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La escuela eslovaca eclipsó a la checa

En la final de la Eurocopa 1976, ocho de los 11 titulares de la selección campeona eran originarios de la zona de Bratislava y solo tres de Praga

Los jugadores de Checoslovaquia celebran el título de la Eurocopa del 76 tras ganar a Alemania en los penaltis el 20 de junio de 1976 en Belgrado.
Los jugadores de Checoslovaquia celebran el título de la Eurocopa del 76 tras ganar a Alemania en los penaltis el 20 de junio de 1976 en Belgrado.picture alliance (picture alliance via Getty Image)

España se juega los octavos de final ante Eslovaquia, una selección de nuevo cuño, venida al mundo en 1993, pero que durante décadas formó parte activa de la histórica Checoslovaquia. Tras su escisión en las Repúblicas checa y eslovaca, la primera, con el beneplácito de la FIFA y de la UEFA, heredó oficialmente el historial de la selección original -llegó a la final de la Eurocopa 96- mientras que la segunda creó su propia Federación que ya había existido como tal entre 1939 y 1945, y había disputado 16 partidos internacionales con selección propia.

Como unificada, Checoslovaquia tuvo sus momentos álgidos en el siglo pasado. Subcampeón del mundo en 1934 y 1962, conquistó la Eurocopa de 1976 y en los Juegos de Moscú 1980 se colgó la medalla de oro. Tradicionalmente dentro del equipo se diferenciaban dos escuelas bien marcadas por las características de sus jugadores: la checa, más física, representada por los clubes de Praga, y la eslovaca, más técnica, reflejada en los de Bratislava. De manera regular los clubes de la capital siempre aportaban más jugadores al equipo nacional, pero, curiosamente, en ese año de gloria de 1976 mandaban los eslovacos.

A Vaclav Jezek, seleccionador en aquella Eurocopa, corresponde el mérito de hacer posible la cohabitación entre los dos bandos que, hasta entonces, casi siempre habían ido cada uno por su lado. Para ello contó con la estimable ayuda de su segundo, Josef Venglos, nacido en Bratislava, exjugador del Slovan y que entonces alternaba la selección con el propio Slovan. Más adelante, en 1993, el técnico, después de haber sido en dos etapas responsable de Checoslovaquia (1978-82 y 88-90), se convirtió en el primer seleccionador de la Eslovaquia independiente.

De forma excepcional, entre los elegidos había 15 jugadores del ámbito de Bratislava y siete de la zona de Praga. En la final, contra Alemania, en el once titular jugaron ocho eslovacos: Pivarnik, Capkovic, Ondrus, Gögh, Dobias, Móder, Masny y Svehlik, sustituido por Jurkemic, también eslovaco; por tres checos (Viktor y Nehoda (Dukla) y Panenka (Bohemians), que eran sin embargo los más reconocidos internacionalmente.

Antes de que Panenka entrara en el olimpo por la puerta de su original lanzamiento de penalti en la tanda que decidía el campeón, Checoslovaquia había eliminado a Portugal e Inglaterra en la fase de clasificación y en cuartos de final a la URSS, que nunca se había quedado hasta entonces fuera de una fase final. Belgrado y Zagreb acogieron a los cuatro finalistas. Los checos asumían el papel de invitados de piedra ante el país organizador, Yugoslavia y el campeón (Alemania) y subcampeón (Holanda) del Mundial anterior (1974).

Aunque tuvo que esperar a la prórroga (3-1) para dar buena cuenta de una Holanda con siete jugadores de la final mundialista sobre el campo, Checoslovaquia había hecho muchos más méritos para plantarse en la final que Cruyff y sus compañeros. Tras el partido Johan, decepcionado por la derrota, abandonó la concentración y no jugó el partido por el tercer y cuarto puesto.

En la final, el rival era el campeón del mundo con ocho supervivientes en el once titular del equipo campeón de dos años antes. A los 20 minutos los hombres de Jezek ya ganaban 2-0. Dieter Muller, que sustituía al mítico Gerd Müller, retirado de la selección, acortó distancias pronto, pero hasta el minuto 89 no llegó el empate. Los checos ya cantaban victoria y se encontraron con una prórroga que se les hizo eterna. Suspendido a última hora el partido de desempate, el título se tenía que decidir en los lanzamientos de penaltis. Fue la tanda perfecta para Checoslovaquia. Falló Uli Hoeness para Alemania. Marcaron Masny, Nehoda, Ondrus, Jurkemic… y Panenka, el último. Un lanzamiento que hoy es marca registrada. Carrera corta, paradita y picadita suave, centrada, ante el mismísimo Maier, que, atónito, se tiró a la izquierda.

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