Shakhtar Donetsk, el equipo que huyó de la guerra
Es el club más exitoso de Europa Oriental y el que más brasileños reúne en la Champions Lucha por mantener el nivel desde que se exilió entre en el inicio del conflicto en Ucrania
El Hotel Ópera, frente a la Ópera de Kiev, es un bello palacete neoclásico en cuyo elegante salón principal educados camareros sirven exquisitas pastas a hombres de negocios haciendo cuentas. El hotel es el cuartel general del Shakhtar en el exilio. El sitio donde el club ha trasladado sus oficinas y sus dependencias para concentrar al equipo a 700 kilómetros de Donetsk, la matriz, ocupada por fuerzas armadas prorrusas en la guerra que divide el sudeste de Ucrania.
Bruno revuelve su café con leche y se come una pasta mientras emite una risita pícara. “Yo siempre tuve unos grandes incisivos separados”, dice. “De niño me llamaban Dente. En la cantera del Corinthians comenzaron a llamarme Dentinho. Y cuando me hicieron profesional en mi camiseta pusieron Bruno Bonfim, que es lo que pone en mis documentos. ¡Pero Bruno Bonfim no hacía goles! Cuando acabó la temporada pedí al club que me cambiaran el nombre de la camiseta y pusieran Dentinho. Y así es como Dentinho volvió a meter goles”.
Dentinho, de 26 años, fue la última pareja de ataque de Ronaldo Nazario. Ganó el campeonato paulista y quedó como máximo goleador varias veces antes de que el Shakhtar se interesara por él. Su fichaje, en 2011, añadió un eslabón nuevo en la larga cadena de contrataciones de brasileños que establecieron un puente aéreo con el club más próspero y atormentado de Europa Oriental. Propiedad del magnate de la minería Rinat Akhmetov, reúne a 11 latinoamericanos en su plantilla y se ha convertido en la mayor cantera de la selección de Brasil en los últimos años. Incluso en tiempos de conflicto armado.
Facundo Ferreyra es el primer argentino en la historia del Shakhtar. En 2012 ganó el campeonato de Argentina. En la primavera de 2014 ganó la última Liga de Ucrania antes de la guerra. “Los últimos días en Donetsk ya insinuaban lo que iba a pasar”, dice el goleador. “La ciudad estaba tomada por los separatistas. Cuando ibas a entrenar te encontrabas con encapuchados que te pedían la identificación. Al principio la policía cortaba la carretera. Luego la policía desapareció y se quedaron los paramilitares. Pasabas por la sede del Gobierno y un día colgaba la bandera de Ucrania y al siguiente la de Rusia. ¡Y así ganamos el campeonato!”.
“En Donetsk, recuerdo el estadio dividido”, continúa Facundo. “Unos sacaban banderas rusas y otros banderas ucranias. Se insultaban. La tensión era terrible. Las últimas jornadas fueron muy difíciles. Nos aislaron por seguridad. Jugamos de local en otra ciudad. ¡Ni me acuerdo dónde fue! Salimos campeones sin público”.
El 19 de junio de 2014, alarmados ante la escalada de violencia, Facundo, Dentinho, Fred, Ismaily, Teixeira y Douglas Costa resolvieron abandonar la concentración durante la pretemporada en los Alpes. No se subieron al avión de regreso de la expedición. El argentino lo evoca con pesar: “El equipo viajó a Kiev y nunca más regresó a Donetsk”.
Sergei Palkin, el director ejecutivo del club, negoció con los insubordinados. “Casi ningún brasileño quería regresar”, dice el dirigente. “Les propusimos trasladarnos a Jarkov, pero decían que era muy arriesgado”.
Dentinho resopla: “Jarkov estaba muy cerca de los enfrentamientos y todos los jugadores teníamos familia, hijos, abuelos. Dijimos que no íbamos a Jarkov y el presidente se portó fenomenal. Nos dijo que nos quedaríamos en Kiev y decidimos regresar. Kiev es muy seguro. No hay problema. Estamos agradecidos a Akhmetov. Otro en su lugar se habría desprendido del club y habría vendido a todos los jugadores. Él cumplió con su palabra”.
“La UEFA”, apunta Palkin, “solo admitía como sedes ucranias a Lviv y Kiev. Estudiamos la seguridad y acordamos jugar en Lviv y vivir en Kiev. Comenzamos a construir un sistema para ayudarlos en todos los aspectos de la mudanza. Creamos un gabinete para resolver problemas de tipo familiar. No queríamos gente entrenando y pensando en cuestiones domésticas”.
El Shakhtar alquiló el estadio de Lviv, a 500 kilómetros al oeste de Kiev, en la frontera con Polonia. Allí movió una parte del equipo administrativo. La cantera al completo se trasladó a Poltava, y el primer equipo abandonó la imponente ciudad deportiva de Donbass por un campo sobreutilizado en las afueras de Kiev.
Palkin enumera pérdidas. Antes de la guerra, el club tenía una media de 42.000 espectadores en los partidos en Donetsk. Récord en Europa Oriental. Desde que empezó el conflicto pierde 20 millones de euros anuales en venta de entradas, patrocinadores y marketing. “La venta de jugadores es nuestra principal fuente de ingresos”, admite, “Fernandinho por 40 millones, William por 35, Costa por 30… El presidente ha dado orden de no comprar jugadores mientras dure la crisis”.
Los empleados del Shakhtar establecidos en Kiev solo regresan a Donetsk en casos de extrema necesidad. La ciudad está cercada y la única manera de acceder es por carreteras en mal estado a través de controles. Palkin sostiene que Akhmetov está empleando la infraestructura del club para distribuir alimentos a los habitantes. El estadio del Donbass, bombardeado el año pasado, es ahora un centro de almacenamiento de ayuda humanitaria.
Familia y dinero
“Voy a ser sincero”, anuncia Dentinho. “Yo tengo una familia. Y sabía que el Shakhtar paga unos sueldos excelentes, y la carrera del jugador es una carrera corta. Tenía propuestas para jugar en Brasil y en España, pero el Shakhtar me hizo una oferta mejor. Hay que considerar que el Shakhtar juega en Champions y aquí todos pensamos que es un trampolín para progresar hacia grandes equipos. Somos conscientes de que nos mira todo el mundo. Jugar contra el Madrid o el PSG es una oportunidad de que se interesen por uno”.
Dentinho y los brasileños recuerdan Donetsk como el paraíso perdido: “La ciudad era nuestra”. Vivían en chalets, las mujeres y las novias importaban cajas de Guaraná y bolsas de feijoas, Fred oficiaba de asador de picanhas en los jardines, los hijos festejaban los cumpleaños en grupo y, como apunta Teixeira, “no había atascos”. Por no haber, no había ni que aprender ruso. Pero algunos, por deferencia, lo chapurrean.
“Aquí los brasileños entienden bastante bien el ruso”, aclara Facundo, “y los ucranios tiran palabras en portugués”. Lucescu, el entrenador, que es rumano, hace las charlas en portugués y tiene un traductor al ruso. Después de tantos años los ucranios agarran palabras. Stepanenko emplea expresiones en portugués para mantener la tensión de los delanteros: “¿Cómo estamos?”. “¡Vamos, vamos!”. “¡Presión...!”.
“Lucescu tiene mucha personalidad”, dice Facundo, “y trata de inyectarnos toda la presión que necesitamos para competir. Porque en Lviv no tenemos público. Salvo en Champions, en donde nos apoyan por patriotismo, la gente no te alienta ni te exige. En la Liga ucrania siempre somos visitantes. O no hay público o casi siempre alienta al rival. Porque Donetsk está exactamente en la otra punta del país y nuestra gente no puede trasladarse a Lviv. En el estadio de Lviv son todos hinchas del Dinamo de Kiev”.
Este miércoles en Lviv el equipo más brasileño de Europa tendrá más apoyo de la afición. Lo visita el Real Madrid.
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