónde se inicia este cambio en el fútbol italiano?

R. Realmente el punto de inflexión en Italia coincide con el triunfo del gran Barcelona de Guardiola. Ese equipo marcó el camino. No porque aquello que hacía el Barça se pudiera reproducir, porque jamás se podrá reproducir. Sino porque muchos de los conceptos que empleaba fueron importados por los alemanes y los italianos.

P. ¿Por ejemplo?

R. Atraer al adversario mediante los pases cortos, sacarlo de su zona, y encontrar al jugador libre que se mueve a la espalda de esas defensas que van a presionarte. Los españoles han sido maestros en desarrollar estas maniobras que parten del juego posicional. Parten de crear una superioridad numérica para después buscar al jugador que se mueve entre líneas o al que se queda libre.

P. ¿Cuáles fueron sus maestros?

R. He intentado tomar cosas de los equipos que me emocionaban. El Napoli de Sarri; la Roma de Spalletti con Totti de falso nueve; el Barça y el Bayern de Guardiola; la Alemania campeona del Mundo en 2016; el Borussia Mönchengladbach de Favre; la Real Sociedad de Alguacil; Las Palmas de Quique Setién; el Athletic de Bielsa... A todo eso he añadido mis ideas.

P. Usted representa a un grupo de técnicos italianos famosos en toda Europa por asumir más riesgos que nadie en la salida del balón. Lo hace también en el Shakhtar, donde el portero Pyatov y los centrales, Matvienko y Marlon, hacen malabarismos para no dar un pelotazo. ¿No cree que tanto riesgo es excesivo?

R. Antes de poner a mi equipo a hacer una cosa yo me hago la pregunta: ¿Tengo más ventajas o más riesgos?. Si tengo más riesgos, no lo hago. Si tengo más ventajas, sí. Aunque alguno pueda pensar que es muy arriesgado. Lo hago igual. Cuando digo que soy un entrenador que lleva el diez a la espalda que llevaba como jugador, es por esto. Yo cuando jugaba no quería que me enviaran balones largos para pelearlos de cabeza, o para ir a la segunda jugada. Quería el balón al pie. Si quiero tener futbolistas de calidad arriba debo salir con el balón limpio. No puedo pegar un pelotazo.

El presidente del Shakhtar siempre me dice: “Es importante ganar, pero para mí es más importante cómo se juega”. ¡Y es verdad! Giorgio Squinzi, el que fuera presidente del Sassuolo, me decía lo mismo. Pude elegir. Por eso entreno otro equipo en donde tengo un presidente que es igual a mí

P. ¿Cómo evoluciona su Shakhtar?

R. He tenido mucha suerte. Siempre he entrenado jugadores buenos y buenas personas que creen en lo que hacen. Aquí he encontrado un grupo de grandes profesionales. Estamos en el comienzo. Pero hay tanto nivel, y tanto deseo de mejorar que me estoy divirtiendo entrenándolos. Sean ucranianos o brasileños, son profesionales muy serios. Son fáciles de entrenar.

P. ¿Cómo definiría la cultura del club?

R. El Shakhtar siempre ha hecho un fútbol diferenciado del que se practica en Europa del Este. Siempre ha apostado por el fútbol de ataque. Desde que ganaron la Liga Europa de 2008 reflejan el carácter del presidente Rinat Ajmétov. El presidente ama el fútbol que yo amo: el buen juego y los buenos jugadores. Siempre me dice: “Es importante ganar, pero para mí es más importante cómo se juega”. ¡Y es verdad! Giorgio Squinzi, el que fuera presidente del Sassuolo, me decía lo mismo. He tenido la posibilidad de elegir. Por eso entreno otro equipo en donde tengo un presidente que es igual a mí.

P. Suman un punto después de perder contra el Sheriff (2-0) y empatar con el Inter (0-0). ¿Cree que se jugará la clasificación en estos dos partidos seguidos contra el Madrid?

R. Nos quedan cuatro partidos. Nos la jugaremos en los cuatro. Claramente nos ha hecho daño la derrota con el Sheriff, que después le ha ganado al Madrid. La clasificación se nos ha complicado pero mejoraremos. Todavía no estamos listos para jugar la Champions como yo quisiera. De momento debemos crecer ganando trofeos en los torneos de Ucrania. Y seguramente con más tiempo estaremos listos para jugar la Champions de un modo mejor.

P. ¿Cómo ve al Madrid?

R. Tienen un maestro en el banquillo, que es Ancelotti, que viene de sustituir a otro maestro, que es Zidane. Están en un cambio de ciclo, incorporando jugadores jóvenes como Militao o Vinicius, y conservan grandes campeones, como Benzema, Kroos y Modric, que creo que estarán listos este martes.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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