Piqué invierte fuerte en la marca Piqué

Gerard Piqué tardó un segundo en comprender el alcance del fichaje de Messi por el PSG y medio minuto en aprovechar la oportunidad de negocio que se le presentaba. Horas después de concretarse la operación, Kosmos, la empresa que preside el central del Barça y que entre otros negocios gestiona la Copa Davis, compró los derechos de la Ligue 1. No es necesario un doctorado en Harvard para saber que Messi ha añadido un nuevo valor en el mercado audiovisual al campeonato francés, que hasta ahora solo interesaba a los irredentos del fútbol. De un plumazo se ha transformado en un producto de considerables posibilidades comerciales, confirmadas por la respuesta al estreno del astro argentino.

Telecinco, que compró a Kosmos la exclusiva para emitir el partido del debut, mejoró su audiencia habitual en la franja horaria del encuentro, atendido por una media de 2,2 millones de telespectadores, que representó el 18,5% de la tarta televisiva en disputa. Fue el programa más visto de la noche. El éxito se extendió al ámbito de las redes sociales, donde Ibai Llanos, streamer, empresario, amigo y socio de Piqué en su aventura francesa, alcanzó una media de 380.000 usuarios en su narración a través de la plataforma Twitch.

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Es imposible disociar a Piqué de la marca Piqué, edificada por un futbolista que no utiliza el fútbol para asegurarse unos ahorros, rentar pisos y montar un restaurante de dudosa cocina fusión. Desde que regresó al Barça, después de un paso sin especial relevancia en el Manchester United, fue evidente que Piqué se reservaba grandes planes de futuro y una minuciosa estrategia para conseguirlo.

Excelente jugador en un equipo que ha disfrutado de una época incomparable, integrante de la mejor selección española de la historia, campeón de todas las competiciones soñadas, de cuna acomodada, casado con una estrella mundial del espectáculo, Piqué ha aprovechado hasta el hueso todas las oportunidades que el fútbol y su entorno le han deparado, incluidas las que podían parecer adversas: la terrible crisis económica del Barça y el traumático adiós de Messi.

En el partido inaugural del campeonato, primero con público en el Camp Nou, la hinchada le ovacionó por rebajarse la ficha, recorte muy publicitado por los medios de comunicación y por el presidente Laporta. Perder para ganar, se llama a esa figura. Es el tipo de inversión a largo plazo que acrecienta la idea de Piqué como más que futurible presidente del Barça. En el mismo partido, los aficionados silbaron a Jordi Alba, que defendía sus legítimos intereses en una negociación que posteriormente concluyó como la de Piqué: con una rebaja del contrato. Le faltó timing. Perder para perder.

Con el caso Messi ha ocurrido lo mismo. Donde predominaba la conmoción y la tristeza, Piqué observó una señal favorable del destino. O dos. Por sí mismo, Messi engancha con la masa, pero Mbappé añade en estos momentos un altísimo grado de morbo, interés y polémica. Son ingredientes muy del gusto de Piqué, un poliedro en movimiento. Cada vertiente le ayuda a completar un personaje que no deja de crecer en la escena pública.

Es a la vez el futbolista de trayectoria envidiable, la representación del barcelonismo con más raigambre, el hombre de su tiempo que se mueve con patines en el juvenil paisaje de las redes sociales (Messi y Sergio Ramos han concedido sus entrevistas de despedida a Ibai Llanos, colaborador de Piqué en este ámbito) y el astuto personaje que puede ser juguetón, provocador, prudente o senatorial, depende del día y el objetivo.

Raro es que algo se escape a sus cálculos y a la marca que ha creado.

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