La Real gana sin hacer sangre
Un penalti convertido por Oyarzabal da el primer triunfo a los donostiarras ante un Rayo decente
Pidió sangre Imanol Alguacil, aunque fuera sólo una forma de hablar, porque no recordaba la última vez que un jugador de su equipo salió del campo con una brecha en la frente. Pedía intensidad, en realidad, porque a sus jugadores tampoco les hace falta salir al césped con la cabeza vendada, una imagen de otros tiempos que a veces sucede, aunque sean una excepción. El último futbolista que jugaba en Primera con una venda en la frente fue el vizcaíno Ángel Sertucha, capitán del Sabadell en la inauguración de la Nova Creu Alta, y ya han pasado décadas de ello.
Ahora no se estila, y no es fácil salir sangrando, y mira que lo intentan algunos. Ni siquiera hubo herida inciso contusa cuando Catena le pisó la cabeza a Le Normand en la acción del penalti que señaló Jaime Latre, y que no fue por eso sino por unas manos groseras de Balliu, que no exigieron ni VAR ni nada, porque las vieron hasta los que paseaban alrededor de Anoeta. Se quedó sin oler la sangre Imanol, pero vio ganar a su equipo, que jugó un partido razonable frente a un Rayo razonable, que hizo cosas bien, pero algunas rematadamente mal, de novato en la categoría.
La primera parte fue pareja. No acababan de arrancar Oyarzabal ni Isak, y taparon bien los hombres de Iraola a David Silva. Parecía que les faltaba sangre en las venas a los donostiarras con un Rayo más cómodo, y que a veces golpeaba con peligro a la contra. Le Normand estuvo muy atento en la mejor que tuvieron los madrileños para cruzarse y enviar a córner un centro de Álvaro. La réplica llegó en una falta lejana que ejecutó Oyarzabal y rechazó Dmitrievski, que tuvo que estirarse después para atrapar el segundo intento realista.
Salieron muy aplicados los donostiarras en el segundo asalto y Silva falló una de esas en las que nunca se suele equivocar. Llegó Oyarzabal a la línea de fondo, centró hacia atrás, y en el punto de penalti, el canario remató, sin oposición pero desviado. Se replegaba más el Rayo ante el exuberante despliegue donostiarra, pero contragolpeaba con peligro. Andrés tuvo la ocasión de adelantar a su equipo cuando remató al poste después de una deliciosa asistencia de Merquelanz.
Sin embargo, todo lo demás fue un monólogo local. A falta de sangre, fútbol. Oyarzabal, que con su zurda le regaló el remate a Elustondo que Dmitrievski manoteó al palo en la parada de la tarde, fue el encargado de ejecutar al guardameta rayista en el penalti sin derecho a apelación que cometió Balliu.
Quiso el Rayo replicar, pero ya le faltaban fuerzas, y además dejó espacios suficientes para que corriera Isak, que se plantó un par de veces ante la portería visitante pero sin hacer sangre. Ni con Bebe en el campo, que lo remataba todo sin importarle la distancia a la portería de Remiro, pudo inquietar el equipo de Iraola. Los 9.000 que volvieron a Anoeta se marcharon muy contentos y los sanitarios no tuvieron que sacar ni las grapas ni el bote de betadine.
Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.