Djokovic rinde a Nadal y reescribe la historia
El número uno vence al español en una semifinal extraordinaria y le aparta del sueño de superar los 20 grandes de Federer: 3-6, 6-3, 7-6(4) y 6-2, en 4h 10m. Se medirá en la final del domingo al griego Tsitsipas
París se pronuncia: “¡No nos vamos a ir! ¡No nos vamos a ir! ¡No nos vamos a ir!”.
Se expresa la grada francesa porque el espectáculo es mayúsculo y el protocolo aprieta. Son las diez y media, a las once debe evacuarse la Chatrier y queda un mundo por dirimir en una velada que marca un punto de inflexión en la historia del tenis: Novak Djokovic, 18 grandes, lo hace. Otra vez. Rafael Nadal, 20, se inclina en las semifinales (3-6, 6-3, 7-6(4) y 6-2) y el número uno graba la tercera derrota del español en los 108 partidos que ha disputado en el torneo. Su torneo. Ocurre tras 4h 10m. Consigue el serbio lo que solo él (cuartos de 2015) y el sueco Robin Soderling (octavos de 2009) han logrado: derribar al gigante en su paraíso, aquello cercano a la imposible. Le aparta del título, se esfuma el sueño de superar los 20 grandes del suizo Roger Federer y Nole está a un paso, este domingo ante Stefanos Tsitsipas, de darle un zarpazo a la gran carrera histórica del tenis.
Y eso que desde el principio, el mensaje de Nadal es inequívoco. No hay trampa ni cartón, sino toda una advertencia, un grito de guerra: embiste con todo. Dispone lo mejor de su artillería y arrincona a Nole sin dejarle pensar, pálido el serbio mientras el aficionado se frota los ojos y las mentes se engañan, porque en la central se vive un déjà vu y los subconscientes se trasladan a aquel recital de octubre. Entonces, el numero uno se llevó tres portazos nada más arrancar el duelo, y esta vez son dos. Nadal le niega la rotura con un par de saques sanadores y de inmediato aplica el plan; esto es, dinamita. Tormenta eléctrica.
En cuanto encuentra la primera rendija, el español firma el primer break y saca pecho. A la segunda opción, cae el segundo y el rostro de Djokovic va desencajándose, un poema conforme la raqueta de Nadal va dibujando efectos y haciendo fechorías. Va el balear con la lección más que aprendida y, como advertía un día antes su preparador, Carlos Moyá, el que debía mover ficha y probar variantes era el balcánico. De Kaspárov a Kárpov, ya se sabe. Dos estrategas sin parangón. Sin embargo, Nole vuelve a incurrir en la misma candidez de entonces, resguardándose en la cueva y confiando en el recurso de la dejada como solución a todos los males.
El inmovilismo le cuesta otra sacudida. Nadal se recrea abriendo con el servicio y conectando en la siguiente bola al ángulo contrario, marca de la casa; abre un boquete con el drive paralelo y cuando tan solo han transcurrido veinticinco minutos, manda 4-0 y a la media hora añade otro juego a su casillero. Los segundos saques de Djokovic son una golosina. Un extraordinario filón. Grogui, al de Belgrado se le dibuja un grueso nudo en la garganta. “¡I-de-mo, i-de-mo, i-de-mo!”, intentan reanimarle desde la tribuna cuatro compatriotas que lucen orgullosos su camiseta, frente a una mayoría que se decanta por el mallorquín.
El refuerzo se adentra en la mente de Djokovic y actúa como una ducha mañanera de agua fría. Y hay reacción. El número uno menea los alfiles y reingresa anímicamente al partido, maquillando el primer set con una maniobra cuyo fin va mucho más allá de evitar el rosco. Nole ha vuelto. A Nadal le cuesta ponerle el lazo, siete intentos hasta que cierra. Pero la historia ha cambiado. La rebelión del serbio es un hecho y se equilibran las fuerzas, estacazo va y estacazo viene por una y otra parte. Abandonada la versión contemporizadora y temerosa, Djokovic experimenta con cambios de alturas y ritmos, incidiendo sobre el revés del rival porque ahí hay oxígeno. Hay semifinal.
Nadal cubre sus dominios a base de zancadas, pero le falta finura en los tiros. No está del todo a gusto. El rey sufre. En cada punto, el balcánico le dice que va a estar ahí lo que haga falta y que lo del año pasado, pasado es y allá queda. Nueva película, otro guion. Cuerpo a cuerpo y peloteos orgásmicos. Así de sencillo, así de difícil: meter siempre una más. Los 5.000 espectadores de la Chatrier hacen la ola y se ponen en pie cuando el balear se inventa una devolución inverosímil desde la trinchera, y también cuando el serbio, oda al abordaje los dos, pone un globo milimétrico en la línea de fondo.
Merci, Rafa 👏#RolandGarros pic.twitter.com/ALrMuZjJPO
— Roland-Garros (@rolandgarros) June 11, 2021
“¡Guy-For-get, di-mi-sión!”, le dedica la grada al unísono al director del torneo porque se acerca la hora de irse, y ahí queda una eternidad por cortar. Demasiado a lo que renunciar. Son dos fueras de serie. Para entonces, Djokovic ya ha igualado y en el tercer parcial, Nadal le ha retirado la miel de los labios, abortando un 5-3 y 30-0 adverso, y salvando después una bola de set. Pero en pleno frenesí, el escalpelo del serbio define el tie-break. Hacía seis años, desde 2015 contra el mismo adversario, que el de Manacor no entregaba dos mangas en París. Es la hora de irse y el público clama. Y la organización anuncia la excepción por la megafonía: hoy se elude el toque de queda en Roland Garros.
En el Bois de Boulogne se produce una erupción. El júbilo retumba y ambos siguen a la carga, abordándose sin ahorrar una sola bala. Nole frena al sacar, porque el cableado de la cámara spider sisea y aquí se oye hasta el paso de las hormigas. El silencio entre punto y punto es bestial, crudo y elocuente. Nadal firma la primera punzada y Djokovic responde, va haciéndose más y más grande, inmenso, mientras el balear acusa una ampolla y se cambia el calcetín. Llega el demarraje definitivo. Es para 4-2. Son casi las once y media de la noche, y la central reclama más batalla: “¡Rafa, Rafa, Rafa!”. Insufla energía al campeón de 20 grandes, pero la reserva se agota y está tocado. Esa última bola al pasillo zanja la noche entre vítores para uno y otro.
Se despide Nadal, habrá revancha. “Volveré con la ilusión y el trabajo necesario”, adelanta después de que Djokovic haya logrado escalar la cima de las cimas, superar el desafío de los desafíos: batirle otra vez en su fortín de la Chatrier. Historia pura del tenis.
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