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Los negocios del fútbol modesto

Empresarios y deportistas buscan oportunidades en clubes no profesionales en busca de rápidos beneficios

La Unión Deportiva Ibiza y la Universidad Católica de Murcia en el partido para el ascenso a Segunda División.
La Unión Deportiva Ibiza y la Universidad Católica de Murcia en el partido para el ascenso a Segunda División.Jero Morales (EFE)

No hay muchos negocios que se puedan hacer en España en los que algo que vale dos pueda llegar a 20 en apenas nueve meses y en un trayecto similar escalar hasta 50. Tampoco nada de lo que rodea al fútbol es controlable. Pero hay quien apuesta por intentarlo y se alimenta de éxitos vecinos. En Ibiza, el empresario valenciano Amadeo Salvo compró hace seis años los derechos de un club de fútbol por 60.000 euros. Tras diversas aportaciones económicas, que incluyeron la compra de una plaza en Segunda B para acelerar la escalada, podría vender ahora el club, presente por primera vez en Segunda División, por no menos de 20 millones.

Cualquier equipo de la categoría de plata ingresa por temporada no menos de seis millones solo por derechos de televisión. Y este curso hay que añadir la aportación proveniente del acuerdo de LaLiga con el fondo CVC. A los recién ascendidos como el Ibiza les tocan casi 2,4 millones más. Una categoría más abajo, por derechos de emisión, márketing y ayudas federativas se quedan en poco más de 300.000 euros gracias a la puesta en marcha de la nueva Primera RFEF. El año pasado el Deportivo, en Segunda B, cobró de las televisiones unos 80.000 euros. Venía de percibir casi nueve millones en Segunda. En Primera División cobraba casi 50, que es más o menos la cantidad que habría que poner para controlar la mayoría accionarial de uno de los clubes más modestos de la máxima categoría del fútbol español. Escalar hasta esas cumbres es otra vía.

En los últimos meses, la efervescencia ha disparado el catálogo de compras y ventas en lo que hasta ahora era Segunda B. También el de los perfiles de los compradores. Una empresa del sector de los videojuegos, con aportaciones de futbolistas como Courtois o Borja Iglesias, se hizo con el control del Internacional, un club que ahora se radica en Villaviciosa de Odón tras moverse por diversos destinos de la periferia madrileña. En Andorra manda Kosmos, la empresa de Gerard Piqué. En el Talavera un inversor local se ha aliado con el exárbitro Muñiz Fernández, que opera como director general. En Ferrol decide un grupo comandado por Ignacio Rivera, consejero delegado de la corporación familiar que sostiene la cervecera Estrella Galicia. La familia Emery ha tomado el control del Real Unión de Irún. Una categoría más abajo, en Segunda RFEF, al Eldense ha llegado René Ramos, agente y hermano de Sergio Ramos. También en ese cuarto escalón del fútbol español sobresale el Águilas liderado por Alfonso García, que tras vender su participación mayoritaria en el Almería al jeque Turki Al-Sheikh por 26 millones de euros, quiso adquirir el Murcia y acabó en el equipo de la villa donde nació. Los inversores anidan en la base del fútbol español.

“En España se produjo un cambio después de que la selección ganase el Mundial. Se generó un producto, una marca atractiva y eso ayudó a que gente de fútbol o empresarios de otros sectores percibiesen como interesante completar procesos de profesionalización de clubes de fútbol”, describe Alejandro Ghirardi, integrante de un grupo de predominio argentino que denomina mixto. “Gente de fútbol como Guillermo Pereyra, exjugador del Mallorca, y también vinculada a los eventos y a los negocios”, explica. En primavera tomaron el control del Tudelano, un modesto que quería convertirse en SAD, pero no podía cubrir el capital social que le exigía el Consejo Superior de Deportes, unos 800.000 euros. Ellos lo pusieron, y por el camino el equipo logró una plaza en Primera RFEF. Si lograsen la permanencia esta temporada podría ser un buen negocio. “El valor de un club a ese nivel oscila entre los dos y los seis millones de euros”, apunta Félix Sancho, un empresario del sector inmobiliario que este año llegó al Algeciras, también en la tercera categoría del fútbol español.

Sancho convirtió en el verano de 2017 un pequeño club de baloncesto de Burgos en sociedad anónima deportiva. En menos de cuatro años conquistó la Copa Intercontinental. “No es solo el San Pablo. Sobran ejemplos. En el mundo del deporte si tienes capacidad de gestión económica, te asesoras bien para hacer la deportiva, teniendo calma y un poco de riñón, las cosas acaban sucediendo. Y es importante llegar a un sitio donde haya una masa social detrás”, previene.

Hay también motivaciones que se acercan más a lo sanguíneo. “Quiero que los niños del pueblo cuando les pregunten digan que son del Águilas”, explicó Alfonso García al llegar al club que hace tres décadas presidió su padre. A los Emery les impulsa en Irún el recuerdo de sus antepasados, que fueron figuras señeras del Real Unión. En esos casos el concepto inversor, definido como la persona que invierte dinero para lograr ganancias, se difumina. Félix Sancho cree que en bastantes casos ni siquiera es preciso un vínculo previo. “Cuando completas un camino que empiezas desde abajo se adquiere un trasfondo que se acerca más al aficionado que a lo monetario. Veo que quienes llegan arriba no abandonan. Y eso es lo que haría un buen inversor, llegar, gestionar, conseguir el objetivo y vender”.

Mientras tanto, las oportunidades no cesan. Y brotan opciones sabrosas para quien quiera lanzarse al ruedo e intentar dar el salto al fútbol profesional partiendo de una inversión limitada. Un trato por el control del Castellón puede cerrarse en torno a los 5,5 millones de euros y por algo más de la mitad también es posible hacerse con el Talavera. “Por el Oviedo, en Segunda División”, apunta una de las fuentes consultadas, “están pidiendo 22″.

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