El Madrid es el Madrid
El equipo de Ancelotti primero resiste y luego tira de fe y orgullo para superar en el suspiro final a un renacido y pujante Valencia con goles de Vinicius y Benzema
No hay equipo que desmienta más al fútbol que el Madrid. Lo mismo da el desarrollo de tal o cual partido. Le pueden rematar 14 veces en un tiempo en Milán o verse sometido en Mestalla durante más de una hora por un Valencia tan resucitado como efervescente. No importa. Cuando el guion da por perdido al Madrid, también gana el Madrid. Un par de minutos en el ocaso del partido le permitió salir de Mestalla con un do de pecho. El renacido Valencia de Bordalás se agotó justo cuando pidieron paso Vinicius y Benzema y ya asomaban en el banquillo Modric y Casemiro. Es el Madrid. Este y tantos otros.
Amainada la pandemia, por suerte también el fútbol se ha podido enmendar. Los equipos ya no son once soledades. Los protocolos ya contemplan al público, fin paulatino al síndrome del nido vacío. Ejemplo: Mestalla, siempre con tonelaje, máxime cuando el cartel tiene luces de neón. Las del Madrid por ejemplo, forzado por el emergente Valencia a un duelo minado. Guerrilla contra guerrilla. Dale que dale para ganar un centímetro de hierba, todos bajo arresto. Nada de pases subordinados. A toda mecha desde el inicio, insuperable para Carlos Soler, caído en el primer cuarto de hora. Mucho tonelaje para la tralla que llevan los futbolistas. Lo pagó Soler, como en las horas previas Gayà, los valencianistas más vocacionales. Menos alma para los de Bordalás, que trajina lo suyo para que deje de abdicar el convulso Valencia de los últimos tiempos.
Con Bordalás los partidos son minados, machotes. Nada de gaitas o coartadas a costa de la discutida dirigencia. El fútbol protesta por delante. Pronto lo advirtió el Madrid, al que Ancelotti vistió de nuevo con Hazard, al tiempo que insistió con Alaba de central y Nacho de lateral zurdo.
El choque no admitía pisadas de Benzema, Hazard, Vinicius o Guedes. Dos equipos con una cordillera insuperable. Tratamiento de choque va, tratamiento de choque viene. Tanto colmillo también acabó con Correia y Carvajal, también dolientes antes de la media hora. Turno para Lato y Lucas, como antes para el cadete Musah por el cada vez más cuajado Soler. Solo Modric y Hugo Guillamón —un descubrimiento de Bordalás como eje— encontraban un respiro. Insuficiente para que hubiera avisos en las áreas. La excelencia de Modric ante el desparpajo de Guillamón, un central mudado al medio que se desenvuelve con una sobriedad impactante y tila en las venas.
Ante la pujanza del Valencia que afana Bordalás, el Madrid, exigido, tuvo remangue. No le cabía otra, desactivados sus delanteros hasta el descorche final. Capeó el zafarrancho como pudo, incluido Courtois, de nuevo con focos, esta vez ante un cabezazo de Paulista cuando caía la persiana del primer acto. Más alarmas tuvo el meta belga tras el descanso, con un Valencia con otra marcha más, incluso. Guedes tuvo el gol, lo mismo que Hugo Duro, pero respondieron con fogueo ante Courtois.
No despegaba el cuadro de Ancelotti, consumido por la extenuante presión del conjunto local. Como en tantas ocasiones, el Madrid obligado a jugar muchos partidos en uno solo. Normalmente, le va. No es fácil que se venza, ni siquiera a las malas. En Mestalla no tuvo cierto gobierno hasta llegada la hora, cuando los valencianistas ya sudaban como regaderas. El fútbol al revés. Justo cuando mereció alguna mención ese portero quebrantalenguas que es Mamardashvili —otro brote inesperado en el Valencia— llegó el gol de Hugo Duro. Lucas no acertó a despejar, la pelota le rebotó en la espalda y llegó a Hugo Duro. El ex del Getafe metió un latigazo tan preciso que hasta superó al insuperable Courtois.
En desventaja intervino con acierto Ancelotti, que retiró a dos cancilleres como Modric y Casemiro en favor de dos reclutas del mañana inmediato: Camavinga y Rodrygo. Ya no daba estirones el Valencia, con el depósito con telarañas. Es lo que tiene la mayúscula exigencia de Bordalás. Es lo que tiene vislumbrar el liderato tras cinco jornadas para un club momificado por tantas turbulencias sociodeportivas en los cursos precedentes. En el Real, destape total, ya sin Valverde y Hazard. Toque de corneta hacia el rancho de Mamardashvili con el medio campo como apeadero. Y llegó la solución vía Vinicius. Percutió Rodrygo, Benzema mejoró la jugada y Vinicius, tocado por los dioses, embocó tras un rebote en Foulquier. Sin tiempo para más... irrumpió Benzema, con un hombrazo asistido por Vinicius. Uno y otro ya una sociedad de hecho. Así es el Madrid.
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