Defender la camiseta negra

Para que la camiseta de los All Blacks –el equipo de rugby de Nueva Zelanda– se haya convertido en un elemento mítico del deporte universal fue necesaria una concatenación de hechos. Primero fue la llegada del rugby al país. Lo hizo el 14 de mayo de 1870 gracias a Charles John Moro, un ocioso (y acaudalado) joven de ascendencia escocesa. Después estaban las aptitudes de los jóvenes neozelandeses de la época: físicos portentosos, fogueados en la vida rural, con una estrecha relación con las caídas y los golpes. Y, finalmente y quizá el más importante: una cultura de país enfocada hacia el rugby como seña de identidad, trabajada durante décadas y décadas, que convierte la elástica negra en un objeto de culto y de deseo que miles de deportistas sueñan con defender, que no vestir.

En Los All Blacks (Córner), el periodista Peter Bills explica la historia del combinado neozelandés y los motivos que han llevado a un país con 4,9 millones de habitantes a ejercer el liderazgo en el deporte del balón ovalado y a convertir el helecho plateado del escudo en un símbolo global. Bills recoge los testimonios de decenas de jugadores, entrenadores o aficionados, que van dando forma a la clave del éxito del equipo.

La culminación de todo ese proceso histórico, deportivo y cultural concentraría su esencia en la famosa haka –el baile que realizan de cara a los rivales antes de los partidos–. Es un acto impresionante que roza el trance. Las caras de los jugadores se contorsionan. Los ojos se impulsan hacia adelante. La lengua se muestra provocativamente. Los movimientos del resto del cuerpo anteceden la batalla deportiva que está por venir. El estadio guarda silencio. La historia de los All Blacks está, una vez más, preparada para salir a competir.

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